Significado de JACOB Según La Biblia | Concepto y Definición

JACOB Significado Bíblico

¿Qué Es JACOB En La Biblia?

Nombre de persona que surge del sustantivo hebreo correspondiente a “talón” y significa “él toma el talón” o “él engaña, suplanta” (Gén 25:26; Gén 27:36). Antepasado inicial de la nación de Israel y padre de los doce patriarcas de las doce tribus (Gén 25:1Éxo 1:5). Hijo de Isaac y de Rebeca, hermano menor mellizo de Esaú y esposo de Lea y de Raquel (Gén 25:21-26; Gén 29:21-30). Dios le cambió el nombre por “Israel” (Gén 32:28; Gén 49:2).
Hay textos de Ugarit y Asiria que mencionan a personas no israelitas de nombre Jacob. Con frecuencia el nombre está asociado a uno de sus dioses, y se convierte en Jacob-el o Jacob-baal. De esa manera es probable que signifique “que Él proteja”. El AT reconoce a un solo Jacob. A nadie más se le puso el nombre del patriarca.
En el período entre el AT y el NT, otros judíos recibieron el nombre Jacob; el único ejemplo en el NT es el padre de José y, por consiguiente, abuelo terrenal de Jesús (Mat 1:16). Jacob permanece como firme testigo de que el Dios creador de toda la raza humana también obró en la historia de Israel, y llamó a los patriarcas a un destino que Él cumpliría aun cuando ellos no lo merecían.
Jacob en Génesis
La historia de Jacob ocupa la mitad del libro de Génesis. Fiel a su nombre, negoció para obtener la primogenitura de Esaú. El favoritismo paterno fomentó hostilidad continua entre Esaú, cazador bienamado del padre, y Jacob, el hijo tranquilo, estable y equilibrado a quien favorecía la madre. Las tensiones parecían amenazar el cumplimiento de la promesa divina.
La indolencia de Esaú hizo que este perdiera la primogenitura y permitió que Jacob tuviera supremacía material. Sin embargo, Isaac deseaba ofrecer la bendición de la primogenitura a Esaú. El oráculo que Rebeca había recibido (Gén 25:23) quizás la animó a contradecir la voluntad de Isaac y conseguir de manera fraudulenta la bendición para su hijo preferido. Además de convertirlo en heredero, esa bendición parece haberle otorgado la categoría de ser cabeza de la familia. A burdas mentiras y engaño, Jacob añadió blasfemia porque usó el nombre de Dios para reforzar su argumento: “Porque Jehová tu Dios hizo que la encontrase delante de mí” (Gén 27:20). La ceguera del padre hizo más patética la situación. Así fue que el padre ciego pronunció la bendición que ya no podría retirar. Jacob se convirtió en portador de la promesa divina y heredero de Canaán. Esaú también recibió una bendición, pero menor. Debía servir a Jacob y habitar en la tierra menos fértil de Edom, pero le llegaría su hora (Gén 27:40). La separación entre los hermanos se hizo permanente. Rebeca tuvo que hacer arreglos para que Jacob huyera a la tierra de su familia en Padan-aram y escapara de la ira de Esaú (Gén 27:41-46; Gén 28:1-5). Ver Primogenitura.
A los 40 años, huyó de su hogar para comenzar una vida solo. De pronto, una noche solitaria en Bet-el interrumpida por una visión de Dios, lo llevó a la realidad. La vida le depararía lucha con Dios y responsabilidad como heredero de las promesas divinas a Abraham (Gén 28:10-22). Jacob hizo un juramento consagrándose a Dios. Y esto es el centro de la historia de Jacob; todo lo demás debe interpretarse a la luz de la experiencia en Bet-el.
En Harán, con la familia de su madre, Jacob el engañador, probó lo que es ser engañado. Labán le hizo trampas para que se casara con la pobre Lea, la hermana mayor, antes de obtener a su amada Raquel, la menor. Trabajó catorce años por sus esposas (Gén 29:1-30). Seis años más de trabajo le permitió a Jacob devolver el engaño y obtener riqueza a expensas de su suegro, quien continuó engañándolo pues le cambió diez veces el salario (Gén 31:7; Gén 31:41). En medio de la pelea familiar, ambos hombres prosperaron económicamente y la familia de Jacob creció. Llegó a tener doce hijos de cuatro mujeres (Gén 29:31-35; Gén 30:1-24).
Cuando Jacob le dijo a Labán que deseaba seguir el llamado de Dios y regresar a su tierra natal comenzó una intensa negociación. Con el respaldo de sus esposas, que reclamaban a su padre que las había engañado con la dote (Gén 31:15), Jacob partió mientras Labán y sus hijos estaban en las sierras trasquilando las ovejas. Como partieron con dos días de diferencia, Labán y sus hijos recién alcanzaron a Jacob en Galaad, a 650 km (400 millas) de Harán.
Labán se quejó de no haber tenido oportunidad de despedir a sus hijas con la fiesta acostumbrada, pero lo que más le importaba era recuperar los ídolos que le habían sido robados (Gén 31:30; Gén 31:32). Eran pequeñas imágenes de dioses, de metal o terracota (ver Terafines). Según él creía, sin esas imágenes la familia perdería la protección mágica que le daban los dioses contra demonios y desastres. Como no se pudo hallar falta alguna en la conducta de Jacob en Harán, lo único que Labán pudo hacer fue sugerir un pacto de amistad, y dispuso las condiciones:
1) no maltratar nunca a sus hijas,
2) no casarse con ninguna otra mujer,
3) establecer el sitio del pacto como límite que ninguno cruzaría con malas intenciones. Ahora Jacob era cabeza de su propia casa. Ya estaba listo para escalar a un plano superior de experiencia espiritual.
Cuando el patriarca se iba acercando a la Tierra Prometida, un grupo de ángeles le salieron al encuentro en Mahanaim (Gén 32:1-2). Quizás simbolizaban la protección y el aliento divino al dirigirse hacia el sur y encontrarse con Esaú luego de 20 años. El avance de este, en apariencia hostil, provocó que Jacob pidiera clara evidencia del cuidado de Dios. Con astucia, Jacob envió un gran regalo a su hermano y dividió a su comitiva en dos. Cada grupo era bastante numeroso como para defenderse o escapar mientras el otro grupo era atacado. Al plan, Jacob sumó la oración. Se dio cuenta de que en última instancia la cuestión debía resolverla con Dios mismo. Cuando todos hubieron cruzado el Río Jaboc, Jacob se encontró con un Ser que luchó con él hasta el amanecer (cap. Gén 32:1-32). Ambos lucharon sin que ninguno prevaleciera, hasta que el oponente le dislocó la cadera a Jacob y este se negó a dejarlo ir, y colgándose de él, le exigió que lo bendijera. Esto no sucedería hasta que Jacob pronunciara su propio nombre. Al decirlo, reconoció su derrota y su carácter. El oponente enfatizó Su superioridad dándole un nuevo nombre, Israel, aquel por quien Dios lucha. Jacob llamó aquel lugar Peniel (rostro de Dios) porque había visto a Dios cara a cara y este le había perdonado la vida (Gén 32:30).
El temor de Jacob de encontrarse con Esaú era infundado. Aparentemente, Esaú estaba dispuesto a olvidar los errores del pasado y acercarse a su hermano. Como es poco probable que dos temperamentos opuestos vivan mucho tiempo en armonía, Jacob prefirió dirigirse al oeste rumbo a la Tierra Prometida. Esaú se dirigió a Seir y se convirtió en padre de los edomitas. Los mellizos no volvieron a verse hasta la muerte de su padre (Gén 35:27-29).
Jacob viajó desde Sucot a Siquem, donde edificó un altar a Dios. El hijo del gobernante violó a Dina, la hija de Jacob. Los hijos de Jacob entonces exigieron que los siquemitas se circuncidaran antes de permitirles casarse con las mujeres del clan familiar. Los residentes más importantes obedecieron al rey con la esperanza de apropiarse de riquezas y posesiones de los hebreos. Mientras los hombres de Siquem se recuperaban de la cirugía y no estaban en condiciones de defenderse, Simeón y Leví los asesinaron para vengar a su hermana. Jacob condenó su accionar pero tuvo que abandonar Siquem.
De allí regresó a Bet-el, donde volvió a recibir promesas patriarcales. Las pérdidas y el dolor fueron características de este período. La muerte de la nodriza de su madre (Gén 35:8; Gén 24:59) fue seguida por la muerte de su amada esposa Raquel cuando dio a luz a Benjamín en Efrata (Gén 35:19; Gén 48:7). Al mismo tiempo, Rubén perdió el honor de la primogenitura por su inmoralidad sexual (Gén 35:22). Por último, la muerte de Isaac, quien se había visto privado de la compañía de sus dos hijos, reunió a Jacob y a Esaú en el sitio de sepultura familiar en Hebrón.
Aunque los capítulos 37–50 de Génesis traten sobre José, Jacob sigue dominando la escena. Los obstinados hijos mayores van y vienen cumpliendo órdenes de su padre.
Incursión a Egipto
Cuando una severa hambruna azotó Canaán, Jacob y sus hijos partieron a Egipto. En Beerseba, Jacob recibió renovada seguridad del favor de Dios (Gén 46:1-4), y habitó en la tierra de Gosén hasta su muerte. Le dio su bendición no solo a José, su hijo favorito, sino también a los dos hijos de este: Efraín y Manasés. Fue sepultado en Hebrón, en la cueva que había comprado Abraham (Gén 50:12-14).
Cuatro pasajes del NT mencionan acontecimientos de su vida.
(1) La mujer del pozo de Sicar declaró a Jesús que Jacob les había dado ese pozo (Jua 4:12).
(2) Esteban mencionó la hambruna y el viaje de Jacob a Egipto durante su defensa ante el Sanedrín (Hch 7:8-16).
(3) Pablo presentó a Jacob como ejemplo de la elección soberana de Dios y de la predestinación de los elegidos (Rom 9:10-13).
(4) El escritor de Hebreos mencionó a Jacob como ejemplo de fe en acción (Heb 11:9; Heb 11:20-22).
El carácter de Jacob
A lo largo de la narración se vislumbra una fe persistente en el Dios de sus padres. Su vida es una historia llena de conflictos. Él siempre parecía estar huyendo de alguien o de algo: de Esaú, de Labán o del hambre en Canaán. Su vida, como la de todos los israelitas, fue una historia accidentada de rebelión y lucha.
Jacob no es un modelo ideal. Él luchaba contra su naturaleza pecadora. Lo que elevó a Jacob fue su ansia reverente e indestructible por obtener salvación de su Dios.
La religión de Jacob
Como la religión de Israel y, por lo tanto, las raíces del cristianismo declaran provenir de los patriarcas, es necesario comprender la vida espiritual de Jacob. Ver Dios de los padres.
La religión de Jacob era coherente con las creencias y prácticas de sus padres. Él había sido instruido por Isaac acerca de la historia de Abraham, del pacto y las grandes promesas. En el momento de mayor necesidad en su vida, Jacob tuvo un encuentro con Dios en Bet-el. Él huía de su hogar hacia la tierra de lejanos parientes desconocidos. Una religión de segunda mano no le hubiera servido. El sueño que tuvo Jacob fue su encuentro de primera mano con Dios. Recibió en forma personal la triple promesa de tierra, descendientes y bendición a todas las naciones. En la visión, Jacob vio la majestad y la gloria divina. En Bet-el, Jacob adoró a Dios e hizo votos de que Yahvéh sería su Dios.
En Peniel, Jacob luchó cara a cara con Dios y comprobó lo débil que era ante Él. Allí aprendió el valor de orar en todo tiempo cuando uno se siente indefenso. Partió de Peniel con el deseo de que su vida estuviera bajo el control de Dios. Se fue herido pero victorioso. Dios le dio un cuerpo lisiado pero una fe fortalecida. El que se marchó cojeando para encontrarse con Esaú era un nuevo Jacob (Israel). Había aprendido obediencia por medio de sufrimiento.
Importancia teológica
Dios no escogió a Jacob por lo que era sino por lo que podía llegar a ser. Su vida es una larga historia de disciplina, castigo y purificación por medio del sufrimiento. Ni uno solo de sus delitos quedó impune. Sembró engaño y cosechó eso mismo, primero por parte de Labán y luego de sus propios hijos.
La historia de Jacob es una historia de conflictos que comienzan incluso antes de su nacimiento (Gén 25:22-23). Sin embargo, en medio de las luchas humanas por cuestiones de parentesco y de fortuna, Dios obraba protegiendo y prosperando a Su bendecido.
Con los demás patriarcas Dios actuó de manera directa, pero con Jacob a veces parecía alejarse. Sin embargo, eso no significa que no estuviera obrando. Lo hacía por medio de situaciones desagradables y de personas indignas. Aunque parecía oculta, la mano de Dios guiaba a Jacob aun en medio de la maraña de conflictos y tragedias.

Gary D. Baldwin

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí