Significado de LEY, DIEZ MANDAMIENTOS, TORÁ Según La Biblia | Concepto y Definición

LEY, DIEZ MANDAMIENTOS, TORÁ Significado Bíblico

¿Qué Es LEY, DIEZ MANDAMIENTOS, TORÁ En La Biblia?

Pocas expresiones son al mismo tiempo tan significativas y tan malinterpretadas como el término “ley”. Los intérpretes bíblicos aplican la palabra a mandamientos específicos, costumbres, juicios legales, colecciones de reglamentos/ordenanzas, el libro de Deuteronomio (que significa “segunda ley”), el sistema completo de reglas reveladas en Sinaí, el Pentateuco (para diferenciarlo de los Profetas), y el AT en su totalidad y en oposición al NT. Este también reconoce otras leyes, incluyendo las naturales (Rom 1:26; Rom 2:14) y “la ley del pecado”, que trae como resultado muerte inevitable (Rom 7:23; Rom 7:25; Rom 8:2).
La convicción en cuanto al contraste entre el AT, donde el pueblo de Dios se hallaba bajo la ley, y el NT, donde está bajo la gracia, es determinante para entender las Escrituras. A veces se apela a Jua 1:17 : “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo”. Hay dos factores que han sido esenciales para entender la diferencia radical que existe entre ambos testamentos. Primero, la LXX es consecuente al traducir torá por nomos, “ley” (202 de los 220 casos). Segundo, Pablo efectúa firmes declaraciones en cuanto a que, si bien la ley nos mantiene confinados y la letra (de la ley) mata, por medio de la fe en Cristo somos librados de la ley y vivificados por el Espíritu (2Co 3:6-7; Gál 3:19-29; comp. Rom 4:14). En conformidad con esto, muchos ven un contraste radical entre el viejo pacto, bajo el cual las personas estaban gobernadas por las reglas de la ley, y el nuevo pacto, donde se hallan bajo el gobierno del Espíritu.
No obstante, una observación más detallada de las evidencias bíblicas hace surgir preguntas sobre la validez de la traducción del término torá en la LXX, como así también de la interpretación de Lutero acerca de que el antiguo pacto era un sistema orientado hacia las obras.
Lo que sigue es un estudio sobre la perspectiva del AT de la “ley” bajo el antiguo pacto.
Términos del AT para “ley”
El AT posee un vocabulario legal rico y variado: mitswot, “mandamientos”; huqqim/huqqot, “ordenanzas, estatutos, decretos”; mishpatim, “juicios, reglas legales”; edot, “obligaciones del pacto, estipulaciones” (el término español “testimonio” deriva del griego de la LXX, marturion); piqqudim, “obligaciones, reglamentos”; debarim, “palabras, expresiones verbales”; torot, “instrucciones autoritativas, enseñanzas”.
Las primeras cinco palabras aluden a leyes y reglamentos específicos que Dios prescribió en Sinaí y otras partes. La aparición más notoria de la sexta, debarim, se halla en la expresión, aseret haddebarim, “Diez Palabras”, que por lo general se traduce “Diez Mandamientos” o “Decálogo”. Es probable que torá en algunos casos se haya traducido de manera correcta por “ley”. Sin embargo, su significado corriente se ilustra en el libro de Proverbios, donde el término se aplica a la “instrucción” que los sabios proporcionan a la comunidad (Pro 13:14), los padres a los hijos (Pro 1:8; Pro 4:1-11), y las mujeres de la casa a aquellos que se encuentran bajo su influencia (Pro 31:26). El significado teológico se expresa con más claridad en el libro de Deuteronomio que, en contraposición al nombre griego (y español) del libro (“segunda ley”), no se presenta como “ley” sino como una serie de discursos pastorales (Deu 1:1-5; Deu 4:40). Incluso el denominado “Código Deuteronómico” (caps. Deu 16:1-22; Deu 17:1-20; Deu 18:1-22; Deu 19:1-21; Deu 20:1-20; Deu 21:1-23; Deu 22:1-30; Deu 23:1-25; Deu 24:1-22; Deu 25:1-19; Deu 26:1-19) tiene un intenso tinte pastoral y didáctico (más que legal).
Esta conclusión en cuanto al significado de torá se confirma al observar la facilidad con que su alcance se extiende al resto del Pentateuco, a pesar de que por lo menos dos tercios de Génesis–Números es narrativo; es decir, relata la historia de la gracia de Yahvéh manifestada en la elección, salvación y cuidado providencial de Israel, y el establecimiento de Su pacto, en primer lugar con Abraham y luego en Sinaí con los descendientes del patriarca.
Estas observaciones no enturbian la realidad de que el Pentateuco contiene gran cantidad de material instructivo con que Dios procuraba gobernar todos los aspectos de la vida de los israelitas. Los eruditos han identificado varios documentos específicos que se podrían calificar ley: las “ordenanzas de la Pascua” (Éxo 12:1-51; Éxo 13:1-22), el Decálogo (Éxo 20:2-17; Deu 5:6-21), el “documento del pacto” (seper habberit, Éxo 21:1-36; Éxo 22:1-31; Éxo 23:1-33, comp. Éxo 24:7), las “ordenanzas del tabernáculo” (Éxo 25:1-40; Éxo 26:1-37; Éxo 27:1-21; Éxo 28:1-43; Éxo 29:1-46; Éxo 30:1-38; Éxo 31:1-18), las “instrucciones concernientes a los sacrificios” (Lev 1:1-17; Lev 2:1-16; Lev 3:1-17; Lev 4:1-35; Lev 5:1-19; Lev 6:1-30; Lev 7:1-38), el “código de santidad” (Lev 17:1-16; Lev 18:1-30; Lev 19:1-37; Lev 20:1-27; Lev 21:1-24; Lev 22:1-33; Lev 23:1-44; Lev 24:1-23; Lev 25:1-55), y el “código deuteronómico” (Deu 12:1-32; Deu 13:1-18; Deu 14:1-29; Deu 15:1-23; Deu 16:1-22; Deu 17:1-20; Deu 18:1-22; Deu 19:1-21; Deu 20:1-20; Deu 21:1-23; Deu 22:1-30; Deu 23:1-25; Deu 24:1-22; Deu 25:1-19; Deu 26:1-19). Maimónides, un rabino judío, estableció que a lo largo del Pentateuco aparecían 613 mandamientos.
Antiguo Testamento
Extensas porciones del Pentateuco, específicamente las ordenanzas y las obligaciones del pacto, representan desarrollos teológicos basados en los Diez Mandamientos; son siete.
Primero, Dios y Moisés entendían que la obediencia a las leyes no era una manera ni una precondición para la salvación sino la respuesta agradecida de aquellos que ya habían sido salvos. Dios no les reveló la ley a los israelitas en Egipto y luego les dijo que los rescataría ni bien estuvieran a la altura de esos patrones. Por el contrario, solo por gracia, por medio de la fe cruzaron el Mar Rojo para obtener la libertad. Lo único que se requirió fue que creyeran en la promesa de Dios de que detendría las murallas de agua a ambos lados y los haría cruzar a salvo hasta la otra ribera.
El Decálogo no comienza con el primer mandamiento sino con una preámbulo: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxo 20:2; Deu 5:6). La obediencia al Decálogo nunca tuvo intención de ser el camino para la salvación sino la respuesta apropiada ante la salvación que ya se había recibido.
Segundo, la obediencia a la ley era una expresión de la relación del pacto. El compromiso principal de Israel no se relacionaba con un código de leyes sino con el Dios que en Su gracia había llamado al pueblo para sí; ellos tenían que obedecer “Su voz”. De hecho, no le reveló Su voluntad al pueblo hasta que escuchó la declaración de dedicación completa e incondicional a Él como Señor del pacto (Éxo 19:8).
Tercero, la obediencia a la ley era la precondición para que Israel cumpliera con la misión para la que había sido llamada y para recibir bendición. El primer punto se enfatiza en Éxo 19:5-6 : si Israel guardaba el pacto del Señor y obedecía Su ley, sería el tesoro especial de Dios, Su reino de sacerdotes, Su nación santa (comp. Deu 26:16-19). El segundo punto se expresa en detalle en Lev 26:1-13 y Deu 28:1-4.
Cuarto, la revelación de la ley de parte de Dios a Israel fue un acto supremo de gracia y una señal singular de privilegio (Deu 4:6-8). En contraste con las naciones que adoraban dioses de madera y piedras que jamás hablaban (Deu 4:28; Sal 115:4-8), el Dios de Israel habló y le reveló claramente a Su pueblo lo que Él consideraba una respuesta aceptable. En consecuencia, para la fe genuina en Israel, la obediencia a la ley no era una carga sino un deleite debido a la profunda gratitud por la gracia salvadora de Dios y la relación del pacto, y también porque sabían que Dios los bendeciría como respuesta a esa obediencia (Deu 6:20-25; Sal 24:3-6).
Quinto, la obediencia verdadera a la ley iba a ser la expresión externa de una disposición interior de reverencia y fe ante Dios y de amor a Él por causa del pacto. La religión bíblica verdadera siempre ha sido una cuestión del corazón. Metafóricamente se alude a esta transformación interna llamándola corazón circuncidado (Lev 26:41; Deu 10:16; Deu 30:6-10; Jer 4:4), un trasplante de corazón (Jer 24:7; Jer 32:39; Eze 11:19; Eze 36:26), el Espíritu de Dios dentro de la persona (Eze 11:19; Eze 36:26), y la escritura de la Torá de Dios en el corazón (Jer 31:32).
Sexto, las leyes consideraban la vida de manera holística, como si estuviera bajo la autoridad del dominio divino. Esto se ilustra en forma más notoria en Lev 19:1-37 donde, aunque se presentan unos 50 mandamientos, no se efectúa una clasificación, y mucho menos un orden de importancia respecto a las leyes civiles, ceremoniales y morales.
Séptimo, las leyes se consideran amplias y factibles de ser cumplidas (Deu 30:11-20) por aquellos cuyo corazón estaba en buena relación con Dios. Él no le impuso a Su pueblo un patrón elevado imposible de cumplir sino que le reveló con sumo detalle un sistema de comportamiento que era singularmente recto y que además manifestaba Su gracia (Deu 4:6-8). Al mismo tiempo, hay reconocimiento de la depravación humana y la necesidad de capacitación divina para ser fiel al pacto. Jeremías anticipó un nuevo pacto futuro cuando Israel amará a Dios y demostrará con la vida de los israelitas que la Torá de Dios ha sido escrita en el corazón de ellos (Jer 31:31-34). Dios tiene una visión realista de Su pueblo. Al reconocer la inclinación de ellos al pecado, dentro de la ley les proveyó por gracia una forma de perdón y comunión mediante los rituales de sacrificios y ceremonias.
Desde luego, estos siete hechos no impidieron que los israelitas tergiversaran la obediencia a la ley y la convirtieran en condición para recibir bendición y salvación. Los profetas constantemente le recriminaban al pueblo haber remplazado con rituales legalistas externos la piedad verdadera que se demuestra primeramente en la obediencia moral (Isa 1:10-17; Ose 6:6; Amó 5:21-24; Miq 6:6-8). En todas las épocas, los israelitas hicieron mal uso de la ley al pensar que el cumplimiento de rituales obligaría a Dios a aceptarlos más favorablemente. Esto no impidió que tergiversaran el privilegio de poseer la ley para convertirla en un derecho divino y una garantía incondicional de la protección de Dios (Jer 7:1-10; Jer 7:21-26; Jer 8:8-12). Israel pervertía constantemente la ley al darle más importancia a los rituales y dejar de lado las exigencias éticas y colectivas de Dios. Creían que Dios les miraba el corazón a través de la lente de los sacrificios. Continuaban violando leyes morales aun cuando seguían cumpliendo con reglamentos ceremoniales (Isa 1:1-31; Jer 7:1-34). Finalmente, las predicciones de Moisés en Deu 4:1-49 y Deu 29:1-29; Deu 30:1-20 en cuanto a un desastre demostraron ser ciertas en el exilio de Judá en el 586 a.C. La historia de Israel como nación no es más que una sucesión de fracasos; no de parte de Dios sino de aquellos a quienes había llamado para que fueran Su pueblo.
Nuevo Testamento
El vocabulario legal del NT es más limitado. El término más común, nomos, “ley”, abarca un espectro de significados que incluye tanto una obligación específica que Dios requiere de una persona, como la ley mosaica, el Pentateuco en su totalidad, y ciertamente el AT como un todo (Jua 10:34; Jua 12:34; Jua 15:25; 1Co 14:21). Además, el NT utiliza entole, “mandamiento” (por ej., Luc 23:56), y dikaioma, “ordenanzas” (Luc 1:6; Rom 2:26).
Al igual que Moisés y los salmistas, el NT considera la revelación original de la ley por parte de Dios a Israel como expresión suprema de gracia divina. La disposición básica hacia la ley se expresa de manera sumamente elocuente en Jua 1:16-17 : “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la nomos (= torah) por medio de Moisés fue dada (edothe dia), pero la gracia y la verdad vinieron por medio de (egeneto dia) Jesucristo”. El contraste aquí no es entre la ley y la gracia como abstracciones, sino entre la gracia mediatoria en forma de torá y la gracia personificada en Jesucristo.
Por lo tanto, cuando en apariencia Jesús y Pablo critican la ley, siempre debemos preguntarnos si la lucha era con la ley en sí o con el mal uso que se hacía de ella. Desde el comienzo, los israelitas habían tergiversado la ley al considerarla condición indispensable para entrar en el reino de Dios en lugar de verla como respuesta a la gracia divina; al cumplir con los requisitos legales de la ley como cuestión obligatoria en lugar de como expresión de amor y gratitud de corazón a Dios y al prójimo; y al considerar la descendencia física de Abraham y la membresía a la nación judía como garantía del favor divino, en vez de creer que la condición para la bendición era la descendencia espiritual por la fe. Muchas de las expresiones críticas a la ley que aparecen en el NT se deben a estos abusos.
Jesús y la ley
La actitud de Jesús hacia la ley se expresa fundamentalmente en dos textos, Mat 5:17-20 y Mat 22:34-40 (comp. Mar 10:17-27; Mar 12:28-31; Luc 10:25-37). En el primero, Él declara que no vino para abolir (kataluein) la ley o los profetas sino para cumplirlos (plerosai). Aquí la palabra “ley” no solo alude a las obligaciones del pacto que se revelaron en Sinaí sino a todo el Pentateuco. “Cumplir” se refiere en este caso a alcanzar la meta que se tenía en mente en la revelación del AT. Jesús continúa declarando la validez y autoridad perdurable de cada detalle de la ley hasta el momento que se cumple. Muchos aspectos se llevan a cabo plenamente con la primera venida de Cristo. Como cumplimiento escatológico del antiguo pacto, la persona de Jesús pone fin a las sombras ceremoniales (sacrificios y fiestas) y transforma las costumbres antiguas en las realidades del nuevo pacto (el bautismo, señal del pacto con la iglesia, aparece para remplazar a la circuncisión, señal del pacto realizada con la Israel física); la Cena del Señor sustituye la comida de la Pascua (Mat 26:17-29; Mar 14:12-26; Luc 22:13-20) y anticipa la cena del pacto escatológico (Apo 19:6-10), de la cual la comida en Sinaí (Éxo 24:9-11; comp. Luc 22:20; 1Co 11:25) era solo un anticipo. No obstante, otros aspectos de la ley debían permanecer vigentes hasta el retorno de Cristo. Cuando leemos la ley del AT, siempre debemos tener presente tanto la continuidad como la discontinuidad en relación con las demandas del NT.
Jesús aclara en Mat 5:21-48; Mat 6:1-18 lo que quiere expresar al hablar de una justicia superior a la de los escribas y fariseos. Por ser el Hijo de Dios que cumple con la ley y el Señor del pacto que originariamente se efectuó con Israel en Sinaí, Jesús posee la perspectiva perfecta de la ley y la plena autoridad para declarar lo que ella pretende. Él afirmó que las exigencias de Dios no se pueden reducir a una lista de reglamentos, sino que implican la consagración de todo el ser a Él y un interés genuino por el bienestar de los demás. Jesús reiteró esta perspectiva en Mat 22:34-40 (comp. Mar 12:28-31; Luc 10:25-37) cuando sintetizó todas las obligaciones del pacto que le corresponden a la parte humana respecto a amar a Dios y al prójimo, un tema que ilustró de manera vívida con la historia del buen samaritano (Luc 10:25-37). El cambio de objetivo que presentó Jesús al pasar de un compromiso a una serie de reglas, y del cumplimiento externo de la ley a una motivación e intención interna, era algo novedoso para Su audiencia inmediata. No obstante, es la misma perspectiva que Moisés desarrolló plenamente en Deuteronomio.
Pablo y la ley
Los escritos de Pablo son la fuente de mayor mal interpretación en cuanto a la perspectiva neotestamentaria de la ley. Él habló de esta como un camino de muerte, en contraposición al Espíritu que da vida (Rom 7:10), y como una maldición de la que Cristo nos redimió (Gál 3:13). Hizo un contraste entre la letra (del antiguo pacto) que mata y el Espíritu (del nuevo pacto) que otorga vida (2Co 3:6). Tales declaraciones son difíciles de reconciliar con la exaltación de la ley que expresan Moisés y los salmistas al considerarla el don supremo de gracia y la forma de vida para el pueblo de Dios.
Para resolver esta aparente discrepancia, es necesario reconocer en primer lugar que la unidad de la revelación divina impide que una expresión inspirada posterior contradiga una revelación previa. Cuando entendamos correctamente a Pablo, descubriremos que su perspectiva está de acuerdo con la de Moisés.
Segundo, reconocemos que Pablo concuerda con Moisés en la confirmación de la ley al declarar que sin ella no sabríamos qué es el pecado (Rom 7:7; comp. Deu 4:6-8); al evaluarla como santa, justa y buena (Rom 7:12-14; 1Ti 1:8; comp. Sal 119:1-176), y al fundamentar estrictamente en la Torá la comprensión de las implicancias éticas del cristianismo (Rom 13:8-10; 2Co 6:14-18; comp. Éxo 20:1-17). Más aún, Pablo, al igual que Jesús, capta el espíritu de la ley del AT al reducir las exigencias al concepto de amar a Dios y al prójimo (Rom 13:8-10; Gál 5:13).
Tercero, reconocemos que muchas de las declaraciones negativas de Pablo sobre la ley aparecen en contextos donde está debatiendo con los judaizantes la forma de salvación para los gentiles. Sus frustraciones no se relacionan tanto con la ley de Moisés en sí como con él mismo (Rom 7:7-25) y con aquellos que argumentan que para que los gentiles se conviertan en cristianos deben someterse primero al ritual de la circuncisión. Si uno considera la ley como forma de salvación, esto también conduce a la muerte, porque la salvación solo viene por gracia por medio de la fe, precisamente la forma en que la Torá presenta la experiencia de Israel. Además, el comentario paulino de que fuera del Espíritu es imposible satisfacer las demandas de la ley, no se contrapone a Moisés sino que es una aclaración de lo que este quiso expresar mediante la circuncisión del corazón.
En resumen, el problema no radica en la ley sino en nosotros, porque la ley del pecado en nuestro ser batalla constantemente contra la ley de Dios. La gloriosa noticia del evangelio es que, en Cristo, Dios quitó la maldición del pecado que la ley demuestra que merecemos. Pero esto no significa que la ley se suspendió y dejó de ser la declaración fundamental de la voluntad moral de Dios. La ley oficiaba como reflejo de la propia naturaleza de Dios. Puesto que Su naturaleza no cambia, tampoco lo hace Su voluntad moral. Consecuentemente, aquellos que cumplen la “ley de Cristo” y aquellos que aman a Dios de todo corazón y a su prójimo como a ellos mismos, cumplirán con la esencia de la ley.
Debido a que el contraste que hace Pablo en Gál 4:21-31 entre Sinaí y Jerusalén es alegórico (allegoroumena, v. Gál 4:24), no debemos interpretar que rechaza categóricamente el pacto con Israel ni que afirma una ruptura esencial entre el pacto davídico (Jerusalén) y el israelita. Ismael, el hijo de Agar, la sierva de Sara, fue rechazado como hijo de la promesa. Ismael le proporcionó a Pablo un eslabón apropiado para el pacto sinaítico con Israel. Pero al asociar a Sinaí con la esclavitud, Pablo adapta el material a sus necesidades retóricas. El testimonio congruente del AT declara que el pacto que Dios estableció con Israel en Sinaí fue un símbolo de libertad que llevó a cabo con un pueblo privilegiado al que había rescatado de la esclavitud en Egipto (ver Éxo 19:4-6; Deu 4:1-40). En Gálatas, Pablo argumentó que sus detractores habían empezado la casa por el tejado y que, al hacerlo, habían revertido el verdadero curso de la historia. Al exigir que los gentiles cristianos se adhirieran a la ley judía, en especial a la circuncisión, estaban colocando el Sinaí antes del éxodo.
La ley en las Epístolas Generales
Con su énfasis en las obras como requisito ineludible de la fe, ningún documento del NT sigue de manera tan evidente el hilo de la Torá como lo hace Santiago (comp. Stg 2:14-26). Primera Pedro no se queda muy atrás pues tiene una buena dosis de Pentateuco desde principio a fin. Son especialmente notorios los llamados de Pedro a la santidad en 1Pe 1:15-16 que derivan directamente de Levítico (Lev 11:44-45; Lev 19:2; Lev 20:7; Lev 20:26) y la aplicación de Éxo 19:5-6 a la iglesia en 1Pe 2:9-12. El libro de Hebreos aplica el nuevo pacto de Jer 31:27-37 a los cristianos (Heb 8:7-12) y declara en forma explícita que el antiguo pacto se torna obsoleto en Cristo. El contexto pone en evidencia que el autor tiene en mente principalmente el sistema de sacrificios como medio para mantener la relación de pacto. Ahora en Cristo, el sacerdocio aarónico, los sacrificios y el tabernáculo/templo en sí han sido superados, y por medio de Él tenemos acceso directo a Dios. No obstante, esto no significa que no haya quedado nada del antiguo pacto. Lo que hace el autor desde Heb 10:26 hasta el final del libro es tomar una serie de textos del AT para enfatizar que sus lectores deben responder a la gracia de Dios con fe, perseverancia, disciplina, reverencia y una conducta moral elevada.
Conclusión
En Deu 10:21 Moisés declaró que el Dios que redimió a Israel de Egipto y que les reveló Su voluntad es la alabanza de Israel (tehilla). Yahvéh no es un capataz cruel que remplazó las cargas de Egipto por las de la ley. A lo largo de Deuteronomio, Moisés presenta la ley como un don glorioso, y para uno que la cumple dentro del contexto del pacto, es el camino hacia la vida y la bendición. En medio de la oscuridad del pecado y la alienación del ser humano, la Torá de Moisés brillaba como un estandarte de gloria y gracia. El Dios de Israel se reveló en la Torá, declaró los límites de conducta aceptables e inaceptables, y proveyó una forma de perdón. No debe sorprendernos que el salmista podía celebrar con tanto entusiasmo la vida que había en la Torá (Sal 119:1-176).
En el NT, esta Torá se cumplió en Jesucristo, y los apóstoles continúan con esta tradición. No hay división entre la ley del AT y la gracia del NT. El antiguo pacto y sus leyes eran gracia divina. Al redimir a Su pueblo e invitarlo a entrar en una relación de pacto, Dios podría haber dejado que ellos idearan respuestas ceremoniales y éticas para agradarle, como hacían las naciones cuyos dioses no escuchaban, ni veían ni hablaban. Al mismo tiempo, la gracia gloriosa que se proclama en el NT requiere una respuesta. Jesús, el Señor divino tanto del pacto antiguo como del nuevo, declaró que la obediencia a Sus mandamientos sería la prueba inevitable e imprescindible del amor a Él (Jua 14:15; Jua 14:21; Jua 14:23-24).
Es evidente que no todas las leyes asociadas al antiguo pacto continúan bajo el nuevo. Al pasar de la Israel étnica a la comunidad transnacional del pacto como objeto de la bendición divina, se suspendieron las exigencias externas que procuraban identificar a la nación de Israel como el pueblo del pacto. Pero, ¿qué sucede con el resto? Los teólogos que dividen la ley del antiguo pacto en requisitos civiles, ceremoniales y morales responden la pregunta declarando que las leyes morales, en especial las enmarcadas en el Decálogo, siguen vigentes. Sin embargo, el AT se niega a efectuar tales distinciones entre las tres clases de leyes (toda la vida es igualmente santa) o entre el Decálogo y el resto de las leyes que conforman el pacto de Dios con Israel; por lo tanto, se requiere un enfoque más cuidadoso donde se consideren todos los aspectos del antiguo pacto a la luz de su cumplimiento en Cristo. Al margen de toda otra cosa que se pueda decir sobre la relación entre la ley y el antiguo pacto y la ley y el nuevo, como herederos injertados en el pacto que Dios hizo con Abraham e Israel, los cristianos deben dar evidencia de su fe y posición privilegiada mediante una vida santa. Las Escrituras expresan al unísono el llamado a todos los redimidos para que respondan a la gracia de Dios con un amor sin reservas hacia Él y un amor con sacrificio personal hacia los demás. Ver Diez Mandamientos; Pentateuco; Torá.

Daniel I. Block

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