Versículos Bíblicos

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Gálatas 3 - Arcas-Fernandez (Nuevo Testamento)

El Espíritu se recibe por la fe

1. Gálatas, ¿cómo sois tan insensatos? ¿Quién os engatusó? ¡Y pensar que os puse ante los ojos a Cristo crucificado!

2. Decidme solamente una cosa: ¿en razón de qué recibisteis el Espíritu de Dios? ¿Por cumplir la Ley o por haber aceptado la fe?

3. Vuestra insensatez no tiene límites. Si el Espíritu estuvo en el origen de nuestra fe, ¿vais a terminar confiado en lo humano?

4. ¡No puedo creer que tan magníficas experiencias hayan sido baldías!

5. Pero vamos a ver: cuando Dios sigue repartiéndoos su Espíritu y realizando prodigios entre vosotros, ¿lo hace porque sois cumplidores de la Ley o porque habéis aceptado el mensaje de la fe?

El pacto de Dios con Abraham

6. Ahí tenéis el ejemplo de Abraham: Creyó a Dios, y esto le valió que Dios le concediera su amistad.

7. Comprended de una vez que la verdadera descendencia de Abraham son los creyentes.

8. Y la Escritura misma, previendo que Dios restablecería en su amistad a todas las naciones mediante la fe, anunció de antemano a Abraham esta buena nueva: Todos los pueblos de la tierra serán bendecidos por medio de ti.

9. Así que todos los que creen serán bendecidos junto con el creyente Abraham.

10. Por el contrario, cuantos viven pendientes de cumplir la Ley están bajo el peso de una maldición. Así lo dice la Escritura: Maldito sea quien no cumpla en todo momento lo escrito en el libro de la Ley.

11. Y es evidente que, a base de cumplir la Ley, nadie será restablecido por Dios en su amistad, ya que también dice la Escritura: Aquel a quien Dios restablece en su amistad por medio de la fe vivirá.

12. Pero la Ley no se nutre de la fe, sino que está escrito: Quien cumple sus preceptos, por ellos vivirá.

13. Fue Cristo quien nos libró de la maldición de la Ley, haciéndose por nosotros maldito. Que no en vano afirma la Escritura: Maldito sea todo el que pende de un madero.

14. La bendición de Abraham alcanzará así, por medio de Cristo Jesús, a todas las naciones, y nosotros recibiremos, mediante la fe, el Espíritu que Dios prometió.

15. Hermanos, voy a explicarme con un ejemplo tomado de la vida humana. Aun entre los hombres, nadie puede anular o modificar un testamento legalmente otorgado.

16. Ahora bien, Dios hizo las promesas a Abraham y a su descendencia. No se dice "y a tus descendientes" , como si fueran muchos, sino "y a tu descendencia" , refiriéndose a Cristo solamente.

17. Y digo yo: Dios hizo un pacto con Abraham y lo confirmó debidamente; no es, pues, posible que una Ley dada cuatrocientos treinta años más tarde viniera a anular aquel pacto y a cancelar de ese modo lo que Dios había prometido.

18. Si la herencia dependiera del cumplimiento de la Ley, ya no dependería de la promesa. Sin embargo, Dios otorgó su favor a Abraham en forma de promesa.

El propósito de la ley

19. Así las cosas, ¿qué sentido tiene la ley de Moisés? Se añadió con el fin de señalar lo que era pecado hasta el momento en que llegase Cristo, el descendiente prometido. La Ley fue promulgada por medio de ángeles, actuando Moisés de intermediario.

20. Pero el intermediario está de más cuando sólo entra en juego un individuo, y Dios es uno solo.

21. Ley de Moisés y promesas divinas, ¿son, entonces, algo opuesto? ¡De ningún modo! Si se hubiese promulgado una ley capaz de dar vida, sí bastaría con cumplir esa ley para ser restablecidos en la amistad divina.

22. Pero la Escritura presenta al mundo entero aherrojado por el pecado, precisamente para que la promesa que Dios hizo a los creyentes se cumpla por medio de la fe en Jesucristo.

23. Antes de llegar a la fe éramos prisioneros de la Ley, esperando encarcelados que se manifestase la fuerza de la fe.

24. La Ley nos condujo, como si de niños se tratase, hasta Cristo, fuente de nuestra salvación por medio de la fe.

25. Pero ahora, una vez que la fe ha llegado, ya no estamos bajo el dominio de aquel instructor que era la Ley.

26. En efecto, todos vosotros, los que creéis en Cristo Jesús, sois hijos de Dios.

27. Incorporados a Cristo por el bautismo, os habéis revestido de Cristo.

28. Ya no hay distinción entre judío y no judío, ni entre esclavo y libre, ni entre varón y mujer. En Cristo Jesús, todos sois uno.

29. Y si sois de Cristo, también sois descendientes de Abraham y herederos, según la promesa.