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Daniel 3 - Serafín de Ausejo 1975

Rescatados del horno de fuego

1. El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro de sesenta codos de altura por seis codos de anchura y la erigió en la llanura de Dura, en la provincia de Babilonia.

2. Después, el rey Nabucodonosor mandó convocar a los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas, jueces y a todas las autoridades de la provincia, para que asistieran a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había erigido.

3. Reuniéronse, pues, los sátrapas, prefectos, gobernadores, consejeros, tesoreros, juristas, jueces y todas las autoridades de la provincia para la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había erigido, y se pusieron ante la estatua alzada por Nabucodonosor.

4. El heraldo proclamó en voz alta: "A vosotros, pueblos, naciones y lenguas, se os manda lo siguiente:

5. En el momento en que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, de la cítara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, postraos para adorar la estatua de oro que ha erigido el rey Nabucodonosor.

6. El que no se postre y no la adore, será arrojado al instante a un horno de fuego ardiente".

7. Por eso, cuando todos los pueblos oyeron el sonido de la trompeta, de la flauta, de la cítara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron para adorar la estatua de oro que había erigido el rey Nabucodonosor.

8. Entonces se presentaron algunos caldeos y denunciaron a los judíos.

9. Tomaron la palabra y dijeron al rey Nabucodonosor: "¡Viva el rey eternamente!

10. Tú, ¡oh rey!, has dado un decreto según el cual todo el que oiga el sonido de la trompeta, de la flauta, de la cítara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música debe postrarse para adorar la estatua de oro;

11. y que el que no se postre y no la adore será arrojado a un horno de fuego ardiente.

12. Pues bien, hay algunos judíos, a quienes pusiste al frente de la administración de la provincia de Babilonia, concretamente Sidrac, Misac y Abdénago, que no han tenido en cuenta tu decreto, ¡oh rey!, no veneran a tu dios y no adoran la estatua de oro que has erigido".

13. Furioso entonces Nabucodonosor, ordenó llamar a Sidrac, Misac y Abdénago, que fueron conducidos a la presencia del rey.

14. Nabucodonosor tomó la palabra y les dijo: "¿Es verdad, Sidrac, Misac y Abdénago, que no veneráis a mis dioses y no adoráis la estatua de oro que he erigido?

15. ¿Estáis ahora dispuestos, en el momento en que oigáis el sonido de la trompeta, de la flauta, de la cítara, de la sambuca, del salterio, de la cornamusa y de toda suerte de instrumentos de música, a postraros para adorar la estatua que hice? Porque, si no la adoráis, seréis arrojados al instante a un horno de fuego ardiente. ¿Y quién es el dios que podría libraros de mis manos?".

16. Sidrac, Misac y Abdénago respondieron al rey Nabucodonosor: "No necesitamos dar una respuesta a tu pregunta.

17. Desde luego, nuestro Dios, a quien servimos, puede librarnos y nos librará del horno de fuego ardiente y de tus manos, ¡oh rey!

18. Pero en el caso de que no lo haga, has de saber, ¡oh rey!, que ni aun entonces veneraremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has erigido".

19. Entonces Nabucodonosor, enfurecido y con el semblante alterado a causa de Sidrac, Misac y Abdénago, ordenó encender el horno con un fuego siete veces mayor que el acostumbrado

20. y mandó a algunos de los hombres más robustos de su ejército que ataran a Sidrac, Misac y Abdénago y los arrojaran al horno de fuego ardiente.

21. Al instante, aquellos tres hombres fueron atados, y con sus calzones, túnicas, gorros y vestidos, fueron arrojados al horno de fuego ardiente.

22. Como la orden del rey era severa y el horno era un puro incendio, la llama del fuego abrasó a los que habían llevado a Sidrac, Misac y Abdénago,

23. mientras estos tres hombres, Sidrac, Misac y Abdénago, cayeron atados en medio del horno de fuego ardiente.

24. Se paseaban entre las llamas, alabando a Dios y bendiciendo al Señor.

25. Azarías, puesto de pie en medio de las llamas, abrió sus labios y oró así:

26. "Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, y digno de alabanza; y glorioso es tu nombre por los siglos.

27. Porque justo eres en todo lo que haces, todas tus obras son veraces, tus caminos rectos y todos tus juicios verdaderos.

28. Justas han sido tus sentencias cuando actuaste contra nosotros y contra Jerusalén, la ciudad santa de nuestros padres. Según verdad y justicia actuaste a causa de nuestros pecados.

29. Pues pecamos y procedimos inicuamente, alejándonos de ti, delinquimos en todo y no escuchamos tus preceptos;

30. no los guardamos ni procedimos como nos mandaste para nuestro bien.