Job 41 - Nueva Versión Internacional 19991. »¿Puedes pescar a Leviatán con un anzuelo, o atarle la lengua con una cuerda? 2. ¿Puedes ponerle un cordel en la nariz, o perforarle la quijada con un gancho? 3. ¿Acaso amablemente va a pedirte o suplicarte que le tengas compasión? 4. ¿Acaso va a comprometerse a ser tu esclavo de por vida? 5. ¿Podrás jugar con él como juegas con los pájaros, o atarlo para que tus niñas se entretengan? 6. ¿Podrán los mercaderes ofrecerlo como mercancía,[d] o cortarlo en pedazos para venderlo? 7. ¿Puedes atravesarle la piel con lanzas, o la cabeza con arpones? 8. Si llegas a ponerle la mano encima, ¡jamás te olvidarás de esa batalla, y no querrás repetir la experiencia! 9. Vana es la pretensión de llegar a someterlo; basta con verlo para desmayarse.[e] 10. No hay quien se atreva siquiera a provocarlo; ¿quién, pues, podría hacerle frente? 11. ¿Y quién tiene alguna cuenta que cobrarme? ¡Mío es todo cuanto hay bajo los cielos! 12. »No puedo dejar de mencionar sus extremidades, su fuerza y su elegante apariencia. 13. ¿Quién puede despojarlo de su coraza? ¿Quién puede acercarse a él y ponerle un freno? 14. ¿Quién se atreve a abrir el abismo de sus fauces, coronadas de terribles colmillos? 15. Tiene el lomo[f] recubierto de hileras de escudos, todos ellos unidos en cerrado tejido; 16. tan juntos están uno al otro que no dejan pasar ni el aire; 17. tan prendidos están uno del otro, tan unidos entre sí, que no pueden separarse. 18. Resopla y lanza deslumbrantes relámpagos; sus ojos se parecen a los rayos de la aurora. 19. Ascuas de fuego brotan de su hocico; chispas de lumbre salen disparadas. 20. Lanza humo por la nariz, como olla hirviendo sobre un fuego de juncos. 21. Con su aliento enciende los carbones, y lanza fuego por la boca. 22. En su cuello radica su fuerza; ante él, todo el mundo pierde el ánimo. 23. Los pliegues de su piel son un tejido apretado; firmes son, e inconmovibles. 24. Duro es su pecho, como una roca; sólido, cual piedra de molino. 25. Cuando se yergue, los poderosos tiemblan; cuando se sacude, emprenden la huida. 26. La espada, aunque lo alcance, no lo hiere, ni lo hieren tampoco los dardos, ni las lanzas y las jabalinas. 27. Al hierro lo trata como a paja, y al bronce como a madera podrida. 28. No lo hacen huir las flechas; ve como paja las piedras de las hondas. 29. Los golpes del mazo apenas le hacen cosquillas; se burla del silbido de la lanza. 30. Sus costados son dentados tiestos que en el fango van dejando huellas de rastrillos. 31. Hace hervir las profundidades como un caldero; agita los mares como un frasco de ungüento. 32. Una estela brillante va dejando tras de sí, cual si fuera la blanca cabellera del abismo. 33. Es un monstruo que a nada teme; nada hay en el mundo que se le parezca. 34. Mira con desdén a todos los poderosos; ¡él es rey de todos los soberbios!» |