Isaías 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dios se dispone ahora a terminar con todo lo humano en que habían puesto su confianza los israelitas, de forma que no hayan de tener sino desengaños en las esperanzas que habían puesto en ellos (v. Isa 3:1): «Porque he aquí que Jehová de las huestes quita de Jerusalén y de Judá sostén y apoyo». Es curioso que el hebreo tiene aquí un mismo vocablo, en forma masculina y en forma femenina, para dar a entender que les iba a faltar «toda clase de apoyo» (Slotki). De tal manera habían envejecido todas las instituciones del reino que, a la manera de un anciano (v. Zac 8:4), tenían que apoyarse en un bastón. Ahora Dios les iba a quitar también ese bastón.

1. El pan es el sustento de la vida. Pero Dios puede quitar «todo sustento de pan y todo socorro de agua» (v. Isa 3:1). Y justo es que así lo haga cuando lo que Él ha dado para provisión de la vida se toma provisión de concupiscencias. Con sólo retener la lluvia, puede retirar el suministro de pan y de agua (v. Deu 28:23, Deu 28:24). al retirar estas bendiciones, la vida del hombre se halla al borde de la muerte. Cristo es nuestro pan de vida y nuestra agua de vida (Jua 4:14; Jua 6:27). Si Él es nuestro sustento, hallaremos que ésa es la buena parte que no nos será jamás quitada.

2. Su ejército jefes, y soldados rasos, les serán quitados (vv. Isa 3:2, Isa 3:3): «El fuerte y el varón …; el capitán de cincuenta y el hombre de rango». El «fuerte» es el veterano avezado a la guerra, probado en muchas y duras batallas; el «varón» es el soldado valiente, alistado en el ejército; el «hombre de rango» (lit. elevado de rostro) es el que, con su sola presencia, impone respeto. El Dios de los ejércitos de Israel les enseña aquí que ni los fuertes deben gloriarse en su fuerza, ni los paisanos deben confiar demasiado en sus militares y personajes de rango.

3. También les serán quitados sus políticos, sus consejeros, sus hombres sabios y, en general, todos los aristócratas (vv. Isa 3:2, Isa 3:3): «El juez y el profeta, el adivino (que, al acudir a toda clase de superstición, aconsejaba a los gobernantes) y el anciano o consejero experimentado dentro del concejo local; los consejeros superiores, de tipo nacional, renombrados por su sabiduría, el hechicero astuto y el hábil encantador que, como dice Slotki, no podían ofrecer verdadera ayuda, pero contribuían de alguna forma a la estabilidad de las estructuras sociales ».

4. En lugar de príncipes prudentes y experimentados, Dios les va a poner (v. Isa 3:4) «jovenzuelos por príncipes, y gobernarán sobre ellos los caprichos» (lit.), es decir, niños pequeños que se dejan llevar por sus desatinados caprichos infantiles. Dice Moriarty: «Aquí y en el versículo Isa 3:12 es posible que haya una alusión a la juventud de Ajaz cuando subió al trono. Nada mejor que esta frase para indicar el desorden que habría cuando la autoridad se ponía en manos de irresponsables jóvenes».

5. Con todo esto, se ciernen sobre la sociedad el desorden y la violencia (v. Isa 3:5). Dios les enviaría entre ellos, como en Jue 9:23, un espíritu de discordia que les haría quebrantar todas las buenas normas de amistosa vecindad y de respeto social. Y, comoquiera que los príncipes eran jovenzuelos caprichosos, irresponsables, no habían de poner coto a tales violaciones del orden y de la paz. Mala señal es para una nación cuando la nueva generación resulta intratable e ingobernable. (¿Qué diría hoy M. Henry? nota del traductor ).

6. En tales circunstancias, toda persona prudente se negará a desempeñar en la sociedad funciones de responsabilidad (vv. Isa 3:6, Isa 3:7). Puesto que los príncipes y demás gobernantes no estarán capacitados para poner orden en tal caos, cada uno se atribuirá facultades para prescribir quiénes han de ejercer cargos de responsabilidad. Un ciudadano cualquiera (v. Isa 3:6) agarrará, para obligarle por la fuerza, a un pariente suyo, de la familia de su padre, y le dirá: Tú tienes manto, señal de que eres persona respetable; sé tú nuestro jefe (hebreo, qatsín, equivalente a nuestros locales «jueces de paz»).

7. Pero él (v. Isa 3:7) protestará, «levantará la mano» (lit.), en actitud de juramento, diciendo. No seré vendador (lit.), es decir, sanador de las heridas del pueblo. Los buenos gobernantes son médicos y vendadores que procuran unir a los súbditos, en lugar de ensanchar las diferencias que existen entre ellos. Pero, ¿por qué no querrá tal sujeto pechar con esa responsabilidad? Porque, dice él, «en mi casa no hay pan ni manto»; esto es, «yo soy tan pobre y desamparado como los demás, ¡bastante tengo con mis propios problemas!»

8. En el versículo Isa 3:8, el profeta resume la situación, y repite el motivo de tal desolación: Jerusalén y todo Judá se hallan en ese estado porque sus habitantes han provocado a Dios de palabra y obra, y han acarreado sobre sí mismos la ruina por haber desafiado a Jehová en Su propio rostro, como si se enorgulleciesen tanto más de despreciarle cuanto mayor era el conocimiento que tenían de Su gloria.

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