Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 2:10 | Comentario Bíblico Online
Aplicación práctica de esta enseñanza concerniente al reino del Mesías, al exhortar el salmista a los reyes y jueces de la tierra a que dejándose de cosas vanas (v. Sal 2:1), sean sensatos (v. Sal 2:10) y se sometan de buena gana al gobierno de Cristo. El que tiene poder para destruirlos muestra que no se complace en su destrucción, puesto que les exhorta a tomar una actitud que puede conducir a su felicidad. Lo que se dice a ellos, se dice a todos. Así que somos exhortados:
1. A reverenciar a Dios (v. Sal 2:11), pues toda nuestra adoración, así como nuestra conducta, ha de comenzar por un santo temor de Dios; es cierto que nos hemos de alegrar en el Señor (Flp 4:4), pero hemos de alegrarnos con temblor (v. Sal 2:11), es decir, con sentido de nuestra responsabilidad. Nuestra salvación se ha de llevar a cabo con temor y temblor (Flp 2:12), frase que significa: con respeto y sentido de la responsabilidad.
2. A dar nuestra acogida a Jesucristo y someternos a Él (v. Sal 2:12), pues este es el núcleo del cristianismo. (A) Hemos de besar al Hijo (v. Sal 2:12, lit.) con el gesto del vasallo que besa la mano de su señor y, además, con el gesto del amor sincero al que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros (v. Gál 2:20) y nos sigue amando (Apo 1:5; participio de presente en el original). (B) Las razones que respaldan este mandato divino: (a) La ruina segura de quienes rechacen a Cristo (v. Sal 2:12), ya que perecerán al enojarle; (b) la felicidad de quienes se sometan a Él (v. Sal 2:12), ya que son dichosos todos los que en Él se refugian (lit.). Dichosos verdaderamente son los que, al haber recibido a Cristo, tienen en Él su refugio y patrón en el día de la ira, pues mientras el corazón de los otros desfallezca de miedo, el corazón de ellos exultará de gozo.
Al cantar esto, y orar sobre ello, hemos de sentir el corazón lleno de un santo temor de Dios y, al mismo tiempo, de una alegre confianza en Cristo, en cuya mediación podemos consolarnos y animarnos a nosotros mismos, así como unos a otros.
