Salmos 58:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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De dos cargos culpa aquí David a los jueces inicuos:

1. De corrupción en su gobierno. Formaban un gremio, por lo que podía esperarse de ellos que no fuesen capaces de aceptar soborno; con todo, parece ser que sí lo eran, puesto que el hijo de Cis podía hacer por ellos lo que no pudo el hijo de Isaí (1Sa 22:7). A estos jueces que así abusaban del derecho y oprimían a los inocentes, se dirige David aquí (v. Sal 58:1): «¿De verdad pronunciáis justicia, oh dioses?» (lit.). Los llama «dioses» nota del traductor (v. Jua 10:34, comp. con Sal 82:6 ) por la facultad de juzgar, autoridad delegada del único que puede juzgar: Dios (comp. Mat 7:1). No obstante, el vocablo hebreo elem es oscuro, y ya Kimchi lo tradujo por «compañía». Tendríamos así el «gremio de justicia», al que parece aludir M. Henry. Cualquiera sea la traducción, vale la invectiva de David, como si dijese: «No, no juzgáis con justicia; vuestra conciencia misma os está gritando que no respondéis a la confianza que en vosotros se ha depositado como magistrados de la nación, pues (v. Sal 58:2) de corazón maquináis iniquidades; hacéis pesar la violencia de vuestras manos en la tierra». Cuanto más empeñado está el corazón en una acción mala, tanto mayor es la maldad de tal acción (Ecl 8:11). ¿Y cuál era esa maldad? Que empleaban la balanza de la justicia, que tiene que ser una balanza justa (comp. Job 31:6), para hacer que la violencia tuviese mayor peso que la equidad. Lo hacían en balanza falsa, pero bajo color de justicia, que es aún peor.

2. De corrupción en su naturaleza. Esta era la raíz de amargura de la que brotaba la hiel y el ajenjo (v. Sal 58:3): «Torcidos están los impíos desde la matriz (lit. enajenados); enajenados de la vida de Dios (Efe 4:18), y de sus principios, poderes y goces. Bien se les llama torcidos desde la matriz, de nacimiento; por lo que no se puede esperar de ellos otra cosa, sino el que obren traicioneramente (Isa 48:8). Se extravían de Dios tan pronto como nacen (es decir, tan pronto como pueden); la insensatez que está ligada al corazón de ellos aparece con el primer funcionamiento de su razón. Tres ejemplos se dan aquí de la corrupción de su naturaleza: (A) Falsedad. Pronto aprenden a decir mentiras y, para ello, doblan sus lenguas como sus arcos (v. Jer 9:3). (B) Mala intención. Su veneno (su mala voluntad) es como veneno de serpiente (v. Sal 58:4), el cual nace con la serpiente misma y no puede menos de hacer daño, de lo cual no cabe curación: ni la serpiente puede ser sanada de él ni los que son mordidos por ella. (C) Mala conciencia. De la misma manera que el áspid se hace el sordo a las artes del encantador (vv. Sal 58:4, Sal 58:5), así estos jueces inicuos se hacen el sordo a la voz de la conciencia hasta que la tienen cauterizada (1Ti 4:2), es decir, insensible. Acerca de esta clase de áspid sordo hay una leyenda según la cual cuando mediante la música u otro modo de encantamiento, se trata de hacerlo inofensivo, pega un oído al suelo y se tapa el otro con la cola, con lo que ya no puede oír la voz del encantador y así hace fracasar la intención de dominarlo.

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