Significado de INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA Según La Biblia | Concepto y Definición

INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA Significado Bíblico

¿Qué Es INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA En La Biblia?

“Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2Ti 3:16). B.B.Warfield argumenta que la palabra compuesta (theopneustos), traducida “inspirada por Dios”, se toma de manera equívoca de la Vulgata (lat. divinitus inspirata). En vez de una inspiración (por ej. una inhalación hecha por Dios), el griego de Pablo sugiere que la escritura es una “exhalación” divina (lo que Dios espiró, el producto de Su aliento creador). Lo que Pablo quiere decir no es que la Escritura inspira a la lectura (aunque lo hace) ni que los autores fueron inspirados (aunque lo fueron) sino que el origen de la Escritura significa que es la propia Palabra de Dios.
Es más, a veces ese versículo se traduce de manera incorrecta por “toda Escritura que es inspirada”, como si Pablo no creyera que toda la Escritura es inspirada. Sin embargo, en el versículo anterior alude como “sagradas Escrituras” no solo a una porción sino a todo el AT.
Para Pablo y los demás escritores de la Biblia, las Escrituras son “las palabras mismas de Dios” (Rom 3:2 NVI). Cuando la Escritura habla, Dios habla (1Co 6:16; Heb 3:7; Heb 10:15).
Teorías de la inspiración
Desde el punto de vista histórico se consideró la inspiración bíblica de cuatro maneras.
(1) La Biblia ha sido inspirada como cualquier otro buen libro con autores humanos. Esto no es lo que declara la Escritura ni tampoco lo que siempre ha creído la iglesia.
(2) La Biblia ha sido inspirada por Dios solo en forma parcial. Los defensores de esta teoría sostienen que solo las partes teológicas (no las científicas ni las históricas) de la Escritura son inspiradas, o que la Escritura es solo un registro de los actos históricos de salvación de parte de Dios, o que la Biblia contiene la Palabra de Dios en vez de ser la Palabra de Dios. Sin embargo, la inspiración asegura que la Escritura en sí es la palabra revelada de Dios que no solo da testimonio de la obra redentora de Dios sino que además la interpreta.
(3) La Biblia es divinamente inspirada sin participación plena de autores humanos. La teoría del dictado mecánico hace que la Escritura sea análoga a los mitos en cuanto a los orígenes del Corán o el Libro del Mormón, y es contraria a lo que la Biblia afirma acerca de sus orígenes.
(4) La Biblia es divinamente inspirada porque Dios obró en forma simultánea con los autores humanos en la producción del mensaje escrito que Él deseaba transmitir. Esta postura clásica enseña que el Espíritu Santo supervisó a más de 40 autores provenientes de una gran diversidad de trasfondos (pastores, reyes, profetas, pescadores, etc.) durante un período cercano a un milenio y medio, a fin de producir con coherencia sobrenatural no simplemente sus pensamientos sino las propias palabras de Dios para la humanidad.
Modo de inspiración
La Declaración de Chicago sobre Inerrancia Bíblica (1978) declara que el “modo divino de inspiración continúa siendo un misterio”. Sin embargo, pueden extraerse ciertas inferencias. Por ejemplo, los autores estaban divinamente preparados para escribir la Palabra de Dios de manera muy similar a cómo los profetas estaban listos para transmitirla en forma oral. “Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: ‘Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué […] y dirás todo lo que te mande. […] He aquí he puesto mis palabras en tu boca’” (Jer 1:4-9; comp. Éxo 4:11-16; 1Sa 3:1-21; Isa 6:1-9; Eze 2:3-10; Eze 3:1-11; Amó 7:14-15; Gál 1:15; Apo 1:10-11; Apo 1:19). Los apóstoles del NT fueron recibidos por la iglesia primitiva con la misma autoridad que los profetas inspirados del AT (1Co 2:9-13; 1Co 14:37; Col 4:16; 1Ts 2:13; 1Ts 5:27; 2Ts 3:6; 2Pe 3:2). Pedro se refirió a los escritos de Pablo como Escritura (2Pe 3:15-16; se infiere también en Jud 1:17-18).
Dios mismo escribió el Decálogo (Éxo 24:12; Éxo 31:18; Éxo 32:16), y los escritores de la Biblia en forma ocasional escribieron lo que Dios les dictaba (Éxo 34:27-28; Apo 1:10-11). Sin embargo, por lo general Dios usaba la personalidad, las meditaciones teológicas y el estilo literario de sus escritores escogidos. La inspiración no era algo continuo en la mente de los escritores (Jer 1:2; Jer 14:1; Jer 25:1; Jer 26:1). El mensaje divino con frecuencia sobrepasaba el entendimiento del autor (Dan 12:8-9; Luc 10:23-24; 1Pe 1:10-12). Los escritores de la Biblia no siempre eran conscientes de que la inspiración divina estaba obrando en ellos (Luc 1:3; la investigación histórica de Lucas). Los apóstoles pudieron escribir cartas de inspiración divina para responder preguntas y exponer sus opiniones (1Co 7:1; 1Co 7:25). El Espíritu Santo se ocupó de que cada libro de la Biblia contara con dos autores: uno humano y otro divino. Por lo tanto, la supervisión divina de la Escritura garantiza su inerrancia.
Inerrancia
P. D. Feinberg definió la inerrancia como “la postura de que cuando todos los hechos sean conocidos, demostrarán que la Biblia en sus mss. originales y correctamente interpretada es completamente cierta y nunca falsa en lo que asevera, sea en lo relativo a la doctrina, a la ética o a las ciencias sociales, físicas o de la vida” (Diccionario Evangélico de Teología).
La inerrancia se limita solo a los escritos bíblicos originales: los autógrafos (Declaración de Chicago: “Las copias y las traducciones de la Escritura son la Palabra de Dios en la medida en que representen fielmente el original”). Aunque este énfasis de los conservadores acerca de los autógrafos es con frecuencia ridiculizado, el énfasis es esencial y sensato. Si comparamos al autor del texto original con un escriba o traductor posterior, el primero llevó a cabo una tarea sobrenatural para la que era necesaria la total supervisión del Espíritu Santo. El texto se escribió una sola vez y para siempre. Si el escrito original hubiera tenido errores, las copias y las traducciones siguientes jamás podrían haber llegado como verdad revelada de Dios. Por lo tanto, el cristiano evangélico que enfatiza la inerrancia de los mss. originales no desautoriza las copias ni las traducciones, sino que quienes las socavan son los que niegan la inerrancia de los autógrafos. El orden de transmisión evidente es del original a la copia y a la traducción. La fe bíblica, entonces, no debe reconocer error en los autógrafos pero debe ser consciente de la posibilidad de error en la copia o la traducción. Ser conscientes de esto ha llevado al estudio cuidadoso del proceso de transmisión textual y de los idiomas originales.
Gracias a Dios, la providencia divina ha velado por la transmisión de las copias escriturales durante 3000 años. La destacada labor de conservación del AT realizada por escribas masoréticos está bien documentada, y las copias del NT son más numerosas que cualquier otra obra antigua, lo cual otorga absoluta confianza de que contamos con lo escrito por los apóstoles. (No es cierto que el uso de textos críticos modernos en contraposición al Textus Receptus podría opacar o corromper la doctrina bíblica. El amplio consenso entre los eruditos textuales conservadores es que las variaciones en las copias son insignificantes en cuanto a doctrina.)
La inerrancia es una cuestión de fe, y los eruditos no la pueden demostrar. Sin embargo, muchos ataques contra la veracidad de la Escritura son desde un principio obstinados por parte de aquellos que insisten con un criterio arbitrario para la inerrancia. Como manifiesta la Declaración de Chicago, la inerrancia no queda “invalidada por fenómenos bíblicos tales como falta de precisión, técnica moderna, irregularidades en gramática o en ortografía, descripciones de la naturaleza basadas en la observación, lista de falsedades, uso de hipérbole y de cifras redondeadas, disposición temática del material, diversas selecciones de material en los registros paralelos, ni uso de citas libres”. Las acusaciones con respecto a otros tipos de presuntos errores son con frecuencia sumamente exageradas. En efecto, la mayoría de las dificultades bíblicas han cedido ante la paciente labor de los eruditos a la que se puede acceder gracias a los calificados comentarios conservadores.
De modo que, la primera respuesta apropiada es intentar armonizar las aparentes discrepancias de textos en vez de presuponer un error. Tal vez algunas dificultades no cedan a la investigación a menos que salgan a la luz más hechos históricos o arqueológicos. Y si no se dilucidan algunos problemas textuales, la confianza evangélica reconoce que si se conocieran todos los hechos pertinentes, no se hallarían errores en la Biblia. En el análisis final, el seguidor de Jesús pone en práctica esta clase de confianza en la Palabra de Dios porque ha sido exigida mediante el ejemplo del Señor mismo.
La actitud de Jesús hacia la Escritura
En la actualidad, algunos intentan señalar a Cristo como la revelación suprema de Dios en contra de la revelación escritural. Jesús reprendió a aquellos que en su época escudriñaban las Escrituras pero no reconocían que estas daban testimonio de Él (Jua 5:39). Pero no los amonestó por escudriñar las Escrituras; después de todo, estas dan testimonio de Cristo por sí solas. No existe otra manera de conocerlo. Cristo es el centro de la fe cristiana, y el camino a Él es por el medio que el Espíritu de Dios usa para este fin: la Biblia inspirada por Dios.
La actitud del discípulo hacia la Escritura no debería ser otra que la que el Maestro tiene: la Escritura es suprema y fidedigna (Mat 4:4; Mat 4:7; Mat 4:10; Jua 10:35) porque es la Palabra de Dios inspirada. Su reverencia y Su confianza hacia el AT fue contundente (Mat 5:17-19; Mat 26:54; Luc 16:17; Luc 18:31). Ver Revelación de Dios.

Ted Cabal

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí