Significado de PROFECÍA, PROFETAS Según La Biblia | Concepto y Definición

PROFECÍA, PROFETAS Significado Bíblico

¿Qué Es PROFECÍA, PROFETAS En La Biblia?

Recepción y declaración de una palabra de parte del Señor a través de una instancia directa del Espíritu Santo y el instrumento humano correspondiente.
Antiguo Testamento
Se utilizan tres términos clave para referirse al profeta. Ro’eh y hozeh se traducen “vidente”. El término más importante, navi’, se traduce generalmente “profeta”. Probablemente significaba “uno que es llamado a hablar”.
Historia
Moisés, tal vez el líder más grande de Israel, fue un prototipo profético (Hch 3:21-24). Apareció con Elías en la transfiguración (Mat 17:1-8). Israel buscaba un profeta como Moisés (Deu 34:10).
Los profetas también desempeñaron un papel en la conquista y en el establecimiento en la Tierra Prometida. La profetisa Débora predijo victoria, pronunció juicio sobre el dubitativo Barac, y hasta identificó el momento adecuado para atacar (Jue 4:6-7; Jue 4:9; Jue 4:14). Samuel, que guió a Israel durante la transición hacia la monarquía, fue profeta, sacerdote y juez (1Sa 3:20; 1Sa 7:6; 1Sa 7:15). Podía ver el futuro en visiones (1Sa 3:11-14) y pedirle a Dios truenos y lluvia (1Sa 12:18). Samuel guió a la victoria contra los filisteos (1Sa 7:1-17), y Dios lo utilizó para ungir reyes. Gad y Natán sirvieron como profetas del rey. Elías y Eliseo les ofrecieron críticas y consejos a los reyes. Los profetas no solo predecían el futuro; sus mensajes además instaban a Israel a honrar a Dios. Sus profecías no eran principios generales sino palabras específicas que correspondían al contexto histórico de Israel.
De manera similar, los profetas clásicos o que dejaron testimonio escrito estuvieron ligados a la historia. La conmoción política de Israel proporcionó el contexto para dichos profetas. La asunción al poder de los asirios luego del 750 a.C. proveyó el núcleo de los ministerios de Amós, Oseas, Isaías y Miqueas. La amenaza de Babilonia fue el trasfondo y el motivo de gran parte del ministerio de Jeremías y Ezequiel. El advenimiento del Imperio Persa en la última parte del siglo VI estableció el escenario para profetas como Abdías, Hageo, Zacarías y Malaquías. De modo que, los profetas hablaron de parte de Dios a lo largo de toda la historia de Israel.
Los profetas tuvieron influencia sobre casi todas las instituciones de Israel, a pesar de que muchas veces se los miraba con desprecio, se los encarcelaba (Jer 37:1-21), se los ignoraba (Isa 6:9-13), y se los perseguía (1Re 19:1-2). Además de servir a jueces y reyes, los profetas también se refirieron a la adoración de Israel. Criticaron la adoración vana (Amó 5:23-24) y los fracasos sacerdotales (Amó 7:10; Mal 2:1-17). La palabra del Señor también se entregaba durante la adoración (Sal 50:5; Sal 60:6; Sal 81:6-10; Sal 91:14-16; Sal 95:8-11). El llamado de los profetas a la fidelidad al pacto revelaba la existencia de una conciencia de la ley (Isa 58:6-9; Eze 18:1-32; Miq 6:6-8; Ose 6:6; Amó 2:4; Amó 5:21-24).
Los profetas formaban asociaciones o escuelas (2Re 4:38; 1Sa 10:5; 1Sa 19:20). Aunque la mayoría de las referencias a las escuelas proféticas pertenecen al período de la monarquía, existen evidencias para creer que continuaron (Jer 23:13-14). La mera existencia de los libros de profecía se debe, probablemente y en parte, a los ayudantes de los profetas (Jer 36:4). Tal vez sus palabras se registraban porque proporcionaban un desafío moral para toda la nación y no meramente para un rey o un individuo. Con seguridad, una vez que las palabras del profeta se habían escrito, no se ignoraban sino que continuamente se estudiaban y se volvían a aplicar.
La experiencia del profeta
Por lo general, los profetas tenían en común varias experiencias y características.
(1) Una marca esencial era el llamado de Dios. El intento de profetizar sin ese llamado daba como resultado una profecía falsa (Jer 14:14). A veces, a los profetas se les permitió ver la sala del trono o la corte celestial (Isa 6:1-7; 1Re 22:19-23; Jer 23:18-22; comp. Amó 3:7; Job 1:6-12; Job 2:1-6; 2Co 12:1-4; Apo 1:1-3; Apo 22:18-19).
(2) Los profetas recibían palabra de Dios a través de muchas maneras: declaraciones directas, visiones, sueños o una aparición divina. La gran variedad en la experiencia profética prohíbe cualquier simplificación excesiva; las experiencias de éxtasis no eran indispensables.
(3) Los profetas hablaban la palabra de Dios. Ante todo eran voceros que llamaban al pueblo a la obediencia apelando al pasado y al futuro de Israel. Por ejemplo, la bendición pasada y el juicio futuro de Dios debían provocar justicia social y misericordia para el desfavorecido.
(4) Los profetas transmitían el mensaje de Dios a través de obras así como de palabras. Realizaban actos simbólicos que servían como dramáticas parábolas vivientes. El matrimonio de Oseas enseñó sobre la relación de Dios con Israel (Ose 2:1-13; Isa 20:1-3; Eze 4:1-3; Jer 19:10-11).
(5) Los profetas también realizaban milagros que confirmaban su mensaje. Aunque algunos profetas como Moisés (Éxo 4:1-9) y Elías (1Re 17:1-24) hicieron muchos milagros, prácticamente todos los profetas vieron en algún momento un cumplimiento milagroso de la palabra de Dios (Isa 38:8). Esta capacidad también incluía sanidad (1Re 17:17-22; 2Re 5:1-27; Mat 12:22-29).
(6) Los profetas también transmitían la palabra de Dios por escrito (Isa 8:1; Eze 43:11).
(7) Los profetas debían ministrarle al pueblo. Tenían que poner a prueba la vida del pueblo de Dios (Jer 6:27) y actuar como guardianes ante los compromisos morales (Eze 3:17). Era particularmente importante el rol de intercesor, incluso a veces para su propio enemigo (1Re 13:6; 1Re 17:17-24; 2Re 4:18-37; Amó 7:2; Jer 14:17-21; Isa 59:16).
(8) A lo largo de toda la historia de Israel, los profetas genuinos tuvieron experiencias extáticas.
Falsos profetas
Era muy difícil distinguir entre profetas verdaderos y falsos, aunque en el AT surgen varias pruebas de autenticidad. El profeta verdadero debía ser leal a la fe bíblica al dirigir a la persona a adorar solo a Yahvéh (Deu 13:1-3). Una segunda prueba requería que las palabras de un verdadero profeta se cumplieran (Deu 18:22; Jer 42:1-6; Eze 33:30-33). Esta era una prueba difícil de aplicar. Muchas veces, transcurrían lapsos largos entre las predicciones y el cumplimiento (Miq 3:12; Jer 26:16-19). Algunas predicciones parecían bastante improbables y otras eran condicionales, basadas en la respuesta del receptor (Jon 3:4-5). Además, los profetas se podían comportar de manera inadecuada (Núm 12:1-2; Núm 20:1-12; Jer 15:19-21; Jer 38:24-27). A veces, parecían ambivalentes cuando entregaban la palabra de Dios tal como les había sido dada (2Re 20:1-6). También se podía predecir correctamente sin ser leal a Yahvéh (Deu 13:1-3). La predicción precisa no era una prueba definitiva. Otras pruebas incluían concordancia con las palabras de profetas anteriores (Jer 28:8), buen carácter (Miq 3:11), y disposición a sufrir a causa de la fidelidad (1Re 22:27-28; Jer 38:3-13). Del mismo modo, los creyentes del NT tenían que distinguir la profecía verdadera (1Jn 4:1; 1Co 14:29). Ver Falso profeta.
Pautas para la interpretación
Los profetas procuraban evocar fe mediante la proclamación, no meramente predecir el futuro. Por lo tanto, es inadecuado leer a los profetas con una curiosidad morbosa. Nuestro deseo principal debe ser conocer a Dios y no simplemente los hechos del futuro.
El intérprete debe recordar la perspectiva limitada del profeta. Estos no lo sabían todo sino que lo decían todo; es decir, decían todo lo que Dios les había dicho que dijeran. La profecía tiene un carácter progresivo. Uno debe procurar leerla como un todo y obtener una reflexión parcial de parte de los diferentes profetas. A la profecía también hay que leerla en su contexto histórico. Se debe prestar particular atención a la intención del profeta. Por ejemplo, este podía reprender a otro país para que le prestara ayuda a Israel (Isa 46:1-13; Isa 47:1-15), hacer que Israel examinara su propia conducta (Amó 1:1-15; Amó 2:1-16), o conducir a una nación al arrepentimiento (Jon 3:4; Jon 3:8-9).
Se debe tener cautela al leer la profecía predictiva porque, por lo general, tiene más de un cumplimiento. Muchas profecías tienen una aplicación inmediata a la situación en que se pronunció, y también se aplican a otro contexto. Así, la predicción de que el Cristo nacería de una virgen (Mat 1:23) también tuvo un cumplimiento en los días de Isaías (Isa 8:3). De manera similar, las profecías acerca del “día del Señor” tienen varios cumplimientos (parciales) que también anticipan un cumplimiento final (Abd 1:15; Joe 1:15; Joe 2:1; Sof 1:7; Sof 1:14; Eze 30:3; comp. 2Pe 3:10).
Los evangélicos modernos entienden las profecías predictivas de diversas maneras.
(1) Algunas parecen tener un cumplimiento directo, literal: el Mesías iba a nacer en Belén (Mat 2:5-6; Miq 5:2).
(2) No todas se cumplían literalmente. Jesús enseñó que la predicción acerca del regreso de Elías se cumplió en Juan el Bautista y no en un Elías literal (Mat 11:13-15; Mal 3:1-4). Asimismo, Pablo aplicó a la iglesia las profecías literales referidas a la nación de Israel (Rom 9:25-26; Ose 1:9-10; Ose 2:23). El padre literal de Israel, Abraham, era visto como el padre de la iglesia creyente (Rom 4:11; Rom 4:16; Gál 3:7). Se creía que esta lectura cristiana muy particular era legítima debido al cumplimiento y a la interpretación del AT que realizó Cristo (Luc 4:17-21).
(3) Esta lectura cristiana del AT adquiere, por lo general, la forma de interpretación tipológica. Los autores del NT creían que los sucesos, las personas o las cosas del AT anunciaban la historia cristiana posterior. Por lo tanto, usaban las imágenes del AT para entender las realidades del NT. A Cristo se lo puede comparar con Adán (1Co 15:22-23; 1Co 10:11).
(4) Algunos lectores creen que las palabras del AT adquieren un significado o “sentido más completo”. Las expresiones del AT pueden tener un significado divino que el escritor del AT no previó y que sale a la luz recién después de una palabra o una obra posterior de Dios. Ver Tipología.
Nuevo Testamento
El verbo derivado del sustantivo prophetes significa “predecir” o “hablar por”. Por lo tanto, se refiere a uno que habla de parte Dios o de Cristo. A los profetas también se los llamaba pneumatikos, “espirituales” (1Co 14:37). Los profetas desempeñaron un papel fundamental en la iglesia primitiva (1Co 12:28-31; Efe 4:11; Efe 2:20). Debido al supuesto silencio profético entre ambos Testamentos, la venida de Jesús se ve como irrupción de la obra del Espíritu visible especialmente en la profecía. Por ejemplo en Lucas, la visitación y la predicción del ángel (Luc 1:11; Luc 1:26-27) hicieron que María y Zacarías profetizaran (Luc 1:46-79). Luego de una visita angelical a los pastores, el profeta y la profetisa declararon que Jesús era la redención que esperaba Israel (Luc 2:10-12; Luc 2:25; Luc 2:36-38). Juan el Bautista también predijo que Jesús bautizaría en el Espíritu (Mat 3:11).
Jesús se autodenominó profeta (Luc 13:33). Sus milagros y Su discernimiento se consideraron correctamente como proféticos (Jua 4:19). No enseñaba citando a rabinos expertos sino con Su propia autoridad profética (Mar 1:22; Luc 4:24).
Los creyentes de la iglesia primitiva vieron el derramamiento del Espíritu (Hch 2:17) como cumplimiento de la predicción de Joel de que todo el pueblo de Dios, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, profetizarían. Es probable que estos dones se intensifiquen al final de los tiempos, como también sucederá con el mal. Aunque cualquier cristiano podía ocasionalmente recibir una profecía, algunos parecen tener un don especial (1Co 12:29; 1Co 13:2). Los profetas actúan principalmente en la adoración de la iglesia (Hch 13:2). Predicen (Hch 11:28; Hch 20:23; Hch 27:22-26), anuncian juicios (Hch 13:11; Hch 28:25-28), actúan simbólicamente (Hch 21:10-11) y reciben visiones (Hch 9:10-11; 2Co 12:1). El discernimiento profético condujo a actividades misioneras (Hch 13:1-3; Hch 10:10-17; Hch 15:28; Hch 15:32). Aunque la enseñanza y la profecía son diferentes, también pueden estar relacionadas (Hch 13:1-2; Apo 2:20). Algunos profetas “predicaban” mensajes extensos (Hch 15:32) y hacían exposición de textos bíblicos (Luc 1:67-79; Efe 3:5; Rom 11:25-36).
Los profetas usaban frases tales como “el Señor dice” o “el Espíritu Santo dice” a modo de fórmulas introductorias para el discernimiento profético del futuro (Hch 21:11) o para la adaptación inspirada de un texto del AT (Heb 3:7).
La profecía del NT era limitada (1Co 13:9); debía ser evaluada por la congregación (1Co 14:29; 1Ts 5:20-21). Hasta era posible que se respondiera inadecuadamente a la profecía (Hch 21:12). La prueba suprema de la profecía es la lealtad a Cristo (1Co 12:3; Apo 19:10). Algunos cristianos tienen el don de discernimiento (1Co 12:10). Jesús dijo que a los profetas se los podía conocer por el fruto (Mat 7:15-20). Pablo exigía una profecía ordenada, que honrara a Cristo, que edificara y que se sometiera a la autoridad apostólica (1Co 14:26-40). Por lo tanto, la profecía tiene restricciones. La circunstancia incluso puede llegar a exigir que se estipule la vestimenta de los hombres y de las mujeres profetas (1Co 11:5-7). El camino seguro es ignorar la profecía que está fuera de la autoridad apostólica; de esta manera, no es una amenaza a la autoridad especial de la Escritura (1Co 14:38-39; 2Ti 3:16; 2Pe 1:20-21).

Randy Hatchett

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