Significado de REVELACIÓN DE DIOS Según La Biblia | Concepto y Definición

REVELACIÓN DE DIOS Significado Bíblico

¿Qué Es REVELACIÓN DE DIOS En La Biblia?

Contenido y proceso por el cual Dios se da a conocer a las personas. Todo conocimiento de Dios viene por medio de revelación. El conocimiento humano sobre Dios es un conocimiento revelado, ya que solo Dios lo otorga. Él atraviesa la brecha entre sí mismo y Sus criaturas, y se revela a sí mismo y revela Su voluntad. Solo por medio de Dios puede ser conocido Dios.
El pensamiento moderno suele cuestionar la posibilidad y/o realidad de la revelación. La fe bíblica afirma que la revelación es real porque el Creador personal, Dios, escogió permitir que Sus criaturas humanas lo conozcan. La pregunta es: “¿Cómo puede una persona conocer a Dios?” La Biblia parece distinguir dos formas: mediante la revelación general y la especial.
El énfasis bíblico señala a Jesucristo como la revelación final de Dios, quien de manera continua ha proporcionado a las generaciones de creyentes la Biblia, una fuente de conocimiento sobre sí mismo y sobre Su Hijo.
Definición
“Revelación” significa descubrir, quitar el velo, mostrar lo que antes se desconocía. La revelación de Dios es Su manifestación a la humanidad, de tal manera que hombres y mujeres puedan conocerlo y tener comunión con Él. Jesús le explicó a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mat 16:17). El conocimiento de la condición de Jesús como Hijo no se obtuvo mediante un descubrimiento humano, ni podría haber sido así; provino de Dios mismo.
Todos los cristianos reconocen que Dios actuó y habló en la historia para revelarse a Sus criaturas. Sin embargo, varias opiniones buscan definir qué constituye la revelación.
Revelación general
Dios y Su creación se diferencian. No obstante, Dios podría revelarse a través de Sus acciones en este mundo. Además de decir o escribir cosas, las personas pueden revelar hechos sobre sí mismas de otras formas, tales como gestos físicos o expresiones faciales. A veces las acciones de las personas comunican si son egoístas o generosas, torpes o habilidosas. Una mueca, una sonrisa o un entrecejo fruncido pueden, a menudo, comunicar algo. Trasladar estas cosas a un contexto teológico no es sencillo porque Dios no es un ser visible. Él no tiene características faciales ni partes del cuerpo para gesticular. Decir que Dios se revela a través de la naturaleza significa que lo hace por medio de acontecimientos del mundo físico; Dios nos comunica cosas sobre sí mismo que no podríamos conocer de otra manera.
¿Qué clases de cosas podría decirnos Dios de esta forma? Pablo explicó: “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Rom 1:20 LBLA). El salmista (Sal 19:1) vio la gloria de Dios a través de las “gafas” de la revelación especial. Lo que el salmista vio estaba objetiva y verdaderamente allí. Podemos parafrasear estas observaciones diciendo que todo lo que puede conocerse con respecto a Dios, en un sentido natural, se reveló en la naturaleza. Esto es lo que se denomina revelación natural o general, que es universal en el sentido de que es la declaración del Ser divino en forma general a todas las personas, en todos los tiempos y en todos los lugares. La revelación general se produce
(1) a través de la naturaleza;
(2) en nuestra experiencia y en nuestra conciencia, y
(3) en la historia.
Dios se manifiesta a sí mismo en las maravillas de los cielos y en la belleza de la tierra. Jesús enseñó que Dios “hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos” (Mat 5:45), revelando así Su bondad para con todos. “El Dios Vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay […] no dejó de dar testimonio de Sí mismo, haciendo bien y dándonos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría” (Hch 14:15-17 LBLA). Dios se da a conocer mediante Su cuidado y provisión continuos para con la humanidad. El universo entero sirve a los propósitos del Creador como vehículo de la propia manifestación divina.
Él también se revela a sí mismo en hombres y mujeres que están hechos a “imagen” y “semejanza” de Dios (Gén 1:26-27). Los seres humanos, como creación directa de Dios, son un espejo o reflejo de Él; son una obra singular de Dios, lo cual se manifiesta por el lugar de dominio que ocupan sobre el resto de la creación; por su capacidad de razonamiento, sentimiento e imaginación; por su libertad de acción y respuesta, y por su sentido del bien y del mal (Gén 1:28; Rom 2:14-15). Dios se revela especialmente a través de este sentido moral en la conciencia de hombres y mujeres. Que la creencia y la práctica religiosa sean universales confirma lo enunciado por el apóstol en Rom 2:1-29. Sin embargo, las criaturas que adoran, oran, construyen templos, ídolos y santuarios y buscan a Dios de diversas maneras, no lo glorifican ni le dan gracias (Rom 1:21-23). Con todo, debido a que a cada persona se le ha otorgado la capacidad de recibir la revelación general de Dios, ellas son responsables de sus acciones.
Dios se manifiesta en el devenir de la historia. Toda la historia, comprendida correctamente, lleva la huella de la actividad de Dios y, de este modo, posee un carácter teológico. Ante todo, Dios se revela en la historia mediante el ascenso y la caída de pueblos y naciones (comp. Hch 17:22-31).
La revelación general de Dios es simple, ya sea en la naturaleza, en la conciencia humana o en la historia. A pesar de ser simple, con frecuencia es mal interpretada porque los hombres pecadores y finitos tratan de entender a un Dios perfecto e infinito. Lo mencionado hasta ahora es compatible con lo siguiente:
(1) La creencia religiosa es un fenómeno humano casi universal.
(2) Dicha creencia religiosa es implantada por Dios.
(3) Todas las personas deberían reconocer a Dios sobre la base de lo que aprendieron del mundo que los rodea.
(4) Todas las personas creen en Dios y muestran su fe aunque no lo admitan.
(5) Nadie, sin importar lo aparentemente insignificante y falto de carácter que sea, puede ser disculpado de pasar por alto la revelación de Dios.
La luz que proporciona la naturaleza no es suficiente para obtener el conocimiento de Dios necesario para la salvación. El poder de Dios (Rom 1:20), Su bondad (Mat 5:45) y Su justicia (Rom 2:14-15) han sido revelados, pero no así Su gracia salvadora, que solo puede descubrirse mediante una revelación especial. Esta revelación es necesaria para enseñarle a las personas a adorar a Dios en forma correcta. En la revelación general, Dios se manifiesta a sí mismo pero, debido a nuestra pecaminosidad, los seres humanos corrompemos la recepción de esta revelación, la cual es tan simple que nos deja a todos sin excusa. Es como si a un abogado se le ofreciera la información necesaria para resolver un caso y este optara por ignorarla de manera perversa.
En resumen, a los seres humanos les falta la disposición para llegar a un conocimiento puro y claro de Dios. Hombres y mujeres suprimen la verdad divina porque no les agrada. No les agrada el Dios hacia quien esa verdad los conduce; por lo tanto, inventan dioses y religiones para sustituirlo. La universalidad de la religión en el mundo es prueba de las verdades presentadas más arriba. Según Pablo, el acto de suprimir el conocimiento de Dios y Sus mandatos corrompe nuestra razón y nuestra conciencia. Debido a este rechazo hacia Dios, Él revela con toda justicia Su ira contra la humanidad. La revelación general de Dios no nos sitúa en una relación de salvación para con Dios; lo que sí hace es revelarlo ante Sus criaturas quienes son, por lo tanto, responsables de la respuesta que manifiestan. Esta perspectiva de la revelación general solo puede ser aceptada mediante la revelación especial.
Revelación especial
Dios se ha revelado en la naturaleza, en la experiencia humana y en la historia, pero la entrada del pecado en el mundo cambió tanto la revelación así como su interpretación. Necesitamos Su revelación especial para entender plenamente la revelación de la esencia de Dios. La verdad divina existe fuera de la revelación especial, pero es coherente y complementaria con esta y no un sustituto.
En contraste con la revelación general de Dios, que está a disposición de todas las personas, la revelación especial solo está disponible para determinadas personas, en determinados tiempos y lugares. Ahora solo se obtiene al consultar las Sagradas Escrituras. La revelación especial es, ante todo, particular. Dios se revela a Su pueblo, que son los hijos de Abraham, ya sea por descendencia natural (Gén 12:1-3) o espiritual (Gál 3:16; Gál 3:29). ¿Significa esto que Dios restringe el conocimiento de sí mismo a un pueblo en particular? No necesariamente, ya que la revelación general de Dios ha sido dada a todos, a pesar de haber sido corrompida y rechazada por la maldad universal de la humanidad. Él ahora elige a quién y, a través de quién, se dará a conocer. Con respecto a Abraham, Dios dijo: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gén 12:3). Dios se manifiesta a Su pueblo de un modo particular de manera que ellos puedan ser un canal de bendición para todos los demás.
La revelación especial también es progresiva. La historia bíblica atestigua una revelación gradual de Dios, Su voluntad y Su verdad en el AT y en el NT. El desarrollo no es de ningún modo contradictorio.
Es complementario y suplementario a lo que se había revelado anteriormente. No debemos pensar en un avance de falsedad a verdad sino de una revelación menos completa a otra más plena (Heb 1:1-3). La revelación de la ley en el AT no es sustituida por el evangelio sino que se completa en él.
La revelación especial es principalmente redentora y personal. Conociendo la condición de los seres humanos, en el principio Dios eligió revelarse de un modo más directo. En tiempo y espacio, Dios ha actuado y hablado para redimir a la raza humana de la maldad que se autoimpuso. Dios se reveló a sí mismo en la historia a través del llamamiento de personas, de milagros, del éxodo, de pactos establecidos y, por último, por medio de Jesucristo.
La culminación de la revelación personal de Dios es Jesucristo. En Él, el Verbo se hizo carne (Jua 1:1; Jua 1:14; Jua 14:9). La promesa del AT de salvación como don divino para las personas, que no pueden salvarse a sí mismas, se cumplió en la entrega de Su Hijo. La revelación redentora de Dios es que Jesucristo cargó con los pecados de la humanidad caída, murió por ella y resucitó para asegurar la justificación. Este es el centro de la revelación especial.
Esta además tiene el carácter de una proposición. Incluye no solo aquellos actos personales y redentores de la historia sino también la interpretación profética y apostólica de dichos acontecimientos. La revelación de Dios es proposicional porque le dio a conocer a Su pueblo verdades acerca de sí mismo. El conocimiento sobre alguien precede al conocimiento íntimo de esa persona. El propósito principal de la revelación no es necesariamente ampliar nuestro conocimiento. Sin embargo, el conocimiento proposicional tiene como fin el conocimiento personal.
De este modo, podemos afirmar que la revelación especial posee tres etapas:
(1) la redención en la historia, que se centra finalmente en la obra de nuestro Señor Jesucristo;
(2) la Biblia, la revelación escrita que interpreta lo que Él hizo para la redención de hombres y mujeres;
(3) la obra del Espíritu Santo en las personas y en la iglesia, al aplicar la revelación de Dios a la mente y el corazón de Su pueblo. Como resultado, hombres y mujeres reciben a Jesucristo como Señor y Salvador, y pueden seguirlo fielmente en una comunidad de fe según el pacto toda la vida.
El contenido principal de la revelación especial es Dios mismo. El misterio perdura incluso en dicha revelación de sí mismo. Dios no se revela por completo a nadie. Sin embargo, sí se les revela a las personas hasta el grado en que puedan recibir dicho conocimiento. La revelación especial es la declaración de la verdad acerca de Dios, Su carácter y Su acción, y de la relación con Su creación a fin de reunir todas las cosas en Cristo, la única cabeza (Efe 1:9-10).
El marco apropiado de la revelación especial es la fe cristiana. Dios se da a conocer a aquellos que reciben Su revelación con fe (Heb 11:1; Heb 11:6). Fe es aceptar con gozo la verdad; recibir la revelación de Dios sin reservas ni vacilaciones (Rom 10:17).
La Biblia es de vital importancia en la actualidad. A través de ella, el Espíritu testifica a las personas sobre la gracia de Dios y la necesidad de una respuesta de fe. En la Biblia aprendemos que Dios redime en Cristo Jesús a los pecadores. Nuestra respuesta de fe a la Palabra y los hechos de Dios, registrados e interpretados por los profetas y apóstoles, nos pide que asimilemos con humildad, docilidad y sin críticas lo que se enseña en las Sagradas Escrituras.
En resumen, podemos decir que Dios ha comenzado la revelación de sí mismo a hombres y mujeres. Esta es comprensible para la humanidad y hace posible que conozcamos a Dios y crezcamos en nuestra relación con Él. La autorrevelación divina proporciona información sobre Él a fin de llevar a hombres y mujeres a Su presencia. En el presente, para los cristianos la Biblia es la fuente de la revelación de Dios. En la palabra escrita podemos identificar a Dios, conocer y comprender algo acerca de Su persona, Su voluntad y Su obra, y guiar a otros a Él. Por lo general, la revelación especial no es especulativa. La Biblia trata principalmente de temas de cosmología e historia, donde estas cuestiones afectan la naturaleza de la fe. Dios se ha manifestado a sí mismo en carne a través del lenguaje, el pensamiento y la acción humana, tal como lo demostró finalmente en la encarnación de Jesucristo.

David S. Dockery

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