Isaías 65:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El apóstol Pablo nos ha dado una interpretación auténtica de los versículos Isa 65:1 y Isa 65:2 de este capítulo en Rom 10:20, Rom 10:21, y hace la observación de que Isaías es muy atrevido al predecir esto a los judíos, quienes habrían de tomarlo como una grave afrenta hecha a su nación. Sin embargo nota del traductor , es muy problemático que el sentido literal histórico del hebreo sea ése, pues parece ser que aquí tenemos la respuesta a la oración del capítulo anterior. Dice Moriarty: «Dios contesta que Él estuvo siempre dispuesto a proteger a su pueblo, pero fue éste quien no pidió ayuda». No obstante, puesto que la acomodación de Pablo fue inspirada por Dios mismo, seguiremos esa línea de interpretación, como lo hace M. Henry.

I. Se predice aquí que los gentiles, que habían estado lejos, habían de ser hechos cercanos (v. Isa 65:1). Pablo lo lee de la siguiente manera: Fui hallado por los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí.

1. Los que por tanto tiempo habían estado sin Dios en el mundo, van a ser vistos ahora hallándole sin buscarle; los que nunca habían dicho: ¿Dónde está Dios mi hacedor?, comenzarán ahora a inquirir por Él. ¡Con qué placer habla aquí el gran Dios de ser hallado! Pues hay gozo muy grande en el cielo por pecadores que se arrepienten.

2. Dios se adelantará con sus bendiciones a las oraciones de ellos: Fui hallado por los que no me buscaban. Este feliz encuentro y comienzo de buena relación entre Dios y el mundo gentil comenzó del lado de Él. Aun cuando, en el tiempo que sigue a la conversión, Dios es hallado por los que le buscan (Pro 8:17), en la primera conversión es hallado por los que no le buscan. Sólo después que Dios ha comenzado a llamar, puede un inconverso buscarle (v. Isa 55:6.), pues le amamos porque Él nos amó primero (1Jn 4:19).

3. Dios concedió las ventajas y los beneficios de la revelación divina a quienes nunca habían hecho ninguna profesión de religión: «Dije a gente que no me llamaba por mi nombre, que no pertenecía a mi pueblo: Heme aquí, heme aquí, es decir, aquí estoy para recibirte, aquí estoy a tu disposición».

II. Se predice a continuación que los judíos, quienes por largo tiempo habían sido un pueblo cercano a Dios, serían rechazados y colocados a distancia por algún tiempo (v. Isa 65:2). El apóstol aplica esto a los judíos de su época (Rom 10:21): «Pero acerca de Israel dice: Todo el día extendí mis manos hacia un pueblo desobediente y contradictor».

1. Cómo eran cortejados los judíos por la gracia de Dios. Dios mismo, por medio de Sus profetas, de Su Hijo, de Sus apóstoles, extendió hacia ellos las manos en actitud de ruego suplicante y de anticipada bienvenida. Cuando Jesús fue crucificado, fueron extendidas sus manos, como si se preparase a recibir a los pecadores, y clavadas se le quedaron para que no se le cayesen de fatiga como a Moisés. Incluso los que lleguen a la hora undécima del día no serán rechazados.

2. Ellos despreciaron la invitación; fueron invitados al banquete de bodas, pero no quisieron venir, sino que rechazaron el consejo de Dios contra sí mismos. El mundo verá que no fue por nada por lo que fueron rechazados por Dios. Estaban muy decididos. Bueno o malo, querían obrar lo que mejor les parecía. Dios les había declarado cuáles eran Sus pensamientos, Su mente y Su voluntad, pero ellos prefirieron seguir en pos de sus pensamientos (v. Isa 65:2, al final).

(A) Ésta era la queja de Dios acerca de ellos: le apenaron, contristaron su Santo Espíritu (Isa 63:10), como si estuviesen decididos a que se tornase enemigo de ellos.

(B) El profeta habla más en particular de las iniquidades de ellos y las de sus padres (v. Isa 65:7), como el motivo por el que Dios los rechazó. La iniquidad más provocadora de sus padres había sido la idolatría. Éste fue el pecado que les condujo al cautiverio y, aun cuando el cautiverio les curó bien de ella, todavía les fue tenida en cuenta cuando llegó la ruina final de la nación.

(C) Quizás eran muchos, largo tiempo después de la deportación, los que, aun cuando no adoraban dioses extraños, se casaron con mujeres extrañas. Abandonaron el templo de Dios y sacrificaron en huertos (v. Isa 65:3), a su modo, menospreciaron lo instituido por Dios. Abandonaron el altar de Dios y quemaron incienso sobre ladrillos. Dice Moriarty: «La práctica aquí condenada formaba parte probablemente del culto cananeo a Aserá, la cual aparece, en la épica ugarítica de Baal, fabricando ladrillos para la casa del dios, como se confirma por una moneda tiria encontrada en 1954». Altar nefando, en comparación con el altar de oro que Dios les había ordenado.

(D) Practicaron la nigromancia o consultas a los muertos, a lo que alude lo de «se sientan en los sepulcros y pasan la noche en antros» (v. Isa 65:4). También violaron las leyes de Dios acerca de los alimentos, comiendo (v. Isa 65:4) carne de cerdo y el caldo (o piezas) de otras cosas abominables, es decir, de otros alimentos prohibidos (comp. con Isa 66:17). Dice Slotki: «El caldo, preparado de una manera especial, creían que tenía propiedades mágicas. El alimento prohibido es llamado aquí abominación, y los que lo tomaban son llamados (Lev 11:43) ellos mismos personas abominables».

(E) El pecado principal de los judíos en tiempo de nuestro Salvador era el orgullo hipócrita, especialmente entre los escribas y fariseos a quienes denunció Jesús con repetidos ayes. Así hacían también éstos (v. Isa 65:5), diciendo: «Estate en tu lugar, no te acerques a mí, porque soy más santo que tú». Como diciendo: «Retírate y júntate con los que son como tú; no te me acerques, que me contaminas; no me toques, que estoy apartado de tu contacto». «Éstos dice Dios (v. Isa 65:5) son humo en mi nariz, fuego que arde todo el día». La frase «humo en mi nariz», dice Moriarty, es una «imagen gráfica para indicar una cosa que produce comezón y excita la cólera divina». «Es un humo, dice M. Henry, que no procede de un fuego rápido, que arde pronto en llamas agradables, sino del fuego de madera húmeda, que arde todo el día, sin hacer otra cosa que humo.»

(F) La prueba contra ellos es manifiesta y notoria (v. Isa 65:6): «He aquí que escrito está delante de mí». Todas las iniquidades de ellos y de sus padres figuran en los anales de Dios, y Dios les dará su merecido (comp. con Sal 79:12; Luc 6:38). Dice Dios que les pondrá el pago en el seno, porque «en el seno se guardaba antiguamente la bolsa del dinero» (Moriarty).

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