27.9 C
Miami
lunes, junio 17, 2024
Más


    1 Samuel 5 - Nacar-Colunga

    El arca en tierra de los filisteos

    1. Tomaron, pues, los filisteos el arca de Dios y la llevaron de Eben-Ezer a Azoto,

    2. y la metieron en el templo de Dagón y la pusieron junto a Dagón,

    3. Al día siguiente, levantándose de mañana, vieron los filisteos a Dagón tendido en tierra y con la cara contra ella, delante del arca de Yahvé. Lo tomaron y volvieron a ponerle en su sitio;"

    4. pero al otro día, cuando se levantaron, encontraron a Dagón tendido en tierra boca abajo y cortadas la cabeza y las manos, que yacían en el umbral, sin quedar de Dagón más que el tronco.

    5. Por esto los sacerdotes de Dagón, y cuantos entran en el templo de Dagón en Azoto, no pisan todavía el umbral del templo.

    6. La mano de Yahvé pesó grandemente sobre los de Azoto y los desoló e hirió con tumores a Azoto y su territorio.

    7. Viendo los de Azoto lo que pasaba, dijeron: “Que no quede entre nosotros el arca del Dios de Israel, porque su mano pesa mucho sobre nosotros y sobre Dagón, nuestro dios.”

    8. Y convocando a todos los príncipes de los filisteos para que vinieran, se preguntaron: ¿”Qué haremos con el arca del Dios de Israel?” Ellos contestaron: “Que lleven el arca del Dios de Israel a Gat.”

    9. La llevaron, y la mano de Yahvé se dejó sentir sobre la ciudad, y hubo en ella gran espanto, pues hirió a las gentes de la ciudad, pequeños y grandes.

    10. Entonces mandaron el arca de Dios a Acarón. Pero, en cuanto entró el arca de Dios en Acarón, los acaronitas se pusieron a gritar: “Han traído aquí el arca del Dios de Israel para que nos mate a todos, a nosotros y a nuestro pueblo.”

    11. Y convocaron a todos los príncipes de los filisteos, que dijeron: “Devolved el arca del Dios de Israel; que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo”; pues había en toda la ciudad un terror mortal, y la mano de Dios pesaba sobre ella muy fuertemente."

    12. Los que no morían eran heridos de hemorroides, y los desesperados gritos de la ciudad subían hasta el cielo.