Ezequiel 8:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Todavía descubre el profeta mayores abominaciones (vv. Eze 8:13, Eze 8:14). Las mujeres estaban sentadas, en una de las puertas de la casa de Jehová, endechando a Tamuz. De esta deidad babilónica, dice Ryrie: «esposo de Ishtar, y que, después de su muerte, se suponía que se convirtió en el dios del averno. Algunos lo consideran una deidad de la vegetación, que muere con el ardor del estío y resucita en la primavera. Inmoralidades de baja catadura estaban conectadas con su adoración». Por esta «muerte de Tamuz» es por lo que hacían duelo las mujeres de Jerusalén. Más tarde, este Tamuz fue el Adonis de los griegos. Dice Feinberg: «La idolatría y la inmoralidad son gemelos inseparables a lo largo de la historia del mundo».

2. Pero aún verá Ezequiel mayores abominaciones que éstas (vv. Eze 8:15, Eze 8:16). Como hace notar Feinberg, sólo ahora, no antes, el hebreo usa la forma comparativa, pues anteriormente el original dice grandes, no mayores, lo cual indica, como dice él, que «se nos alerta para el clímax de sus caminos idolátricos». ¿En qué consistía esta culminación de las idolatrías de Israel? Nos lo dice el versículo Eze 8:16: «… entre el vestíbulo y el altar (¡luego eran sacerdotes! v. Joe 2:17), había unos 25 varones, con las espaldas vueltas al templo de Jehová al santuario propiamente dicho, por el lugar preciso donde estaban y los rostros hacia el oriente, y ellos adoraban al sol, postrándose hacia el oriente». Fisch hace notar que «la inusitada forma hebrea mishtajavithem se explica tradicionalmente como un compuesto de dos verbos: mashjithim (destruyen) y mishtajavim (adoran), con lo que da a entender la doble naturaleza de su ofensa: la degradación del Templo y la adoración del dios-sol». El pronombre ellos de la última frase del versículo Eze 8:16 está enfático en el original, y así lo hemos hecho constar, aunque no suelen hacerlo las versiones. Todos estos detalles, poco importantes a primera vista, ayudarán al lector a entender por qué el texto hebreo usa en el versículo Eze 8:15 la forma comparativa mayores que no ha usado antes.

3. La inferencia a que nos llevan estos descubrimientos (v. Eze 8:17): «¿Has visto esto, hijo de hombre? ¿Suponías que tales cosas se llevasen a cabo alguna vez en mi Templo?» Dios condesciende a preguntar así al profeta. Verdaderamente, ¿qué excusa tenía la casa de Judá para hacer las abominaciones que hacen aquí? Esta gente que tiene los oráculos, las ordenanzas y las promesas del Dios verdadero, ¿es posible que se comporten así? ¿Y no merecen por ello sufrir tanto como están sufriendo y lo que les queda por sufrir? «Y me provocan más todavía dice Jehová (v. Eze 8:17); y míralos aplicando la rama a sus narices» (lit.). Esta última frase requiere un análisis más detenido:

(A) En primer lugar, tenemos aquí una de las 18 enmiendas oficiales de los antiguos escribas, quienes, por un sentimiento de equivocada reverencia a Dios, escribieron appam (la nariz de ellos), en lugar de appí (mi nariz), que era lo que originalmente aparecía en el texto hebreo. Lo hicieron así por entender que aquí se trata (como es el hecho) de un rito obsceno.

(B) Sobre cuál sea el rito obsceno que aquí se indica, no se ponen de acuerdo los autores, ni siquiera los rabinos, quizás por el horror que les causa. Dos son las explicaciones más probables: (a) Según el famoso Rashí y otros, el hebreo zemoráh (rama) puede significar «rotura de viento», es decir, lo que en España se llama «ventosidad». (b) Otros autores opinan (y es más probable) que tenemos aquí un gesto de culto fálico, como lo era también el culto que hasta los judíos tributaban a la diosa Aserá. Dice la Biblia de Jerusalén en nota a Éxo 34:13: «El cipo sagrado, aserá, era el emblema de la diosa del amor y de la fecundidad, Aserá (griego: Astarté) de donde toma su nombre».

4. Ante estos horrores, el furor de Jehová no puede menos de arder (v. Eze 8:18): «Pues también yo procederé con furor; no perdonará mi ojo ni tendré compasión». Comenta Fisch: «La justicia demanda que el castigo divino corresponda a la medida del abominable carácter del pecado de ellos». Así que Dios no les va a responder, por mucho que le griten (v. Eze 8:18, comp. con Pro 1:28): «Aunque griten a mis oídos con gran voz, no los oiré». Los pecados de ellos requieren venganza con una voz mucho más fuerte que la de sus oraciones que imploran misericordia.

5. Finalmente, permítasenos ofrecer aquí la excelente aplicación devocional que, sobre la frase «no perdonará mi ojo» del versículo Eze 8:18, trae el rabino converso Dr. Feinberg: «En estos días de gracia, cuán extrañas son a nuestros oídos tales palabras de incisiva condenación. Estamos tan acostumbrados a oír los dulces acentos de armonía celestial que nos solicitan a confiar en Cristo como Salvador, que las palabras de Ezequiel tienen para nosotros un sonido extranjero. Pero son tanta verdad como las palabras de Jua 3:16. Si a los perdidos no se les dice la verdad de Jua 3:16, quedan abandonados al juicio de Dios. ¿No vamos a ayudarles a escapar del juicio de ese día inminente?»

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