Hechos 17:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Echados de Tesalónica, Pablo y Silas tuvieron que salir del escondite en que los tenía Jasón y, de noche todavía, los hermanos los enviaron a Berea (v. Hch 17:10). Como siempre, huían para trabajar en otros lugares y, también como siempre, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. En lugar de pasarlos por alto en revancha por las persecuciones que los judíos incrédulos suscitaban contra ellos en todas partes, seguían cumpliendo no sólo con la orden del Señor, sino también con lo que les dictaba el corazón (v. Rom 9:3; Rom 10:1).

2. La buena descripción que aquí se hace del carácter de los judíos de Berea (v. Hch 17:11): «Eran más nobles que los de Tesalónica». Aunque el sentido primordial del adjetivo griego euguenés (de donde procede «Eugenio») es «bien nacido», es decir, «de alto rango», aquí significa más bien, no el rango en la escala social, sino «de mente abierta», con lo que se destaca que estos judíos de Berea eran menos apasionados y más sinceros que los de Tesalónica. Estas buenas cualidades se echan de ver en dos detalles que se mencionan a continuación: (A) «Recibieron la palabra con toda solicitud» (lit. buena disposición de ánimo), pues su nobleza de carácter se echaba de ver en su ausencia de prejuicios. Pero no por eso se les puede tachar de extremadamente crédulos, pues (B) escudriñaban cada día (después de la predicación de Pablo) las Escrituras (el Antiguo Testamento) para ver si estas cosas (lo que Pablo decía) eran así. ¿Es que tenían en poco la autoridad de un apóstol como Pablo? ¡No! Ni en poco ni en mucho, pues era la primera vez que le oían. La lección estupenda que estos judíos de Berea dan a los hombres de todos los tiempos (también a nosotros), y es una pena que los comentaristas no insistan en este detalle, es que no hay «jerarca» en este mundo que pueda imponernos con su autoridad una doctrina, a menos que tal doctrina esté suficientemente basada en la Palabra de Dios (v. también el comentario a Luc 10:16). Sólo los creyentes que no estudian con ahínco y sin prejuicios la Biblia, pueden ser llevados de una parte a otra por todo viento de doctrina (Efe 4:14). Cuanto más se conocen las Escrituras, más se sabe de la verdad, pues la palabra de Dios es verdad (Jua 17:17). Y, cuando esa verdad llena la mente con nobles pensamientos (Flp 4:8, Flp 4:9), también se pone por obra, y el Dios de la paz está allí.

3. El buen resultado de la predicación en Berea (v. Hch 17:12): «Así que creyeron muchos de ellos (los judíos; comp. con el algunos de ellos del v. Hch 17:4), y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres» (de los gentiles). El «no pocos» de Lucas equivale a «un número considerable». Lo de «mujeres de distinción» es sinónimo de «mujeres principales» en el versículo Hch 17:4 (el mismo vocablo se halla en Hch 13:50). Como en otros lugares, parece ser que estas mujeres distinguidas, de la nobleza, creían primero e influían después en sus maridos para que también creyesen (comp. con 1Pe 3:1-3).

4. La historia se repite. También en Berea son perseguidos Pablo y Silas, pero aquí son precisamente los judíos de Tesalónica, no los de Berea, los que, al enterarse del éxito del Evangelio en Berea, fueron allá (¡desde una distancia de 75 km!) y alborotaron a las multitudes (v. Hch 17:13). Los agentes de Satanás son infatigables en su enemiga contra el Evangelio. ¡Si tan celosos fuésemos los discípulos de Cristo en proclamarlo! Como Pablo era el principal predicador en todo este viaje misionero (comp. con Hch 14:12), los hermanos le hicieron salir a toda prisa para que se fuese a la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí (v. Hch 17:14). El versículo Hch 17:15 se entiende mejor si el viaje a Atenas se efectuó, en realidad, por tierra. En Atenas esperaba Pablo que, más tarde, se le uniesen Silas y Timoteo. Atenas era, por entonces, emporio de cultura. Quienes querían aprender iban a Atenas. Pero Pablo no va allá a aprender, sino a enseñar, a proclamar el Evangelio del Cristo resucitado y futuro Juez justo del mundo (v. Hch 17:31). No iba a sentir ningún complejo de inferioridad ante los filósofos (v. Hch 17:18) de Atenas, y no sólo porque hablaba con el poder del Espíritu (1Co 2:4), sino también porque en aquel lugar podía echar mano de su amplia cultura griega, como lo demostró en su magnífico discurso en el Areópago. Dios emplea a sus siervos, no sólo conforme a los dones sobrenaturales que les imparte, sino también según los talentos naturales que poseen.

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