Hechos 17:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Hechos 17:16 | Comentario Bíblico Online

Estancia de Pablo en Atenas y los distintos grupos con los que allí conversó.

1. Vemos primero (v. Hch 17:16) la impresión que la idolatría de la ciudad hizo en Pablo: Se indignaba al contemplar la ciudad entregada a la idolatría, tanto por el deshonor a Dios como por el daño para las almas. Le apenaba este estado de cosas en una ciudad populosa y culta. Este informe está de acuerdo con lo que los historiadores paganos dicen de Atenas que había en ella más ídolos que en todo el resto de Grecia. Admitían, por lo que se ve, todos los dioses que se les recomendaban, y a cada uno le erigían un altar. Querían tener propicias a todas las deidades. Es curioso que allí donde abundaba la cultura, abundase también la idolatría: «el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría» (1Co 1:21). Por eso es tan necesaria la divina revelación; y ésta, centrada en Cristo Redentor.

2. El testimonio que dio contra esta idolatría y sus esfuerzos para traer a todos al conocimiento de la verdad. Primero fue a la sinagoga de los judíos (v. Hch 17:17) que, aunque eran enemigos de Cristo, estaban libres de la idolatría (aunque, por su exclusivismo nacionalista, no hacían nada por combatirla). Allí discutía con ellos y con los temerosos de Dios (gentiles piadosos), y mostraba a todos que Jesús era el Mesías prometido. Y en la plaza discutía cada día con los que allí se encontraban, gentiles idólatras que no frecuentaban la sinagoga de los judíos. No perdía el tiempo, sino que dondequiera se hallaba, predicaba a Cristo, de quien vivía y para quien vivía. Todo el que esté enamorado de Cristo y conozca la importancia y urgencia de la salvación en su nombre, procurará darlo a conocer a todos y en todas partes.

3. La discusión con los filósofos de Atenas, donde vemos:

(A) Quiénes eran los filósofos que disputaban con Pablo (a) Los epicúreos, seguidores de Epicuro (341 270 a. de C.), quien sostenía que el objetivo de esta vida es la felicidad mediante el placer, con la moderación suficiente para evitar el dolor y la intranquilidad. Eran, pues, materialistas, aunque no negaban la existencia de dioses similares a los hombres. (b) Los estoicos, seguidores de Zenón, quien había enseñado en un pórtico (gr. stoa, de donde les venía el nombre). Estos eran panteístas, de moral elevada, para ponerse a tono con el «alma» del Universo, según la noción que tenían de un dios impersonal e inmanente. Ambos grupos, pues, estaban en contradicción con el concepto que la Biblia nos da de un Dios personal, tan trascendente por su santidad como inmanente por su amor.

(B) Qué opinión concibieron de Pablo estos filósofos (v. Hch 17:18): (a) Unos le tenían por charlatán. El vocablo griego designaba en su origen a todo pájaro que va recogiendo semillas del suelo y, por analogía, a toda persona que recoge fragmentos de información de una parte y de otra. Era, pues, un término despectivo. (b) Otros lo tomaron por predicador de divinidades extrañas. Parece ser que sacaban esta conclusión al oírle hablar de Iesous (Jesús, en griego), confundiéndolo con Iasis (sanidad, en griego), y Anástasis (resurrección, en griego), y pensaban así que eran dos nuevas deidades dignas de consideración. Ello fue suficiente para que deseasen saber qué significaba aquello (vv. Hch 17:19, Hch 17:20).

(C) Lo trajeron, pues (v. Hch 17:19), al Areópago, como lugar espacioso donde celebraba sus sesiones el consejo de la ciudad. «Areópago» significa «cerro de Marte» (en griego, Ares). Allí había estado antes el lugar de dicho Consejo ateniense, pero más tarde se dio este nombre al pórtico real que rodeaba el ágora, y allí es donde Pablo pronunció su discurso. Una vez más (v. el comentario a 16:19 y 19:32) se palpa la fina ironía de Lucas (v. Hch 17:21) al describir a los atenienses y a los extranjeros que residían en Atenas como interesados únicamente en decir o en oír las últimas novedades, como viejas comadres de aldea, gente tan amiga de curiosidades como de ociosidad. ¿Cabe un modo de vida más inútil?

4. Discurso de Pablo en el Areópago, digno de toda consideración por la singular maestría con que lo comenzó, lo encarriló conforme a la cultura del auditorio, y lo terminó con el mensaje evangélico apropiado a los oyentes, aunque, ¿de qué sirvió la oratoria? (El análisis que sigue es obra del traductor).

(A) Pablo muestra ya su maestría oratoria en el modo de encarar al auditorio (vv. Hch 17:22, Hch 17:23): «¡Atenienses! Veo que sois en todo por demás religiosos (no, supersticiosos ¡habría comenzado por un insulto!), porque según iba yo recorriendo y observando vuestros lugares de culto, he hallado incluso un altar con la siguiente inscripción: A UN DIOS DESCONOCIDO. Pues bien, eso que veneráis sin conocerlo, es lo que yo os vengo a anunciar» (NVI). Se puede ser, pues, «muy religioso» (muchos altares, muchas imágenes, muchas devociones, etc.) y no ser cristiano.

(B) El Dios que Pablo anuncia a los atenienses es el Dios verdadero y vivo, personal y creador de todo cuanto existe, tan «trascendente» que no habita en templos hechos por manos humanas (v. Hch 17:24, comp. con 1Re 8:27, 1Re 8:28); tan inmanente que Él es quien da a todos vida y aliento (es decir, respiración) y todas las cosas (v. Hch 17:25). Es fácil hallar a este Dios (comp. con Rom 1:19, Rom 1:20), no sólo por lo que ha hecho en el Universo, sino porque nos ha hecho a los hombres «de uno solo» (lit.), es decir, de un solo hombre (comp. con 1Co 15:45-49; Rom 5:11.), aunque la versión «de una sola sangre» está apoyada por muchos MSS (de menor autoridad); y además, por el poder con que conserva todas las cosas en la existencia mediante su Verbo (Heb 1:3), de Él dependemos totalmente en la vida, el movimiento y el mismo ser (v. Hch 17:28). La idea no es aquí que estamos en Dios como una esponja en el agua, pues esta noción habría de favorecer a los estoicos presentes allí; la idea es de absoluta dependencia. La cita, es cierto, tiene sentido panteísta en el poeta estoico Epiménides, de donde la toma Pablo, pero él no la aduce para confirmar la noción estoica, sino la cercanía activa del Dios verdadero y vivo. También cita y aplica la frase de otro poeta, Arato, del siglo III a. de C. y originario precisamente de Cilicia, el país natal de Pablo: «Porque somos linaje de Él» (vv. Hch 17:28, Hch 17:29). Lo que Pablo intenta, al citar así de un poema que alude a Zeus o Júpiter, no es que todos los hombres seamos «hijos de Dios» (comp. con Jua 1:12, Jua 1:13; Jua 3:3-8; Jua 8:38-44), sino que todos le debemos la existencia a Él.

(C) Tras esta parte introductoria, acomodada a las ideas del auditorio, pero corrigiendo, al mismo tiempo, las falsas nociones acerca de Dios, Pablo entra de lleno en el mensaje del Evangelio (vv. Hch 17:30, Hch 17:31): «En el pasado, Dios no ha tenido en cuenta esta ignorancia, pero ahora Él advierte a los hombres que es menester que todos, y en todas partes, se arrepientan; porque ha fijado una fecha en que va a juzgar al orbe entero con toda justicia, por medio de un hombre que ha destinado para ello, ofreciendo a todos una garantía de la fe al haberle resucitado de entre los muertos» (NVI). Esta porción es digna de un análisis detallado:

(a) Como en 14:16 (v. el comentario a dicho versículo), Pablo pone de relieve el silencio de Dios ante los malos caminos de los gentiles, debido a la ignorancia de éstos (no total; v. Hch 14:17; Rom 1:19, Rom 1:20), y lo contrasta con el conocimiento que de Dios y su Ley tenían los judíos (Ro. todo el cap. Rom 2:1-29). Dios mostraba, en esos siglos, su gran paciencia hacia la humanidad en general.

(b) Pero ahora («el tiempo se ha cumplido», Mar 1:15; Gál 4:4), Dios ahora advierte seriamente (gr. paranguéllei; proclama; no obliga) que es menester arrepentirse, es decir, cambiar de mentalidad en cuanto al pecado, la justicia y la santidad de Dios. Ni los epicúreos (cuyo fin supremo era el bienestar, sin considerar el aspecto moral de la conducta) ni los estoicos (orgullosos del valor con que controlaban sus pasiones) habían pensado antes en «arrepentirse», y cambiar sus nociones y sus acciones. Pero, ante el futuro juicio «universal», se imponía también un arrepentimiento «universal». Esta «universalidad» merece punto aparte.

(c) Pablo anuncia la necesidad de un arrepentimiento universal en cuanto al espacio y al tiempo: «es menester que TODOS, y EN TODAS PARTES, se arrepientan». Los exegetas no se paran en este detalle, pero para el que esto escribe, estas frases tienen inmensa importancia, pues subrayan el deseo de Dios de que todos sean salvos y lleguen al conocimiento de la verdad, y Jesucristo se dio a sí mismo en rescate por todos (sin distinción ni excepción por su parte), pues a todo el mundo humano amó Dios de tal manera que envió a su Hijo Unigénito a la muerte (Jua 3:16; 1Ti 2:4, 1Ti 2:6). Si se admite que Dios ordena a todos arrepentirse, como algo necesario, según la clara proclamación de Pablo en Hch 17:30, se sigue forzosamente que Dios ha de ofrecer sinceramente a todos la gracia necesaria para arrepentirse, de forma que la negativa a convertirse sea cargada a cuenta de la culpa del hombre, no de la reprobación de Dios. De lo contrario, tendríamos un caso semejante al de un hombre atado con cadenas, a quien se le ordenase caminar sin soltarle previamente las cadenas. ¡No cabría mayor sarcasmo! Es cierto que todos pecaron, pero a todos está abierta la puerta de la reconciliación (V. Rom 3:21-31; 2Co 5:19). Nótese que ninguno se condena definitivamente por haber pecado, sino por no haber creído (Jua 3:16-21; Jua 8:24; Jua 9:39-41). ¿Cuándo iremos a la Biblia, en lugar de creer, como a «oráculos», los sofismas de los hombres?

(d) La razón primordial que Pablo presenta para esta necesidad de que todos se arrepientan es que (v. Hch 17:31) ha fijado una fecha (y no faltará a la cita) en que va a juzgar al orbe entero (sin distinción ni excepción). Lo va a hacer por medio de un hombre, ya que hombre es el único Mediador (1Ti 2:5). Y Dios ha dado una garantía para creer en Él al haberle resucitado de entre los muertos. A muchos extraña el que Pablo no nombre ni una sola vez a Jesucristo en todo este contexto, pero hay en el contexto anterior un detalle que explica este silencio. Cuando, en la plaza pública (v. Hch 17:18), Pablo habló de Jesús y de la Resurrección, los filósofos griegos pensaron que se refería a dos nuevas deidades: Iasis y Anástasis. Lo del Iesous todavía no lo podrían, ni aun ahora, comprender, en cambio, lo de la «resurrección de entre los muertos», lo entendieron (v. Hch 17:32), aunque se burlaron de ello la mayoría. Si hubiesen creído esto, y lo del juicio (comp. con Hch 24:25), Pablo les habría anunciado también a Jesús.

5. Las distintas reacciones ante el discurso de Pablo (vv. Hch 17:32-34). Como suele suceder (lo vemos en las reacciones ante los mensajes de Jesús y de los apóstoles, así como de los ministros de Dios en todas las épocas), los oyentes se distribuyeron en tres grupos:

(A) Los rebeldes. Éstos son los que ahora «se burlaban» (v. Hch 17:32). Esta enseñanza, que es el consuelo de los creyentes, provocaba las burlas de los incrédulos. Los filósofos griegos creían en la inmortalidad del alma, pero no en la resurrección de las personas en cuerpo y alma, aunque los platónicas creían en la reencarnación de las almas.

(B) Los indecisos: «Ya te oiremos acerca de esto otra vez» (v. Hch 17:32). Dejaron pasar, así, la única oportunidad de escuchar el Evangelio (comp. con Hch 24:25), pues es poco probable que los allí convertidos volviesen al Areópago a proclamar el mensaje. De aquí vemos, como de otros lugares, la importancia de recibir la Palabra de Dios entretanto que dura este Hoy (Heb 3:13, comp. con 2Co 6:1.). Así es como el diablo engaña a muchos con un «mañana» que nunca llega.

(C) Los creyentes. «Mas algunos hombres (v. Hch 17:34) se unieron a él y creyeron; entre los cuales estaban también Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y otros con ellos». Dionisio era, pues, un convertido de alto rango. Dice Trenchard: «Extraña la mención del nombre de una mujer, Dámaris, ya que las mujeres casadas atenienses no solían presentarse en lugares públicos y se ha pensado que podría pertenecer a la clase de heteras , mujeres cortesanas, que a veces eran cultísimas y ejercían gran influencia en los círculos sociales y políticos de la ciudad». Lucas tiene interés en mencionar por su nombre estas dos personas de alto rango, quizá para contrapesar el poco éxito del discurso de Pablo en Atenas, pues Lucas era un «optimista». El «algunos» al comienzo del versículo y el «otros» (gr. héteroi, no álloi) al final nos dan fundamento para leer entre líneas el fracaso de la oratoria. Dice J. Leal: «Tal vez le sirva (a Pablo) de experiencia y le haga sentir lo inútil de la elocuencia humana». Hace notar Ryrie que «No se nos informa de que se formase una iglesia en Atenas. Pablo llama a ciertos corintios los primeros convertidos en la Grecia continental (1Co 16:15)».

Hechos 17:16 explicación
Hechos 17:16 reflexión para meditar
Hechos 17:16 resumen corto para entender
Hechos 17:16 explicación teológica para estudiar
Hechos 17:16 resumen para niños
Hechos 17:16 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí