Isaías 10:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El profeta, en su predicación, distingue entre lo valioso y lo vil. Con respecto a la invasión de Senaquerib, pronuncia frases de terror contra los hipócritas, que eran el pueblo objeto de la ira de Dios (v. Isa 10:6). Pero aquí habla palabras de consuelo a los sinceros, que eran el pueblo objeto del amor de Dios.

1. Exhortación al pueblo de Dios a que no se asusten ante la inminente calamidad. ¡Que se espanten los pecadores de Sion, los hipócritas! (Isa 33:14), pero no los adoradores sinceros de Jehová: «Pueblo mío, morador de Sion, no temas de Asiria» (v. Isa 10:24).

2. Los motivos que tienen para no amedrentarse: Los asirios no pueden hacer contra ellos más de lo que Dios ha determinado. La tormenta pasará pronto (v. Isa 10:25): «Pues de aquí a muy poco tiempo, se consumará mi furor, y mi enojo los destruirá; ese enojo que (v. Isa 10:5) es la vara que yo he puesto en manos de ellos». El enemigo que ahora les amenaza será llamado a rendir cuentas. Ha levantado su vara contra Sion y Jerusalén (v. Isa 10:12), pero luego «levantará (v. Isa 10:26) Jehová de las huestes un azote contra él»; él es ahora un terror para el pueblo de Dios, mas luego será Dios un terror para él. Isaías, para animar al pueblo, cita algunos precedentes. La destrucción de los asirios será «como en la matanza de Madián en la peña de Oreb» (Jue 7:25), efectuada por un poder invisible. También alzará (Dios) Su vara sobre el mar como lo hizo en Egipto (v. Isa 10:26, comp. con Éxo 14:26, Éxo 14:27). Así como alzó su vara sobre el mar Rojo, a fin de dividirlo, de forma que se abriese para que escapasen los israelitas, y que se cerrase en seguida para destrucción de sus perseguidores, así también levantará luego su vara, como lo hizo en Egipto, para liberación de Jerusalén y destrucción de los asirios.

3. Serán completamente libertados, no sólo del poder de los asirios, sino también del miedo que les tienen a los asirios (v. Isa 10:27). El yugo que los asirios les han impuesto, no sólo les será quitado de encima, sino que será destruido a causa de la gordura (lit.). Dice el rabino Slotki: «Así como la creciente gordura de un animal haría reventar el yugo de su cuello, así también la fuerza renovada y la creciente prosperidad de Israel había de quebrantar toda opresión extranjera».

4. El avance y la destrucción de los ejércitos asirios son descritos ahora (vv. Isa 10:28-34) con una rapidez sobrecogedora y un despliegue de metáforas que hacen de esta porción uno de los más bellos cantos de guerra (nota del traductor).

(A) ¡Cuán formidables eran los ejércitos asirios! Aquí tenemos una descripción viva de la rápida marcha de Senaquerib en su avance hasta las afueras de Jerusalén: «Vino hasta Ayat …, en Micmás dejó el bagaje» (v. Isa 10:28, lit.), como si no necesitase más de sus pesadas máquinas de guerra; ¡tan fácilmente se le rendían cada una de las plazas!… Han pasado el desfiladero» (v. Isa 10:29, lit.).

(B) ¡Cuán acobardados estaban los hombres de Judá, la degenerada estirpe del cachorro de león! Huyeron (v. Isa 10:29, al final) a la primera alarma. Y la pobre Anatot, ciudad sacerdotal, que debería ser modelo de bravura, se encoge llena de cobardía (v. Isa 10:30). Las ciudades contiguas, Madmená, Guebim, etc., se unen, no en la resistencia frente al enemigo, sino en la desbandada de espaldas al enemigo (v. Isa 10:31). Esto muestra cuán deprisa se extendían por todo el reino las noticias del avance rápido del enemigo. «¡Ha llegado hasta Ayat!», diría uno; «¡No, pasó ya hasta Migrón!», le replicaría otro (v. Isa 10:28).

(C) ¡Cuán impotente el intento de Senaquerib contra Jerusalén! (v. Isa 10:32) «Ese mismo día hará un alto en Nob, desde donde podrá ver el monte Sion, y allí sacudirá su mano (lit.) en señal de amenaza; pero en eso quedarán todas sus bravatas».

(D) ¡Cuán fatal le resultará a él mismo tal avance! (vv. Isa 10:33, Isa 10:34). Al mismo tiempo que sacuda él su mano contra Jerusalén, el Señor, Jehová de las huestes, desgajará el ramaje con gran poder, y los árboles de gran altura serán cortados, y los elevados serán abatidos en tierra; y cortará con hierro la espesura del bosque, y el Líbano caerá frente al Fuerte (o Potente). Nos hallamos ante metáforas conocidas: Los ejércitos asirios son comparados a un bosque talado por el hacha del leñador; los árboles de gran altura, elevados, son símbolo del orgullo nacional de los sirios. El hierro del versículo Isa 10:34 indica la parte metálica del hacha; la espesura del bosque es la flor y nata del ejército asirio (comp. con Isa 9:18 y Isa 10:18). El Líbano, con sus cedros majestuosos, es aquí el símil que el profeta usa para describir el orgullo de Asiria, basado especialmente en su poderoso ejército, el cual cayó de un solo golpe a manos del Fuerte (v. Isa 10:34), es decir, del ángel del Señor. El vocablo hebreo para «fuerte» es addir, que significa «noble» o, mejor, «majestuoso».

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