Job 34:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Eliú se dirige más personalmente a Job y le dice que:

1. A Dios no hay que discutirle por cualquier cosa que haga (v. Job 34:17): «¿Gobernará el que aborrece el derecho?» El Dios justo ama de tal modo la justicia que, en comparación con Él, Job mismo, por muy cabal e íntegro que sea, puede decirse que aborrece el derecho. ¿Y pretenderá él instruir o corregir a Dios? «¿Y condenarás tú al que es tan justo?» No, en Dios no cabe parcialidad ni favoritismo (vv. Job 34:18, Job 34:19), pues Él ha creado al rico lo mismo que al pobre y, por tanto, es apropiado que gobierne sobre ambos, pues sobre ninguno de ellos tiene preferencia. ¿O quién le dio a Él primero, para que le fuese recompensado? (Rom 11:35). Ni el rico ha de pensar que lo va a pasar mejor por su riqueza, ni el pobre que lo va a pasar peor por su pobreza. Una causa injusta no ha de prometerse prosperidad, y una causa justa no ha de morir por inanición.

2. A Dios hay que reconocerle y sometérsele en todo lo que haga. Eliú sugiere diversas consideraciones a Job, a fin de que conciba altos y grandes pensamientos acerca de Dios y persuadirle así a que se someta y no continúe discutiendo con Dios.

(A) Dios es todopoderoso y capaz de habérselas con el más fuerte de los hombres cuando entre en juicio con él (v. Job 34:20). Incluso el pueblo, el cuerpo entero de una nación, por muy numerosa que sea su población, desaparecerá de improviso; aun el más robusto será quitado sin que intervengan manos humanas. Ya pueden ser muchos los robustos, pues serán igualmente depuestos y sustituidos por otros (v. Job 34:24).

(B) Dios es omnisciente y puede descubrir lo más secreto. Así como no puede resistirle el más fuerte, tampoco puede escaparse de su vista el más sutil; por consiguiente, si algunos son castigados más o menos de lo que a nosotros nos parece que deberían ser castigados, es preciso que, en lugar de pendenciar con Dios, atribuyamos el hecho a algún motivo secreto que sólo Dios conoce. Todo está abierto ante sus ojos (v. Job 34:21): «Los ojos de Dios vigilan sobre los caminos del hombre, etc.». Y no hay lugar tan remoto o tan oscuro donde no puedan penetrar los ojos de Dios (v. Job 34:22): «No hay tinieblas ni sombra de muerte donde se escondan los que hacen maldad». Los obradores de maldad pueden encontrar medios de esconderse de la vista de los hombres, pero no de la vista de Dios: Él conoce, y puede hacer conocer, las obras de ellos (v. Job 34:25); no sólo conoce lo que hacen, sino también lo que intentan hacer.

(C) Dios es infinitamente justo y recto; «no apremia, pues, Él al hombre más de lo justo» (v. Job 34:23). Así como no castiga al inocente, tampoco exige a los culpables más de lo que sus iniquidades merecen; y de la proporción entre el pecado y el castigo la Sabiduría Infinita será el juez. Por tanto, Job era de reprender por sus quejas contra Dios. Los poderosos que abusaron de su poder contra los pobres e indefensos (v. Job 34:28), fueron así rebeldes contra Dios, pues «se apartaron de Él y no consideraron ninguno de sus caminos (de Dios)» (v. Job 34:27): no hicieron caso ni de sus preceptos ni de su Providencia, sino que vivieron sin Dios en el mundo.

(D) Dios ejerce un dominio incontrolable sobre todos los asuntos de los hombres y gobierna de tal manera cuanto concierne a comunidades y personas que, así como no puede frustrarse lo que Él intenta, así tampoco puede cambiarse lo que hace (v. Job 34:29). Las amenazas del mundo entero no pueden turbar a quienes Dios favorece con sus sonrisas: Si Él da reposo, ¿quién inquietará? Si Dios concede paz exterior a una nación, Él puede también guardar lo que da; y si concede paz interior a una persona, ni las acusaciones de Satanás, ni las aflicciones del presente siglo, ni la presencia de la muerte misma, pueden turbar esa paz (Flp 4:7). En cambio, si esconde su rostro con desagrado y retira los consuelos de su gracia, ¿quién lo podrá ver?

(E) Dios es infinitamente sabio y se preocupa del bien público; por ello, provee para que no reine el hombre impío ni enrede en sus mallas al pueblo (v. Job 34:30). Los impíos, cuando llegan al poder, oprimen al pueblo; muchas veces, bajo capa de religión y de protección del orden público. Pero se equivocaba Eliú al decir que Dios impide que reinen tales hombres. Reinan; con frecuencia, por largo tiempo; y hasta mueren en paz.

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