Job 42:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ya se habían acabado las palabras con que Job se justificaba a sí mismo (Job 31:40). Habían comenzado, en cambio, las palabras con que Job se juzgaba y condenaba a sí mismo (Job 40:4, Job 40:5). Aquí continúa en esta última línea y, aunque no había sido perfecta la obra de su paciencia, sí que lo fue la de su arrepentimiento por su impaciencia. Aquí le vemos completamente humillado por su necedad e inconsiderado hablar, y también le vemos perdonado. Después que Dios acabó de declararle su propia grandeza y su infinito poder como se reflejan en las criaturas más temibles, respondió Job a Jehová (v. Job 42:1), en forma de total sumisión.

1. Le vemos suscribiendo la verdad del poder, del conocimiento y del dominio infinitos de Dios, para probar lo cual Dios le había hablado desde el torbellino (v. Job 42:2). (A) Reconoce que Dios es Omnipotente. ¿Puede haber alguna cosa difícil para quien ha creado al behemoth y al leviatán y los maneja como le place? Job lo sabía bien ya antes, y él mismo había hablado muy bien sobre el mismo tema, pero ahora lo sabía aplicándoselo a sí mismo: «Yo conozco que todo lo puedes y, por tanto, puedes también levantarme de la baja condición en que me hallo y de la que, en mi desesperación, me había parecido imposible salir». (B) Reconoce también que no puede estorbarse ningún propósito de Dios. El Señor hace cuanto desea. Job lo había admitido apasionadamente, quejándose precisamente de eso mismo (Job 23:13), pero ahora lo reconoce con satisfacción. Si los designios de Dios con respecto a nosotros son para bien, para llevarnos a un final inesperado y sorprendente, nadie puede estorbárselos.

2. Le vemos reconociéndose culpable de lo que Dios le había acusado (Job 38:2) al comienzo de su discurso (v. Job 42:3): «¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Estas palabras me han convencido. Yo soy ese hombre tan necio. Tu palabra ha penetrado en mi conciencia y ha puesto mi pecado delante de mí. Confieso mi ignorancia al haber pasado por alto los designios de tu sabiduría al afligirme, y al haber contendido contigo mientras insistía demasiado en justificarme a mí mismo; por tanto, yo hablaba sin discernimiento»; es decir, «formaba juicios sobre los procedimientos de la Providencia, aunque desconocía totalmente la razón de tales procedimientos». Se reconoce, pues, ignorante de los designios divinos; y todos nosotros sufrimos la misma ignorancia que Job. Vemos lo que Dios hace, pero no sabemos por qué lo hace ni los resultados de su actuación. La razón por la que nos quejamos de la Providencia es porque no la entendemos. Job admite que ha sido un presuntuoso al empeñarse en discursear sobre lo que no entendía y en denunciar lo que no podía juzgar.

3. Así que, en realidad, no va a contestar, sino a suplicar a su Juez, como había dicho anteriormente (Job 9:15): «Oye, te ruego, y hablaré (v. Job 42:4), no como quien emplaza a su adversario y defiende su propia causa (13; 22), sino como un humilde peticionario».

4. Se pone en la postura de un penitente verdadero, es decir, sinceramente arrepentido. En el verdadero arrepentimiento ha de haber no sólo convicción de pecado, sino también contrición, tristeza según Dios (2Co 7:9).

(A) «De oídas te conocía (v. Job 42:5). Sabía algo de tu grandeza, de tu poder, de tu dominio soberano; mas ahora te has descubierto a mí, por revelación directa, en toda tu gloriosa majestad; ahora mis ojos te ven». Es una bendición muy grande tener buena educación y conocer las cosas de Dios mediante la instrucción de su Palabra y de la de sus ministros. Cuando el entendimiento es iluminado por el Espíritu de gracia (Efe 1:18), nuestro conocimiento de las cosas divinas supera con mucho al que antes teníamos, tanto como una demostración ocular supera a un informe que nos ha llegado de segunda mano. Por medio de las enseñanzas de hombres, Dios nos revela a su Hijo, pero mediante la instrucción de su Espíritu revela a su Hijo en nosotros (Gál 1:16) y así nos va transformando a la misma imagen (2Co 3:18). Es muchas veces del agrado de Dios manifestarse a sí mismo a los suyos de manera más plena por medio de las reprensiones de su Palabra y de su Providencia: «Bienaventurado el hombre a quien Dios corrige» (Job 5:17).

(B) «Por tanto, retracto mis palabras, y me arrepiento en polvo y ceniza» (v. Job 42:6). Incluso las personas más piadosas, que no han cometido grandes crímenes de los que arrepentirse, deben afligirse grandemente en su corazón por los inconsiderados estallidos de su orgullo, de su pasión, de su descontento y de sus frases inconvenientes pronunciadas en la precipitación de un momento de amargura. Cuanto más conozcamos de la gloria y majestad de Dios, así como de la malicia y odiosidad del pecado, y de nosotros mismos por causa del pecado, tanto más nos humillaremos y nos aborreceremos por ello. Dejemos en manos de Dios el gobierno del mundo y, mediante la fuerza que nos da su gracia, procuremos gobernarnos a nosotros mismos y, en especial, nuestro propio corazón.

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