Estudio Bíblico | Explicación de Levítico 9:1 | Comentario Bíblico Online
Se dan órdenes para otra solemnidad en el octavo día. Los sacerdotes no habían tenido ni el respiro de un día entero, sino que al día siguiente ya estaban enteramente ocupados en su oficio, porque su consagración era llenarles las manos, como indica el hebreo. En esta ocasión: 1. Moisés les despierta la expectación de una gloriosa manifestación de Dios a ellos en este día (v. Lev 9:4): «Jehová se aparecerá hoy a vosotros, los sacerdotes». Ahora no tenemos que esperar tales apariciones; los cristianos andamos más por fe, y menos por vista, que ellos anduvieron; pero podemos estar seguros de que Dios se acerca a quienes se acercan a Él (Stg 4:8), y de que las ofrendas de fe son aceptables a Él, aunque, al ser los sacrificios espirituales, las señales de aceptación son también, como parece adecuado que sean, espirituales. 2. Para recibir debidamente este favor que Dios les otorga, Moisés prepara tanto a los sacerdotes como al pueblo: Moisés llamó a Aarón y a sus hijos y a los ancianos de Israel (v. Lev 9:1). (A) Ordena a Aarón que prepare sus ofrendas: Un becerro para expiación (v. Lev 9:2). Los escritores judíos sugieren que le fue designado un becerro para expiación por el pecado para recordarle su pecado al hacer el becerro de oro. (B) Aarón debía dar órdenes al pueblo para que preparasen sus sacrificios (v. Lev 9:3). (C) Aarón debía ofrecer primero su sacrificio, y después el del pueblo (v. Lev 9:7). (a) El sumo sacerdote hizo expiación por sí mismo, como quien es uno de los pecadores; pero nosotros tenemos un Sumo Sacerdote que estaba moralmente separado de los pecadores (Heb 7:26) y no necesitaba hacer expiación por sí mismo. Cuando se quitó la vida al Mesías en su sacrificio, no fue por sí mismo, y tampoco fue para sí mismo (Dan 9:26), porque no conoció pecado (2Co 5:21). (b) Debe hacer la reconciliación por el pueblo, y ofrecer sus sacrificios. Y debe hacerla como ha mandado Jehová (v. Lev 9:7). La misericordia de Dios, no sólo permite hacer reconciliación, sino que la manda. Por consiguiente, no queda lugar a duda de que la reconciliación o expiación que es mandada será aceptada.
