Miqueas 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La espléndida profecía mesiánica que contienen estos versículos se halla casi a la letra en Isa 2:2-4. Esto ha suscitado un problema de crítica textual, con gran diversidad de opiniones. Ciñéndonos únicamente a los autores fundamentalistas, las opiniones son tres: (A) Miqueas cita a Isaías. (B) Isaías cita a Miqueas. (C) Ambos citan una profecía anterior. Es difícil decidirse categóricamente por una de esas tres opiniones, pero la más probable es la segunda: Es Isaías el que cita a Miqueas.

1. El capítulo Miq 3:1-12 terminaba con palabras de severo castigo para Israel, pero aquí tenemos el reverso de Miq 3:12. Dios interpone ahora palabras de gracia y misericordia. Hay una clara referencia al tiempo en que el Mesías reinará sobre un Israel restaurado y reunido. Sion (vv. Miq 4:1, Miq 4:2) será el centro espiritual, cultural y gubernamental de todo el mundo. Que habrá también cambios físicos, se ve por Eze 47:9 y, en especial, por Zac 14:9-10 (v. el comentario a dichos versículos). Este reino no estará restringido a las fronteras de Israel. Todos los pueblos afluirán (lit.) a él (v. Miq 4:1, al final), es decir, serán atraídos de forma irresistible al centro mismo del reino del Mesías, para recibir constante instrucción (v. Miq 4:2: «y Él nos instruirá hebr. yoránu, de la misma raíz que toráh en sus caminos»), pues de Sion saldrá la ley (hebr. toráh, sin artículo, esto es, la doctrina bíblica). Es interesante la comparación con Zac 8:20-23. ¿Podemos imaginarnos hoy a los habitantes de Nueva York, Londres, París, Berlín y Moscú yendo todos a Jerusalén para aprender los caminos de Dios? ¡No! Eso ha de ser en el Milenio.

2. El Mesías, no sólo será Rey y Maestro, sino también (v. Miq 4:3) el Árbitro en todas las disputas internacionales, pues regirá a todas las naciones con cetro de hierro. Todo lo que hoy (v. Miq 4:3) sirve para la guerra, servirá entonces para la paz. No habrá más guerras, ni maniobras bélicas, ni academias militares. Esa paz la impondrá Dios, no las Naciones Unidas, que siempre han fracasado en ese sentido. La viña (v. Miq 4:4) es, como sabemos, uno de los símbolos de Israel (v. Isa 5:1-30); por eso, en el frontis del templo figuraba el racimo de oro (v. el comentario a Jua 15:1). En tiempos posteriores figuraba también en las monedas judías. La higuera figura en Deu 8:8 como una plantación característica de la Tierra Prometida. El pensamiento es de seguridad, sin temor a guerras, invasiones, etc. Dice Buck: «Que cada familia poseyese un terreno y pudiese pasar agradables horas sentada bajo la parra y la higuera era un ideal de felicidad para los israelitas en Palestina». En efecto, basta leer 1Re 4:25, donde aparece la frase subrayada, cuando Israel se sentía seguro, sin guerra, en tiempo de Salomón (que precisamente significa «pacífico»), y Jua 1:48, en tiempo de la vida terrenal de nuestro Salvador. Lo inaudito es que Buck diga luego lo siguiente: «Esta profecía, así juzgan los exegetas católicos, se refiere a la Iglesia cristiana, que es conspicua y visible, que por la excelencia de sus enseñanzas y de su legislación atrae a todas las naciones …». ¡Para qué seguir! ¿Cabe mayor absurdo?

3. A primera vista, el versículo Miq 4:5 parece contradecir al versículo Miq 4:2. Sin embargo, la idea, en realidad, es de «protesta de constante fidelidad al puro monoteísmo israelítico» (Buck); no significa que entonces se adorará a muchos dioses, ni que adorarán al verdadero Dios bajo los nombres de sus dioses respectivos (idea muy corriente entre los actuales sincretistas), sino que, al ver la actual devoción de los gentiles a sus dioses, se expresa la decidida voluntad de Israel a seguir, ya para siempre, a Jehová. Hay un contraste entre el culto pasajero a los ídolos y el culto eterno y perenne (comp. con Isa 9:6: «perpetuamente Padre») al único Dios, lo cual harán entonces de todo corazón: pero nosotros andaremos en el nombre de Jehová (que equivale a andar en el Espíritu ) nuestro Dios eternamente y para siempre».

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