Nehemías 4:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Nehemías 4:7 | Comentario Bíblico Online

I. La conspiración que los enemigos de los judíos urdieron contra ellos para detener la restauración y matar a los restauradores. Los conspiradores eran, además de Sanbalat y Tobías, otros pueblos vecinos a quienes ellos habían conseguido ganar para su causa. Todos estos (vv. Neh 4:7, Neh 4:8): «Se encolerizaron mucho y conspiraron todos a una para venir a atacar a Jerusalén y hacerle daño». ¿Acaso les habían provocado los judíos? Sin motivo alguno les atacaban; sólo por odio a la religión de ellos y por la forma en que prosperaba la obra. Los malos intentan impedir las buenas causas, pero las buenas causas son causas de Dios y han de prosperar.

II. El desánimo que cundió en las filas de los trabajadores. Al mismo tiempo que los enemigos estaban decididos a hacer cesar la obra (v. Neh 4:11), dijo Judá (v. Neh 4:10): Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado … y no podemos edificar el muro. Presentan cansados a los trabajadores, tienen por gran dificultad incluso el retirar el escombro y piensan que lo más prudente es suspender las obras. Los buenos líderes necesitan muchas veces mayor vigor para sostenerse frente a los temores de los amigos que frente a las amenazas de los enemigos.

III. La información que le llegó a Nehemías de los planes del enemigo (v. Neh 4:12). Había algunos judíos dispersos por el país, los cuales, aunque no tenían el ánimo o el celo suficiente para subir a Jerusalén en ayuda de sus hermanos, tenían la oportunidad de enterarse de los movimientos del enemigo, y el suficiente afecto a la causa como para venir una y otra vez (hasta diez veces) a dar información útil a fin de que estuvieran sobre aviso: Adondequiera que os volváis, nos atacarán. (Ésta parece ser la mejor traducción de esta cláusula de sentido muy incierto. Nota del traductor.)

IV. El piadoso y prudente método que al recibir la información tomó Nehemías para frustrar los planes del enemigo y poder continuar a salvo la obra.

1. Se nos dice (v. Neh 4:14) que miró: (A) Hacia arriba, y se puso a sí mismo y su causa bajo la protección de Dios (v. Neh 4:9): Entonces oramos a nuestro Dios. Esto es lo primero que hizo este buen hombre y esto es lo que habríamos de hacer nosotros también: extendió delante de Dios todas sus preocupaciones, todos sus pesares, todos sus temores y, de este modo, aligeró el peso que llevaba. (B) En torno suyo: Se puso a considerar la situación, a explorar el estado de la obra y de los obreros, y puso guardia de día y de noche. Esta fue la consigna que nos dejó el Señor (Mat 26:41): Velad y orad. Si pensamos que, con orar, ya no necesitamos velar para estar seguros, somos unos holgazanes y estamos tentando a Dios; pero si velamos sin orar, somos unos orgullosos y estamos menospreciando a Dios; de cualquiera de las dos maneras, nos hacemos indignos de su protección.

2. (A) Cómo puso los guardas (v. Neh 4:13): Por las partes bajas, detrás del muro, para que éste les sirviera de escudo contra el enemigo; pero en las partes altas los puso encima del muro, para que desde allí pudiesen arrojar piedras o dardos sobre la cabeza de los asaltantes; y los puso por familias, a fin de que el parentesco les animase mejor a defenderse mutuamente. (B) Cómo animó al pueblo (v. Neh 4:14): «No temáis delante de ellos; portaos valientemente, y tened en cuenta: (a) Bajo quién lucháis: Acordaos del Señor, grande y temible. Quizá pensáis que nuestros enemigos son grandes y temibles, pero ¿qué son en comparación de nuestro Dios, especialmente cuando se oponen a Él? Es grande sobre todos ellos para dominarlos y terrible contra todos ellos cuando venga a pedirles cuentas. (b) Por quién lucháis: Por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas». ¡Os jugáis todo lo que tenéis en el mundo!

V. El desencanto que esto produjo en sus enemigos (v. Neh 4:15). Cuando vieron que sus planes habían sido descubiertos y que los judíos estaban haciendo guardia, concluyeron que no había nada que hacer, pues Dios había desbaratado el consejo de ellos. Sabían que ya no podían atacar por sorpresa y que su táctica no les había servido. Así que los judíos pudieron volver cada uno a su tarea, tanto más contentos cuanto que veían claramente que Dios les reconocía y les amparaba en la obra que llevaban a cabo.

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