Significado de CREACIÓN Y CIENCIA Según La Biblia | Concepto y Definición

CREACIÓN Y CIENCIA Significado Bíblico

¿Qué Es CREACIÓN Y CIENCIA En La Biblia?

El precoz progreso de la ciencia se ha hecho posible mediante el método científico que incluye observar un fenómeno, formular una hipótesis para explicar la observación y realizar un experimento para obtener información a fin de afirmar la validez de esa hipótesis. Estos pasos ilustran dos principios importantes de la ciencia. Primero, la ciencia se limita al presente. Sin importar lo sofisticado que sea el equipamiento científico, nunca permitirá que una persona analice datos que no correspondan al tiempo presente. El científico puede examinar los artefactos, catalogarlos y efectuar suposiciones utilizando las técnicas historiográficas, pero nunca puede realizar un experimento controlado para discernir lo que sucedió en el pasado.
Segundo, el método científico proporciona información independiente del punto de vista del científico. Un científico que sea creyente (y hay muchos) arribará exactamente a las mismas conclusiones que un ateo si utiliza el método científico. La ciencia no depende de un sistema de creencias en particular y no es, por lo tanto, dominio exclusivo de los evolucionistas. De aquí que es un error intentar catalogar el debate entre los evolucionistas y los creacionistas como si fuera una disputa de la ciencia frente a la religión o de los hechos en contra de la fe. En la actualidad, la evolución se presenta como una teoría en crisis. Los experimentos para demostrar la manera en que la vida surgió de la no vida dentro de un caldo primigenio y prebiótico han dejado a todos los evolucionistas sin ninguna explicación en cuanto a la presencia de la vida en la actualidad. El experimento de Stanley Miller del año 1953 en el que produjo algunos aminoácidos, ya no se considera válido aunque aún aparezca como prueba de la evolución en los libros de texto de todas las universidades. Miller presuponía que la atmósfera primitiva de la tierra era reducida y contenía gases de amonio y metano, pero que no había oxígeno. Como él era químico, sabía que una atmósfera reducida era absolutamente necesaria si se iban a formar espontáneamente algunas moléculas. Una nueva interpretación de datos (desde una perspectiva evolucionista) sugiere que en la tierra primitiva se encontraba presente una atmósfera neutral producida por gases volcánicos. Estos gases no forman ningún bloque productor de vida en el aparato de Miller. Como para complicarles las cosas a los evolucionistas, ciertos artefactos (rocas y agua) sugieren que el oxígeno ciertamente estaba presente desde muy temprano. El evolucionista a. g. Cairns-Smith ha demostrado que la producción de elementos químicos de existencia natural, puros y utilizables para desarrollar moléculas, sería imposible en las aguas de la tierra primitiva (Seven Clues to the Origin of Life [Siete pistas para el origen de la vida], Cambridge University Press, 1985, p.43).
Uno se debe preguntar: “Si fue posible que se formaran bloques productores de vida, ¿pudieron estos ensamblarse espontáneamente para formar una célula viviente?” Sir Fred Hoyle calculó esta posibilidad (que es un número bastante conservador) y determinó que existe solo una chance en 1.040.000 de que una célula se pueda ensamblar para formar moléculas orgánicas (The Universe: Past and Present Reflections [El universo: Reflexiones pasadas y presentes], University College, 1981). La mayoría de los científicos consideran que las posibilidades mayores al 1050 son imposibles. Francis Crick, el biólogo ganador del Premio Nobel por haber descubierto la estructura del ADN, determinó que los cuatro mil millones de años que los evolucionistas determinaron se necesitaban para la evolución, no constituían suficiente tiempo para que la vida surgiera de un caldo primigenio (Life Itself: Its Origin and Nature [La vida misma: Su origen y naturaleza], Simon & Schuster, 1981).
Los defectos de la teoría darwiniana continúan manifestándose. Darwin escribió: “Si se pudiera demostrar que existe un órgano complejo que posiblemente no se haya formado mediante modificaciones numerosas, sucesivas y leves, entonces mi teoría se destruiría por completo” (The Origin of the Species [El origen de las especies], New York University Press, 1988, p.154). ¿Cómo le va a Darwin en el día de hoy? Hay dos líneas de investigación científica que proveen evidencias contra la posición de Darwin.
La primera demuestra que las mutaciones no desarrollan genes nuevos. Pierre-Paul Grassé, antiguo presidente de la Academia de Ciencias, declaró que las mutaciones son solo cambios triviales que resultan de la alteración de genes ya existentes, mientras que la evolución creadora requiere la síntesis de genes nuevos (Evolution of Living Organisms [La evolución de los organismos vivientes], Academia Press, 1977, p.217). Sus estudios proporcionan evidencia de que las mutaciones no se extienden a generaciones subsiguientes alejadas de un punto de partida sino que, en cambio, esas generaciones se mantienen dentro de límites firmemente establecidos. Las bacterias, a pesar de sus innumerables mutaciones, no han excedido el marco estructural dentro del que siempre han fluctuado y aún lo hacen. Lee Spetner no solo ha confirmado estos hallazgos sino que además ha demostrado que las mutaciones dan como resultado una pérdida de información genética; exactamente lo opuesto a lo que pronosticaba el darwinismo. Spetner llegó a esta conclusión: “La imposibilidad de observar siquiera una mutación que agregue información es más que un simple fracaso en hallar un respaldo para la teoría. Es evidencia en contra de la teoría” (Not by Chance: Shattering the Modern Theory of Evolution [No por casualidad: Cómo hacer trizas la teoría moderna de la evolución], Judaica Press, 1998, p.160). Peor aún, una pieza clave de evidencia sostenida durante mucho tiempo como “prueba” de la evolución mediante mutación fue el desarrollo de la resistencia antibiótica de las bacterias. La resistencia antibiótica se desencadena despertando un gen que ya está presente en la bacteria. El resultado es que no existe absolutamente ninguna mutación.
La otra línea de prueba científica que desacredita la evolución es la complejidad irreductible. El esquema de Darwin, que va de lo simple a lo complejo, no ha soportado el escrutinio científico. El bioquímico Michael Behe declaró que la complejidad irreductible no solo se extiende a la célula sino también a las partes que la constituyen (Darwin’s Black Box: The Biochemical Challenge to Evolution [La caja negra de Darwin: El desafío bioquímico a la evolución], Free Press, 1996). Es decir, la célula no se pudo haber desarrollado mediante un proceso de pasos simples. Para que la célula funcionara, debía contar con toda su complejidad desde el principio. De otra manera, habría sido basura orgánica carente de funcionalidad. El famoso ejemplo de la trampa para ratones de Behe ilustra la falacia de que es mejor tener parte de un ojo (órgano, músculo, etc.) que no tenerlo en absoluto. Tener parte de un ojo no funciona mejor que tener solo partes de una trampa para ratones. Uno sencillamente no espera atrapar menos ratones cuando falta la mitad de las partes de una trampa. La complejidad irreductible hasta en las porciones más pequeñas exige un Creador inteligente que, por Su sabiduría, creó una asombrosa célula compleja para confundir la sabiduría del mundo.
La imposibilidad de que la vida aparezca espontáneamente es un problema insuperable para los evolucionistas pero se adecúa con claridad a la verdad que declaran las Escrituras en cuanto a que Dios, en el comienzo, creó la vida. La razón por la que la vida parece ser un “principio” organizado que se autodesarrolló dentro de un plan definido se debe a que Dios, el Gran Diseñador, formó la vida con intrincado detalle. Dios no creó la célula y puso las cosas en movimiento (evolución teísta) sino que Dios creó toda cosa viviente tal como Él lo dijo en los dos primeros capítulos de Génesis.
En tanto que los puntales de la evolución se derrumban, la creación continúa siendo la única explicación realista de la vida. Explica de la mejor manera las evidencias proporcionadas hoy por los artefactos, tales como la ausencia de formas transicionales de vida de lo cual dan testimonio los registros fósiles. Los eslabones perdidos entre los peces y los anfibios, entre los anfibios y los reptiles, etc., dentro del registro fósil no aparecen porque no existen. Dios creó las especies para que se reprodujeran según su género. Aun así, Dios diseñó la diversidad genética dentro de la célula que permite observar variaciones dentro de los géneros.
Si la evolución se encuentra en esta condición, ¿por qué hay tantos que se aferran a ella? Resulta ser que la discusión no es entre la creación y la ciencia. La discusión se ubica en un nivel filosófico. El pensamiento racionalista deja de lado lo sobrenatural y busca otras explicaciones aparte de la obra de un Creador perfectamente sabio quien dejó su sello en el diseño de la creación. ¿Debe la teoría del hombre racionalista y falible moldear nuestro pensamiento, o deberíamos reconocer a Dios quien es nuestro Creador soberano y creer en Su palabra?

David Mapes

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí