Significado de CREACIÓN Según La Biblia | Concepto y Definición

CREACIÓN Significado Bíblico

¿Qué Es CREACIÓN En La Biblia?

La naturaleza de la enseñanza bíblica sobre la creación es a la vez teológica, doxológica y fáctica. Teológicamente, la Biblia refuta las teorías cosmológicas paganas tanto antiguas como modernas: este mundo no es la realidad definitiva. Doxológicamente, la creación no solo declara la gloria de Dios sino que incluso la enseñanza sobre la creación en las Escrituras se presenta como una alabanza a Dios. Por ejemplo, los eruditos reconocen la agradable simetría literaria en la estructura de los días de la creación en el Génesis. Desde el punto de vista fáctico, los textos bíblicos revelan algo de las actividades creativas y formativas de Dios en este mundo. Por lo tanto, aunque la doctrina de la creación es más que ciencia, no por eso es anticientífica. De lo contrario, la teología y la doxología bíblicas no tendrían fundamento. En realidad, estos énfasis se asocian en la doctrina creacionista como un tema central a lo largo de la Biblia.
El mensaje de la creación
Dios es eterno y trascendente; la creación no lo es (Gén 1:1; comp. las referencias de Jesús al “principio de la creación que Dios creó” Mar 13:19; comp. Mat 19:4; Mar 10:6). Todas las cosas le deben su existencia (Isa 44:24; Isa 45:12; Sal 33:6; Apo 4:11) a la obra de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo (comp. Gén 1:1; Jua 1:1; Gén 1:2), que tiene a Cristo como agente preeminente de la creación (Jua 1:10; Col 1:16). La enseñanza bíblica da a entender que Dios creó el mundo de la nada (Heb 11:3). A diferencia de Dios, cualquier cosa creada puede ser afectada; solo lo que Dios desea continuará existiendo (Heb 1:3; Heb 12:27; Col 1:17).
A pesar de estar actualmente sujeta a la corrupción ética y material, la creación de Dios aún lleva las marcas originales de su condición completamente buena (Gén 1:31; 1Ti 4:4). La raza humana es la única que disfruta del privilegio de llevar la imagen divina (Gén 1:27, todas las personas subsiguientes, aunque no fueron creadas directamente como Adán y Eva, se consideran obra especial de la mano de Dios; Sal 89:47; comp. Sal 102:18). El propósito (Col 1:16) y el diseño divinos (por ejemplo, la determinación del tiempo mediante el movimiento de los cuerpos celestes en Gén 1:14) dominaron la creación. Esta habla de la gloria de Dios en pleno contraste con el hombre (Sal 8:1-9; Sal 19:1-4).
La desfiguración de la creación, por lo tanto, no es original. Debido al pecado de Adán, la creación acarrea ahora evidencias de su sujeción a la vanidad, su esclavitud a la corrupción, su gemido y su sufrimiento (Rom 8:20-22). Sin embargo, la obra de Dios continúa dando testimonio fiel de Su poder eterno y de Su naturaleza divina, a pesar de la rebelión e idolatría de una raza que decide alejarse de este conocimiento revelado (Rom 1:18-23). La buena noticia es que, aunque la imagen de Dios se vio afectada a causa de la caída, esa misma imagen se está renovando (Col 3:10; Efe 4:24) en aquellos que son nuevas criaturas en Cristo (2Co 5:17; Gál 6:15). Un día, toda la creación será liberada para poder entrar en la libertad de la gloria futura de los hijos de Dios (Rom 8:20-22). Por lo tanto, así como Adán lo anticipó en forma simbólica, Cristo es el verdadero prototipo para los redimidos (Rom 5:14; 1Co 15:45).
Cuidado al interpretar las Escrituras y la ciencia
La enseñanza escritural sobre la creación se ha vuelto objeto de análisis minucioso y de duda, especialmente desde la época de la Ilustración. En la actualidad, textos bíblicos importantes se consideran comúnmente errores precientíficos o mitología. En este entorno, los maestros y los predicadores de la doctrina creacionista pueden esperar cuestionamientos sobre la veracidad de la Biblia en relación a las “ciencias” física y literaria.
Los críticos de historia normalmente opinan que el relato de la creación de Génesis depende de las narraciones paralelas de la Mesopotamia y Egipto. No obstante, ninguna de las diversas reconstrucciones de dependencia del Génesis ha obtenido consenso entre los eruditos. Indudablemente existen historias de la creación que en algunos aspectos son similares a Génesis, pero en las comparaciones a menudo se ignoran ciertas diferencias, incluso algunas fundamentales. Por ejemplo, el monoteísmo sereno del Génesis se eleva como un alivio sobresaliente ante el politeísmo turbulento que se hallaba comúnmente en los relatos babilónicos. Algunos puntos de contacto entre el Génesis y otros relatos creacionistas se deben tal vez al repudio bíblico hacia las ideas paganas en aquellas cosmogonías.
Lo que se ha convertido en una acusación normal de los críticos de la Biblia es que el Génesis no solo contiene mitología sino que incluso está constituido en sus capítulos iniciales por dos relatos mitológicos y conflictivos de la creación. En un intento por explicar los dos primeros capítulos como si fueran una recopilación de una fuente de información y de la tradición, la conjetura común es que una fuente sacerdotal (S) que destaca Gén 1:1-31; Gén 2:1-4 a está en conflicto con el relato yahveísta (J) del resto del capítulo Gén 2:1-25. Sin embargo, una tendencia creciente entre los eruditos es rechazar la opinión de que estos capítulos representan dos relatos opuestos de la creación. La congruencia de la estructura literaria de ambos capítulos indica la presencia de tradiciones unificadas y no separadas. Los estudios retóricos también dan a entender que ambos capítulos presentan una narrativa unitaria. Y los estudios comparativos indican que las historias de los orígenes de Sumeria y Babilonia se narraban en dos partes que consistían en presentar el relato general seguido de otro más detallado. Todo esto respalda la opinión tradicional: el capítulo Gén 2:1-25 presenta una elaboración más detallada de los temas del capítulo Gén 1:1-31. Con el surgimiento de la ciencia moderna se ha lanzado otro desafío a la doctrina bíblica de la creación. Un concepto muy común es que las enseñanzas bíblicas y las científicas son diametralmente opuestas, o que son completamente irrelevantes entre sí. Sin embargo, una opinión más sana que requiere mayor cuidado y dedicación es que las Escrituras y la ciencia se complementan mutuamente cuando se las interpreta de manera correcta. Se conocen muy bien los errores interpretativos del pasado y la comprensión incompleta de la ciencia y de la Biblia. Por ejemplo, Isaac Newton estaba equivocado en cuanto a su teoría corpuscular de la luz. El fenómeno cuántico continúa dejando perplejo nuestro entendimiento. En una época, los intérpretes bíblicos creían que la Biblia enseñaba acerca de un universo geocéntrico (también la creencia científica de aquella época). También permanecen muchos enigmas interpretativos de la Biblia tales como la creación de la luz antes del sol y las estrellas en Gén 1:1-31, o cuándo y dónde ubicar la fecha de la creación. Lo que sí es claro es que la iglesia no se debe someter al escepticismo ni a las dudas interpretativas acerca de la veracidad bíblica y que, al mismo tiempo, debe resistir las tendencias pasajeras de interpretación.
La iglesia también debe permanecer firme frente a los puntos de vista mundanos especulativos que se disfrazan de verdad científica. La Biblia ciertamente parece reconocer la variabilidad genética dentro de los diversos órdenes de criaturas (por ej., puesto que todos los seres humanos han descendido de Adán y Eva, solo existe una raza humana; comp. Hch 17:26). Pero la doctrina escritural de la creación rechaza la plasticidad casi infinita de las especies tal como lo postula el darwinismo (observar que la reproducción es “según su género”; ver Gén 1:11-12). Es vital reconocer que el rechazo de cualquier posibilidad de diseño que reclama la teoría macroevolutiva desaparece frente al relato bíblico de la creación y no se puede armonizar con él.
Los cristianos están agradecidos cuando la ciencia, intencionalmente o no, arroja confirmación a la verdad escritural (por ej., la cosmología reciente ha comenzado a debatir nuevamente si existen evidencias de una creación ex nihilo). Sin embargo, la fe en la palabra de Dios revelada en las Escrituras es, en definitiva, esencial para entender el origen de todas las cosas (Heb 11:3). La verdad revelada de la obra creadora soberana de Dios es un asunto terminado que no depende de la comprensión incompleta y defectuosa de los seres humanos (Sal 119:89-91).

Ted Cabal

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