Significado de MISERICORDIA Según La Biblia | Concepto y Definición

MISERICORDIA Significado Bíblico

¿Qué Es MISERICORDIA En La Biblia?

Cualidad y acción de la naturaleza misma de Dios. La mejor descripción a nivel humano la define como la consideración que posee una persona frente a la condición y las necesidades de los demás. Constituye una cualidad esencial del pueblo del pacto, especialmente Israel y la iglesia. En el AT, Dios inicialmente no desplegaba misericordia hacia las personas fuera de la comunidad del pacto, sino que la expresaba fundamentalmente para con Su pueblo Israel. También se convirtió en la actitud y proceder mutuo que se esperaba del pueblo de Dios. Esta expectativa se transmitió a la iglesia y se convirtió en una cualidad fundamental del estilo de vida de los creyentes. Jesús hizo que constituyera una parte esencial de su manifiesto cristiano en el Sermón del Monte (Mat 5:7). Tanto en el AT como en el NT consiste en una acción que lleva a cabo el fuerte a favor del débil, el rico hacia el pobre, el que está adentro para con el que está afuera, aquellos que tienen para beneficio de los que padecen necesidad.
La misericordia que proviene de Dios es la base del perdón divino. Es Su amor fiel e inconmovible. No significa que Dios exhiba una emoción denominada misericordia sino que lleva a cabo una acción misericordiosa. Esta acción se produjo cuando Israel tuvo necesidad de: provisiones como en el caso del maná en el desierto (Éxo 16:31-35), protección como sucede con el pastor que guarda a Israel y no duerme (Sal 121:1-8), y liberación (Sal 56:12-13; Sal 107:1-43) como ocurrió cuando Yahvéh liberó a Su pueblo de Egipto (1Sa 10:18). La misericordia nunca fue un beneficio obtenido por el pueblo de Dios en base a méritos propios sino que siempre constituye un don divino. “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación” (Éxo 34:6-7).
La justicia y la rectitud de Dios no pueden ser pasadas por alto en el tema de la misericordia. Éxo 34:7 deja en claro que el juicio divino estará por encima de la misericordia cuando la rebelión pecaminosa del hombre lo aleje de la rectitud y el amor divino. La misericordia de Dios se manifiesta en este caso a través de un accionar lento y una postergación del castigo, pero no ignora el pecado ni se niega a actuar con ira. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2Pe 3:9-10). La ira de Dios es la acción resultante frente a la rebelión del hombre una vez que culminó Su misericordia. En el AT, la ira divina se derramaba sobre naciones paganas debido a la maldad (Gén 18:1-33; Gén 19:1-38) y hostilidad hacia Su pueblo. Dios también expresó Su ira y actuó sin misericordia para con Sus amadas Israel y Judá.
En el NT, la misericordia se suele describir mediante varias palabras básicas: splanchnon, traducida generalmente “compasión” o “profunda misericordia”; eleos, que significa “misericordia”; oiktirmos, traducida “misericordia” y “compasión”. La palabra hileos se emplea pocas veces y se traduce “misericordioso” o “propicio”. Siempre se utiliza para aludir a la misericordia de Dios, y algunos la traducen “perdonar” (NVI). En Heb 8:12 se traduce de la siguiente manera: “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”. En 1Jn 2:2 se emplea otra forma del término: “Y él [Jesús] es la propiciación (hilasmos) por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. Esta es la palabra que aparece en la LXX, hilasterion, y se emplea para traducir el término hebreo kapporet, el propiciatorio donde se rociaba la sangre de la expiación. En el sentido más grandioso, Jesús constituyó la expresión plena de la misericordia de Dios. Nadie encarna ni ilustra personalmente el significado de la misericordia como lo hace Jesús. Así como sucedió con el Padre, Jesús fue mucho más allá de solo sentir compasión ante el sufrimiento. Él siempre fue “movido a misericordia” y “demostró compasión” cuando se encontró con aquellos que padecían por algo. La máxima ilustración que dio sobre el significado de la misericordia quizás sea la historia del buen samaritano que utilizó para responder la pregunta que había formulado el escriba: “¿Quién es mi prójimo?” En esta historia se emplean dos de los términos mencionados anteriormente. Jesús dijo que cuando el samaritano vio al hombre, tuvo misericordia (splanchnizomai). La acción que se produjo como resultado describe una misericordia que va más allá de un simple sentimiento; es una misericordia que se manifiesta en acción. Al final de la historia, Jesús le preguntó al escriba cuál de los hombres había demostrado ser el prójimo. El escriba respondió: “El que usó de misericordia (eleos) con él”.
En los Evangelios se encuentran entretejidas numerosas maneras en que Jesús demostró Su misericordia. Lo vemos deteniéndose en medio de una procesión para invitarse como huésped social a la casa de un despreciado recaudador de impuestos de baja estatura (Luc 19:1-10). Sanó leprosos (Mar 1:41), enseñó a multitudes ignorantes, fue movido a misericordia y curó enfermos, y satisfizo el hambre de muchos con el simple almuerzo de un muchacho (Mat 14:14-21). Jesús le dio vista a los ciegos (Mat 20:34), hizo caminar a paralíticos (Jua 5:2-9) y resucitó a muertos (Luc 7:2-15). Las palabras que le envió a decir a Juan el Bautista acerca de Su identidad y ministerio resumen el alcance de Su misericordia. “Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído; los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio” (Luc 7:22).
Tanto en el AT como en el NT, la misericordia siempre se extiende del más grande al más pequeño, del rico al pobre, del fuerte al débil, del justo al pecador. La disposición principal de Dios para con el hombre pecador es la misericordia, engendrada por Su amor, que pone en actividad Su poder para hacer que las personas regresen a Él. La misericordia que Dios da nunca es merecida sino que siempre la genera Dios, no el hombre. La palabra hilaskomai, “ser misericordioso”, “ser propicio”, alude a la misericordia de Dios que lleva a cabo la expiación por el pecado del hombre, que no merece recibirla. La salvación consiste en la acción misericordiosa de Dios que detiene Su ira y castigo eterno en conjunto con Su gracia, que concede perdón y vida eterna. Pablo señala que Dios le dijo a Moisés: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Rom 9:15-16). Luego continúa diciendo que tanto los judíos como los gentiles, que son vasos de ira, se convirtieron en vasos de misericordia. Pablo luego declara: “De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece” (Rom 9:18).
La misericordia no es solo un tema central del ministerio de Jesús y del Padre; todos los creyentes también deben practicarla. Jesús la convirtió en un ingrediente esencial de la vida y proceder del creyente cuando pronunció las Bienaventuranzas en el Sermón del Monte: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mat 5:7). Tal como se señaló anteriormente en este artículo, la misericordia del buen samaritano se eleva como ejemplo para todos los creyentes. Pablo presentó la idea de que la acción de mostrar misericordia es un don espiritual. “De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada […] el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría” (Rom 12:6; Rom 12:8). En Hch 2:1-47, cuando los miembros de la iglesia de Jerusalén reunieron todos sus bienes a fin de sobrevivir en momentos de dificultad, se exhibió la esencia del corazón y el espíritu que se requieren de todo creyente (Hch 2:44-47), el espíritu de misericordia que manifestaba la centralidad de la fe demostrada por Jesús. Santiago enseñó en qué consiste la sabiduría celestial y la religión verdadera: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Stg 3:17). Él describió: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg 1:27). Esta es la misericordia en acción que implica más que una mera emoción y da como resultado sanidad, restauración y provisión para suplir cualquier necesidad que la incentive a actuar.
Si la misericordia es una acción del más fuerte llevada a cabo en respuesta a la dificultad o necesidad del más débil, bien podríamos preguntar si se puede expresar en el caso opuesto. El NT demuestra que es posible. La ética que enseña Jesús invita a colocar la otra mejilla, a caminar una milla extra y a bendecir a los que nos maldicen. Jesús mismo encarnó esta enseñanza. La misericordia la puede ejercer el que está en el fondo para bien del que está en la cima. Este es el carácter singular de la fe cristiana. Se ve, por ejemplo, en las palabras que pronunció Jesús desde la cruz en medio de la agonía de la muerte: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc 23:34). Luego aparecen expresiones similares de Esteban mientras las piedras le golpeaban la cabeza y el cuerpo: “Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió” (Hch 7:60). Por lo tanto, la misericordia es un sentimiento que invita a la acción aun de parte del oprimido a favor del opresor, del débil hacia el fuerte, de la víctima para bien del victimario. “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Luc 6:27-28).

Dan Parker