Reflexiones Cristianas – No Deje Su Caldera Estallar

Reflexiones Cristianas


No Deje Su Caldera Estallar


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"por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios" (Romanos 5:2).


Un gran número de personas se encontraba en una reunión de oración.  Un hombre, con grande pompa, dirigiéndose hasta la frente del grupo, pidió la palabra y habló: "Hermanos, yo estoy a bordo del viejo barco Sion, navegando para el cielo, a una velocidad de 16 nudos.  Luego yo viajare para el puerto de los bienaventurados." En cuanto regresó a su lugar, otro compareció adelante y con más arrogancia habló:

"Yo también estoy a bordo del viejo barco Sion.  Estoy navegando a una velocidad de 30 nudos y luego ascenderé al puerto de los santificados." Acabando de hablar, se sentó.

Otro hombre, aún más prepotente, levantándose, dijo: "Yo también, hermanos, estoy a bordo del barco Sion,.  Es un barco a vapor con una potencia espantosa que me llevará bien rápido al puerto de los benditos." Después de hablar, como los otros anteriores, se sentó.  Una mujer cristiana, modesta y sincera, habló a continuación: "Bien, hermanos, hace setenta años que yo estoy caminando para el cielo.  Estoy siguiendo a pie.  Presumo de lo que ya tengo experimentado, que deberé continuar a pie lo demás del camino.  A los que están siguiendo a vapor, estén alertas y cuiden para que no estallen sus calderas." Como dijo un Santo de Dios, vamos nos a gloriar como sigue: "Yo no soy el que venía a ser, yo no soy lo que anhelo ser, yo no soy lo que espero ser; pero por la gracia de Dios yo no soy lo que soy."

Engañamonos a nosotros mismos cuando, por orgullo y vanidad, nos juzgamos superiores o más capaces que los demás.  En todo cuanto presenciamos colocamos defectos y creemos que podríamos hacerlo  mucho mejor.  Mostramos contrariedad cuando somos pretenciosos y no entendemos el porque de otros son escogidos cuando nosotros seríamos las personas indicadas para aquella función.  Solo conseguimos exagerar nuestras calidades y los defectos de los que están a nuestro rededor.

Juzgamos que somos más competentes que Dios para escoger personas para determinadas funciones.  No aceptamos el hecho del Señor tener Sus propósitos.  Él no mira para lo que podemos hacer y sí para lo que puede hacer a través de nosotros.  Y, para cualquier servicio espiritual, más vale la obediencia y la humildad de aceptar la voluntad de Dios de lo que la prepotencia de alguien cre que puede hacer cualquier cosa según su propia voluntad.

No somos nada y nada podemos hacer si la gracia del Señor no esté sobre nosotros.



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