La respuesta del padre a él fue: «Sí, hijo, es verdad que estoy muy empolvado. Pero luego estaré aseado nuevamente». Él no pensó más en aquel asunto hasta que, el otro día, al lavar el carro, notó que su hijo mayor estaba haciendo algo muy extraño. Estaba atrapando un poco de polvo junto al columbio y pasando en sus pantalones. El padre le preguntó: «¿qué usted está haciendo?» La respuesta del hijo ha sido: «¡Quiero quedar me empolvado cómo usted, papá!» Él concluyó que, si un niño es capaz de ensuciarse apenas para copiar su padre, puede mirar a él y seguirlo en cualquiera cosa. ¿Qué ejemplo estamos pasando para nuestros hijosí
La vida del cristiano necesita ser un ejemplo en toda la sociedad. Muchos se fijarán a sus gestos, a sus palabras, a sus reacciones delante de los problemas,a la forma de conmemorar las conquistas. En todo eso él necesita transmitir el brillo de la presencia del Señor en su corazón.
Y se él es notado por todos que encuentra en las calles, mucho más será observado en casa, especialmente por los hijos. Como un discípulo de Cristo, anhelando en el Señor que sus hijos también lo sean, más cuidado deberá tener con todo lo que hace para no ser responsable de una malformación espiritual en su familia. Si él es fiel y coloca Jesus en primer lugar en sus actitudes, los hijos que buscan imitarlo también serán grandes bendiciones en su caminata en éste mundo. Los hijos encontrarán paz y dicha, los padres si regocijarán por su crecimiento espiritual, las conmemoraciones por las victorias serán constantes y los vecinos y amigos serán contagiados por la presencia del Espírito Santo en aquella casa.
El apóstol Paulo podía invitar a sus amigos a imitarlo. ¿Usted también puede hacer lo mismo?
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