1 Corintios 11:2 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Corintios 11:2 | Comentario Bíblico Online

1. Pablo comienza, como debería hacer todo ministro de Dios, con una alabanza a los fieles de Corinto (v. 1Co 11:2). Les alaba por el recuerdo que guardan de él y por la observancia de las instrucciones que les había entregado. El vocablo griego para «instrucciones» es aquí, como en 2Ts 2:15, paradóseis, que significa «instrucciones dadas oralmente», con el matiz peculiar de haber sido «pasadas de mano en mano» (no se las había inventado Pablo), por lo que suele traducirse por «tradiciones», aunque este término ha adquirido en la Iglesia de Roma el sentido de «depósito oral de la revelación, con un valor igual que el de las Sagradas Escrituras», por lo que es preferible prescindir del uso de tal vocablo y usar el de «enseñanzas transmitidas oralmente».

2. Pasa de inmediato a reprender la conducta de las mujeres en las reuniones, diríamos «oficiales», de la congregación.

(A) Comienza estableciendo una especie de «jerarquía» de autoridad, la cual ha de entenderse en sentido figurado (v. 1Co 11:3). Dice que Cristo es la cabeza de todo varón. A la luz de los versículos 1Co 11:7-9, se ve que Pablo no se refiere a todo varón, sino al marido; añade que el varón es la cabeza de la mujer. Lo de «y Dios es la cabeza de Cristo» nos lleva a 1Co 3:23; 1Co 15:27, 1Co 15:28, así como a Jua 14:28, por no citar más lugares. La subordinación de la mujer al marido se basa en el relato de Gén 2:1-25, en el que vemos la creación del primer hombre del polvo de la tierra; en correspondencia con Gén 1:26, Gén 1:27, vemos que es principalmente el varón el que fue creado a imagen y semejanza de Dios (v. 1Co 11:7), mientras que la primera mujer fue creada del hombre y a imagen y semejanza de éste (vv. 1Co 11:7, 1Co 11:8); más aún, «tampoco el varón fue creado por causa de la mujer (es decir, para servirle a ella de ayuda), sino la mujer por causa del varón» (v. 1Co 11:9, comp. con Gén 2:18).

(B) «Sin embargo» (v. 1Co 11:11), al pasar del orden de la creación al de la redención, el apóstol recuerda que, en el Señor, es decir, en el plano sobrenatural, como miembros de un mismo Cuerpo de Cristo (1Co 12:13; Gál 3:28) y coherederos de la gracia de la vida eterna (1Pe 3:7), están al mismo nivel; ambos tienen a Dios por Padre (v. 1Co 11:12 al final) y, aunque es cierto que la primera mujer fue hecha del primer varón, también es cierto que todo otro varón (también Cristo; nótese el énfasis de Gál 4:4) nace mediante la mujer (v. 1Co 11:12).

(C) Esta especie de «prenotandos», intercalados en la sección según le parece a Pablo más oportuno con miras al detalle particular que desea inculcar, conducen a reforzar la norma que, según él, era costumbre en las iglesias y sobre la que él no quiere discutir (v. 1Co 11:16): Todo varón que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta a su cabeza (v. 1Co 11:4); con la mayor probabilidad, no se refiere a su propia cabeza física, sino a Cristo (v. 1Co 11:3). Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta a su cabeza (v. 1Co 11:5, comparado igualmente con el v. 1Co 11:3), es decir, a su marido. Estamos, pues, en la famosa porción del «velo», que tanto da que hablar en muchas iglesias y por la que muchos hermanos gastan demasiado tiempo en discutir minucias, con frecuente olvido de las más importantes enseñanzas de la Palabra de Dios. Vamos a analizar algunos detalles notables que se prestan a malentendidos, y sentimos tener que disentir, en la mayoría de ellos, de la opinión del Profesor Trenchard.

(a) Para comenzar, téngase en cuenta que Pablo está hablando de una costumbre nueva, introducida en ciertas iglesias de la gentilidad. En efecto, los varones judíos siempre oraban (y oran aún) con la cabeza cubierta por el tallis, una especie de «solideo», más o menos amplio. Por otra parte, tanto los varones griegos, como sus mujeres, oraban con la cabeza descubierta. Los cristianos, al menos los procedentes de la gentilidad, «adoptaron una práctica distintiva», como dice L. Morris. Los argumentos que Pablo usa para exhortar a la observancia de esta norma están, pues, acomodados a esta práctica que los creyentes habían introducido para distinguirse de la pauta observada, tanto por los judíos como por los paganos, en sus lugares públicos de oración.

(b) Por Hch 16:13; Hch 21:9, vemos que también las mujeres oraban y profetizaban, aunque no en la congregación general (v. 1Co 14:34, 1Co 14:35, comp. con 1Ti 2:11, 1Ti 2:12). En la vía pública, como era el caso del grupo de mujeres de Filipos, no cabe duda de que orarían con la cabeza cubierta, pero no es de creer que se cubriesen la cabeza para orar o profetizar dentro de casa.

(c) Los versículos 1Co 11:5, 1Co 11:6 significan lo siguiente: Sólo las mujeres de mala fama iban descubiertas por la calle, y sólo las esclavas iban rapadas. Por tanto, una mujer decente, como debe ser toda mujer cristiana, debe cubrirse; de lo contrario, que se rape la cabeza, pues más vale aparecer en público como esclava que como ramera. ¿Con qué debe cubrirse? Con el velo que usaban (y todavía usan en algunos lugares) las mujeres orientales. Pero este velo no es la «mantilla» que usan en España las mujeres tanto evangélicas como católicas en los cultos; es un velo más bien espeso y, además, cae por delante hasta cerca de los ojos, como lo da a entender el verbo griego que en estos versículos se usa.

(d) La razón por la que el varón no debe cubrirse la cabeza (v. 1Co 11:7) es que él es imagen y gloria de Dios. También la mujer, como ser humano, fue hecha a imagen de Dios, pero sólo el varón es imagen gloriosa de Dios, porque, como dice Hodge, «en cuanto al dominio con que el hombre fue investido sobre la tierra, Adán era el representante de Dios. Él es la gloria de Dios, porque en él se manifiesta especialmente la majestad divina». Cubrirse la cabeza equivaldría, pues, para él a renunciar que se reflejase en su rostro la gloria de tal majestad. En cambio, la mujer está destinada, en lo natural, a reflejar la gloria de su marido, como de aquel a quien está directamente subordinada (v. Efe 5:22; 1Pe 3:5, 1Pe 3:6).

(e) El difícil versículo 1Co 11:10 dice textualmente: «Por esto, debe la mujer tener autoridad sobre la cabeza a causa de los ángeles». A la vista del contexto anterior, habríamos de esperar que Pablo dijese, como traducen algunas versiones, «debe la mujer tener señal de sujeción …». Por eso, hay autores que ven en el vocablo «autoridad» (gr. exousían) la dignidad que la mujer adquiere al ir cubierta, y de la que se despoja al quitarse el velo en público. Esta interpretación no cuadra bien con el sentido del contexto. L. Morris adopta una posición intermedia al decir: «Lo que Pablo, pues, quiere dar a entender es que, al cubrirse la cabeza, la mujer asegura su propia posición de dignidad y autoridad. Al mismo tiempo, reconoce su subordinación».

(f) Punto aparte merece la frase «a causa de los ángeles». Opinan algunos que el vocablo «ángeles» significa aquí «mensajeros o enviados» de otras iglesias, los cuales se escandalizarían al ver a las mujeres creyentes con la cabeza descubierta. La interpretación más obvia, sin embargo, es la que explica el vocablo en su sentido corriente. Dice M. Henry: «Judíos y cristianos tenían la opinión de que estos espíritus administradores están presentes en sus asambleas». Véanse lugares como Isa 6:1.; 1Pe 1:12, para mostrar que, en efecto, los ángeles se interesan por lo que ocurre en la iglesia y por la reverencia o irreverencia de los que asisten a los cultos.

(g) Queda sólo otro punto difícil de dilucidar, que, en opinión del traductor, es decisivo para la interpretación de toda la porción (vv. 1Co 11:13-15). Para convencer a los corintios de que no está bien que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza (v. 1Co 11:13), el apóstol apela a la naturaleza misma (v. 1Co 11:14). ¿Qué entiende por «naturaleza»? No puede referirse al crecimiento espontáneo del cabello, pues tanto al hombre como a la mujer les crece igualmente el pelo, además de que sólo al hombre le crece la barba, con lo que supera en esto a la mujer. Era una gloria para los nazareos o nazireos dejarse crecer el cabello, y así iría aderezado Juan el Bautista (comp. Luc 1:15) y muchos entre los griegos, especialmente los filósofos, llevaban largo el cabello. Dice L. Morris: «Ciertamente, esto (lo de llevar el varón el pelo corto) debía de ser la costumbre en el Corinto del primer siglo; de no ser así, nunca habría podido Pablo urgir su apelación de esta manera».

En opinión, pues, del traductor, el apóstol se acomoda aquí a las circunstancias de tiempo y lugar; y los argumentos que emplea están también, como es corriente en él, acomodados al punto sobre el que desea insistir. Justo es añadir, sin embargo, que en nuestra sociedad occidental, y hasta bien entrado el siglo XX, el cabello largo ha sido un gracioso ornamento de la mujer (v. 1Co 11:15 «le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello»). El vocablo griego para «velo» no es aquí el mismo de los versículos 1Co 11:4., sino peribolaion, que significa «envoltura»; es como un bello manto que la envuelve como el gran peplum con que se cubrían las damas griegas y romanas de la alta sociedad. Esto no quiere decir que Pablo dispense del velo a las mujeres que lleven largo el cabello, pues toda su argumentación se vendría abajo al llegar a este punto. No obstante, tras lo que llevamos dicho, es muy problemático que el uso del velo haya de imponerse en nuestras iglesias del occidente y en nuestra época.

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