1 Corintios 11:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esto le ofrece a Pablo la oportunidad de exponer cuál es el genuino significado de la Cena del Señor, así como la gravedad del pecado que se comete al celebrarla indignamente. Tenemos aquí una exposición, una admonición y una exhortación.

1. Pablo expone lo que él ha recibido, acerca de la institución de la Cena, de parte del Señor (v. 1Co 11:23). Aunque la preposición apó hace posible el que Pablo recibiese la información a través de los apóstoles que habían asistido a la institución de la Cena; sin embargo, ese yo enfático con que comienza la porción en el original griego, da a entender que lo supo directamente de labios del Señor Jesús.

2. La formulación se parece al relato de Luc 22:19, Luc 22:20 más que al de Mateo y Marcos. Los siguientes puntos son dignos de consideración:

(A) El versículo 1Co 11:24, conforme a los MSS más fidedignos, dice así a la letra: «Y después de dar gracias (esto es, de pronunciar la bendición acostumbrada), partió (el pan) y dijo: Esto es mi cuerpo el que (es ofrecido) por vosotros (gr. huper humón, a favor vuestro, esto es, por vuestra salvación). Continuad haciendo esto en memoria mía (gr. emén, más fuerte que mou de mí). En dichos MSS no aparece ni el «Tomad y comed» ni el «es partido». Como se ve por el versículo 1Co 11:26, tanto el ofrecimiento de su cuerpo por nuestra salvación, como el derramamiento de su sangre (v. 1Co 11:25) para sellar el nuevo pacto, tienen sentido proléptico, hacia adelante, pues apuntan a la muerte en cruz, la cual se había de llevar a cabo al día siguiente. Eso es muy importante, así como el «haced» (no «ofreced»), pues muestra que la Cena del Señor no es un sacrificio (contra la enseñanza dogmática de la Iglesia de Roma).

(B) El versículo 1Co 11:25 no ofrece ninguna discrepancia en los diversos MSS. Es de notar que no dice «Esta copa es mi sangre» o «contiene mi sangre», sino «es (representa) el nuevo pacto en mi sangre», sellado con mi sangre; representa, digo, porque es obvio que la copa no era en sí el nuevo pacto, sino que el nuevo pacto iba a ser sellado mediante el derramamiento de la sangre de la víctima, lo que se iba a llevar a cabo al día siguiente. Nótese, además, que (contra la opinión prejuzgada del jesuita J. Leal) en ningún lugar de toda esta porción (vv. 1Co 11:23-34) se habla de comer el cuerpo o beber la sangre de Cristo, sino de comer el pan y beber la copa, lo que basta y sobra para refutar el dogma catolicorromano de la «transubstanciación».

(C) Un pequeño detalle, que puede revestir gran importancia, está en el vocablo «memoria», es decir, recuerdo (gr. anámnesis), que no es el mismo de Hch 10:4 («mnemósunon», memorial). El primero indica una función del sujeto, mientras que el segundo indica un objeto apto para recordar, un «recordatorio». En el momento en que se cambia el vocablo correcto «memoria» por el incorrecto «memorial», y se hace así del acto un objeto, y de los elementos (el pan y el vino) cosas en sí sagradas, se está en camino de admitir un aspecto sacrificial en la celebración de la Cena. Así es como la Iglesia Anglicana ha llegado ya a dar por bueno «el Sacrificio de la Misa».

(D) El versículo 1Co 11:26, con palabras del propio Pablo, no del Señor, expone, concisa y claramente, lo que hay realmente tras el simbolismo de la Cena del Señor: El aspecto principal es un anuncio solemne y continuo (gr. katanguéllete) de la muerte del Señor hasta que venga por segunda vez. Es como una predicación continua del hecho central del Evangelio, predicación que se prolonga en un continuo presente, desde un hecho pasado, consumado de una vez por todas, hasta un futuro seguro y siempre inminente. Los símbolos del pan y del vino nos traen a la mente y al corazón el hecho asombroso, pero real, del insondable misterio del Dios infinito e infinitamente santo hacia las miserables criaturas pecadoras que somos todos los seres humanos. Por eso, la celebración de la Cena del Señor ha de estar animada por una inmensa gratitud y un amor sin límites a nuestro Dios y Salvador, así como a nuestros hermanos, copartícipes de las mismas bendiciones que nosotros. Dice J. Leal: «Esta doble contemplación del Cristo que murió y del Cristo que ha de venir está toda ella animada por el amor. Así, la eucaristía resume los actos de las tres más grandes virtudes: la fe, que recuerda la muerte redentora; la esperanza, que contempla la venida gloriosa; y la caridad, que se recrea en la presencia del Cristo invisible y presente». Naturalmente, los evangélicos consideramos esta «presencia de Cristo» en los elementos de manera muy distinta de la de J. Leal.

3. El peligro de celebrar la Cena indignamente y usarla para fines egoístas: banquetear y dividir a la iglesia (vv. 1Co 11:27-29). Pablo expone la gravedad del pecado y la urgencia del remedio.

(A) Conforme vimos en los versículos 1Co 11:21 y 1Co 11:22, el pecado de los corintios en la celebración de la Cena era doble: (a) Comían y bebían hasta embriagarse, con lo que no estaban en condiciones para celebrar de manera digna la Cena del Señor: «no discernían el cuerpo» (v. 1Co 11:29). Aun cuando los mejores MSS no añaden «del Señor», el contexto anterior (v. 1Co 11:27) da a entender que Pablo tenía en mente el cuerpo físico de Cristo, sin perder de vista (b) el segundo pecado que había apuntado en el versículo 1Co 11:22: el menosprecio a la iglesia de Dios, al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, concepto que jamás olvida el apóstol a lo largo de toda la Epístola. «No discernir» significa no hacer diferencia entre una cena ordinaria y la Cena del Señor.

(B) Para dar idea de la gravedad de estos pecados, Pablo usa vocablos muy fuertes, tanto en cuanto a la culpa como en cuanto a la pena. Dice (v. 1Co 11:27): «De manera que cualquiera que coma este pan o beba esta copa del Señor indignamente, será culpable (gr. énokhos, reo, como en Mat 5:21, Mat 5:22; Mat 26:66; Heb 2:15; Stg 2:10) del cuerpo y de la sangre del Señor», pues no tiene en cuenta las tremendas realidades que los símbolos del pan y del vino representan. Dice L. Morris: «La grandeza del don ofrecido es la medida de la grandeza de la culpa». En cuanto al efecto espiritual del pecado, Pablo dice que «el que come y bebe indignamente …, come y bebe su propio juicio» (gr. krima, ejecución de una sentencia condenatoria; como es obvio, no se trata de perdición eterna). Nótese que el apóstol no manda que el que recibe los elementos sea digno (¡nadie podría acercarse a tal Mesa!), sino que lo haga dignamente, de manera que no desdiga de lo que recibe.

(C) El remedio para no incurrir en dicha culpabilidad es (v. 1Co 11:28): «Por tanto, examínese cada uno a sí mismo, y coma entonces del pan y beba de la copa». Nótense estos dos detalles: (a) Cada uno debe examinarse a sí mismo, es decir, escudriñar su propia conciencia para ver si está en condiciones de participar de la Cena del Señor; nadie puede juzgar la conciencia ajena ni impedir, por tanto, que un hermano participe, a no ser que haya sido puesto oficialmente fuera de comunión. (b) El apóstol no dice que si, al examinarse, la persona comprueba que no está en condiciones, se abstenga de tomar el pan y el vino, sino que, después de examinarse, coma entonces del pan y beba de la copa. Esto supone que, si tras el examen de conciencia, halla que está en pecado contra el Señor o contra un hermano o hermana, ha de confesar, arrepentido, su pecado al Señor (1Jn 1:9) y prometer reanudar su comunión fraternal con el hermano o la hermana. De este modo, estará en condiciones de participar dignamente de la Cena. Quien no quita el obstáculo que le impide dicha participación NO DEBE ASISTIR A LA CELEBRACIÓN DE LA CENA DEL SEÑOR; LA ASISTENCIA SIN PARTICIPAR ES ANTIBÍBLICA. Sí puede asistir a la predicación, pero debe, al menos retirarse lejos del grupo de los que participan de la Cena, como deben hacer los que no han ingresado todavía en la membresía de la asamblea.

4. De ahí pasa el apóstol a mencionar los castigos corporales que el Señor dispone a menudo como disciplina drástica contra sus hijos rebeldes (vv. 1Co 11:30-32): El abuso de la Cena había ocasionado enfermedades y aun la muerte de bastantes miembros de la congregación (v. 1Co 11:30); no eran simplemente por causas naturales, sino por la mano paternal del Señor (v. 1Co 11:30). Que se trataba de verdaderos creyentes, se echa de ver por el vocablo que usa para expresar la muerte: «duermen» (comp. por ej., con Mat 27:52; Hch 7:60). Éste era el juicio de Dios (v. 1Co 11:31) contra los que participaban de la Cena sin examinar su mala conciencia. Con esta disciplina (tan drástica en bastantes casos, v. 1Co 11:30), nuestro Padre (v. 1Co 11:32) cumple el objetivo de educarnos (gr. paideuómetha; comp. con la paideia, disciplina, de Efe 6:4), corrigiéndonos, para que no seamos condenados (gr. katakrithómen, un verbo mucho más fuerte el mismo de Mar 16:16 , que el krinómenoi de comienzos de este versículo 1Co 11:32) con el mundo.

5. Pablo termina el capítulo con una exhortación final, que sirve de conclusión a toda la porción sobre la Cena del Señor (vv. 1Co 11:33, 1Co 11:34): En lugar de adelantarse a tomar su propia cena (v. 1Co 11:21), deben esperarse unos a otros (v. 1Co 11:33), para que aquello sea una verdadera «cena», esto es, comida en común (gr. koinet). Y, si alguno tiene hambre (v. 1Co 11:34), coma en su casa. Así no se reunirán para juicio (comp. con el v. 1Co 11:29). Y añade: «Las demás cosas las pondré en orden cuando vaya». Se ve que había otras cosas, dentro del mismo culto, que no estaban en orden; pero lo que ha mencionado en el presente capítulo requería medidas de urgencia.

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