1 Corintios 1:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Pablo explica ahora por qué bautizó a pocos: «Pues no me envió Cristo (v. 1Co 1:17) a bautizar, sino a predicar el Evangelio». Dice Hodge: «Esto no significa que el bautismo no estuviera incluido, pero sí que el bautizar era muy secundario con respecto al predicar». En efecto, esto sólo bastaría para convencernos de que el bautismo de agua no es un medio de salvación, sino un precepto u ordenanza que hay que obedecer. Añade Hodge: «La apostasía de la Iglesia consistió en hacer que los ritos fuesen más importantes que la verdad».

2. A continuación declara el estilo de su predicación: «no con sabiduría de palabras, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo» (v. 1Co 1:17). Es muy probable, como opinan varios autores, que Pablo hubiese aprendido en Atenas una lección importante: Su erudito discurso en el Areópago había sido un fracaso en cuanto a la conversión de los oyentes. Ni aun el optimista Lucas lo disimula con los términos que usa en Hch 17:3, Hch 17:34. El mensaje del Cristo crucificado (y resucitado no se olvide , 1Co 15:24) no necesita del adorno de la retórica humana. Más aún, el interés en emplear palabras de sabiduría humana sólo sirve para que se desvirtúe (lit. sea vaciada), quede ineficaz (el mensaje de) la Cruz. Cuanto mayor es la atención que se presta a la forma, tanto menor es la que se presta al mensaje. Pronto se puede ver quién es el centro de la atención del auditorio, si el predicador o Cristo. Todo lo que sigue hasta el final del capítulo es un desarrollo del versículo 1Co 1:17.

(A) La reacción de los hombres ante el mensaje de la Cruz determina su destino eterno: «Para los que se están perdiendo (participio de presente), es decir, para los que van por el camino que conduce a la perdición, el mensaje de la cruz es locura (gr. moría, insensatez), pero para nosotros que vamos siendo salvos (lit.), es decir, para los que vamos por el camino de la salvación, es poder (gr. dúnamis, de donde viene «dinamita») de Dios» (v. 1Co 1:18). Con mayor detalle en los versículos 1Co 1:23, 1Co 1:24: «Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero (gr. skándalon), y para los gentiles locura (gr. moría), mas para aquellos que son llamados (v. el comentario al v. 2), así judíos como griegos, a Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios» (lit.). El «A Cristo» (acusativo) va regido por el «predicamos» del versículo 1Co 1:23.

(a) Notemos que la cruz de Cristo era un tropezadero, un escándalo (Gál 5:11), para los judíos. Los judíos pedían constantemente señales (v. 1Co 1:22, comp. con Mat 12:38; Mar 8:11; Jua 6:30) del cielo, como las de Moisés, para creer en el Mesías. Un Mesías crucificado, colgado de un madero (Gál 3:13) era para ellos una ofensa imperdonable; esperaban un Mesías glorioso, triunfante de sus enemigos. En el siglo XI de nuestra era, los más influyentes rabinos (Rashi, Kimchi, etc.) llegaron a excluir de las haftorahs o lecturas en la sinagoga el capítulo Isa 53:1-12 de Isaías, así saltaban del Isa 52:12 al Isa 54:1, de forma que nadie pudiese oír allí los sufrimientos del Siervo de Jehová.

(b) Para los gentiles (los griegos y los romanos), la cruz era una insensatez. ¡Los dioses del Olimpo no descendían a este mundo a sufrir, sino a gozar en abundancia de los placeres viciosos de los humanos! ¿Cómo podían ellos comprender el amor abnegado de Dios, que llega hasta el sacrificio de su único Hijo para salvar a los hombres perdidos? ¿Eran ésas las marcas de un Dios sabio y poderoso? ¡No era ésa la sabiduría (v. 1Co 1:22), la filosofía, de los griegos! ¿Cómo buscar la salvación en uno que no había podido salvarse a sí mismo? ¡Qué necedad!

(c) Pero para los llamados, los elegidos para salvación, desde los cuatro puntos cardinales, de todas las razas, clases, lenguas, etc. (comp. con Apo 7:9), el mensaje de la Cruz pone precisamente de manifiesto, en Cristo, el poder de Dios que ha cambiado sus vidas, y la sabiduría de Dios que ha llevado a cabo un plan de salvación tan asombroso que, por Él, el hombre pecador es constituido justo, y el santísimo Hijo de Dios es condenado en su lugar. ¿A quién se le habría podido ocurrir tal cosa? (v. 1Co 2:9).

(B) El triunfo de la Cruz sobre la sabiduría humana, conforme estaba profetizado (Isa 29:14): «Destruiré la sabiduría de los sabios y desecharé el entendimiento de los entendidos» (v. 1Co 1:19). Y continúa el apóstol (vv. 1Co 1:20, 1Co 1:21): «¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el letrado? ¿Dónde está el investigador (lit.) de este mundo? ¿No ha entontecido (lit.) Dios la sabiduría del mundo?» (v. 1Co 1:20). La difícil sintaxis del versículo 1Co 1:21 queda aclarada en la iluminadora paráfrasis de la NVI: «Porque, desde el momento en que, a pesar de la sabiduría manifestada por Dios (en sus obras), el mundo no le reconoció mediante su propia sabiduría, plugo a Dios salvar, mediante la locura de lo que venimos proclamando, a los que creen». Vemos aquí un eco de Rom 1:19-22. Todo el saber que el mundo pagano apreciaba quedó «entontecido», hecho una insensatez, ante la maravilla de la revelación divina en el glorioso triunfo de la Cruz. Al salvar al mundo, Dios tomó su propio camino; un camino desconocido de los filósofos, de los eruditos, de los investigadores dialécticos al estilo de Sócrates. Y tuvo muy buena razón para ello, pues el mundo no reconoció (conocimiento íntimo, experimental; comp. con Rom 1:21), mediante la sabiduría humana, a Dios. Así Dios salvó al mundo por medio de lo que el mismo mundo tenía por locura: la proclamación (gr. kérugma) del mensaje de la Cruz.

(a) Era una locura, una insensatez, lo que se proclamaba. A los ojos de los sabios de este mundo, el que podamos vivir por medio de uno que murió, el que podamos ser bendecidos por medio de uno que fue hecho maldición, el que podamos ser justificados por medio de uno que fue hecho pecado por nosotros, todo ello no podía menos de ser una insensatez.

(b) Era también una locura, una insensatez, la forma en que se hacía la proclamación: Primero, fueron escogidos para ello unos pocos pescadores sin letras y del vulgo (Hch 4:13). ¿No era esto bastante para despreciar lo que dijesen? Segundo, no disponían de medios económicos para montar una poderosa propaganda. ¿Y pensaban triunfar? Tercero, hacían de lado a los recursos de la oratoria y de la retórica, mediante los cuales logran los sofistas sin escrúpulos cautivar la atención y lavar el cerebro de las masas. Cuarto, no eran potentados con mucha gente a su servicio para apelar al recurso de las armas y hacer así triunfar su causa. El Maestro mismo había prohibido este recurso (Mat 26:52).

(c) La prueba de esta locura estaba a la vista (v. 1Co 1:26): «Pues mirad, hermanos, vuestro llamamiento (es decir, lo que erais cuando fuisteis llamados): no muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles (es decir, de la aristocracia)». Es un fenómeno naturalmente explicable: Los que, en este mundo, disfrutan de dinero, poder, alta posición social, prestigio científico, etc., difícilmente se dan cuenta de que necesitan salvación. ¿Salvarse? ¿De qué? ¡Si hasta tienen un buen seguro de vida! sólo en esta segunda mitad del siglo XX ha llegado a ser un grave peligro la posesión del poder y de las riquezas, al extenderse la ola de los secuestros. ¿Por qué avanza tanto el Evangelio en los países de Centroamérica? En gran parte, porque la mayoría no tiene ninguna cosa material en que apoyar su confianza ni su esperanza. «¡A los pobres les es anunciado el Evangelio!» (Mat 11:5, comp. con Isa 61:1).

(C) Se nos declara enfáticamente la forma asombrosa en que Dios lo ordenó todo:

(a) Para abatir el orgullo y la vanidad de los hombres, puesto que (vv. 1Co 1:27, 1Co 1:28), «escogió Dios lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y escogió Dios lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es (lo insignificante, lo que no tiene importancia a los ojos del mundo), para reducir a la impotencia (lit.; el mismo verbo de Rom 6:6, entre otros lugares) lo que es (lo relevante, lo que tiene importancia a los ojos del mundo). De este modo (v. 1Co 1:29), nadie podía jactarse en la presencia de Dios, pues no quedaba base alguna para tal jactancia. Dice Trenchard: «Cuando una organización eclesiástica se hace potente por medio de su jerarquía, su erudición, su dinero y su influencia social y política, se halla en grave peligro, pues será difícil que digan: Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros (2Co 4:7)». Sólo la sabiduría de Dios halló el medio de nuestra redención; y sólo la gracia de Dios nos lo dio a conocer y nos lo aplicó.

(b) Para glorificar el poder, la sabiduría y el amor de Dios (vv. 1Co 1:30, 1Co 1:31): «Mas por obra suya (de Dios) estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría (el plan de Dios, v. 1Co 1:24), la cual se echa de ver en las tres cosas que incluye (el gr. original muestra esta subordinación): justificación, santificación y redención, es decir, la liberación definitiva de todo mal (comp. con Rom 8:23, al final)». Todo lo que somos y tenemos espiritualmente, nos viene de Dios y en unión con Cristo Jesús; Dios es la fuente, y Cristo es el canal: Nosotros somos necios, pero Él nos ha sido hecho sabiduría; nosotros somos culpables, mas Él nos ha sido hecho justificación; somos pecadores depravados y corrompidos, pero Él nos ha sido hecho santificación; estamos cautivos bajo los males y miserias de esta vida, pero Él nos ha sido hecho redención. Y todo ello está destinado, en último término, a la gloria de Dios. El hombre queda humillado con este plan, pero Dios queda glorificado.

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