1 Corintios 4:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta sección, llegando a usar de fina ironía, el apóstol precave contra esa hinchazón orgullosa.

1. Dirige primero (v. 1Co 4:7) tres preguntas socráticas de mucho efecto. Hay quienes opinan (por ej. Comely) que van dirigidas a los supuestos jefes de los partidos que se formaban en la iglesia de Corinto, pero el contexto posterior muestra que se dirige a los propios miembros de la iglesia, que se hinchaban sobre otros a causa del líder a quien cada uno seguía: «Porque, ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?» El primer verbo (gr. diakrínei) significa, en primer término «hacer diferencia» y, en consecuencia, «otorgar una cierta superioridad». El resto del versículo muestra que no hay motivo de vanagloria en ningún don o gracia que se posea, pues «por la gracia de Dios somos lo que somos» (1Co 15:10, donde se ve la correcta actitud del propio Pablo). El versículo no se refiere en modo alguno a la elección salvífica, por donde se palpa el error de muchos antiguos manuales de teología católica que lo aplicaban a dicha elección, con un desconocimiento total del contexto.

2. Con fina ironía, Pablo compara el motivo imaginario de la hinchazón de los corintios, con las privaciones y aflicciones que los apóstoles (y, en especial, él mismo) sufrían constantemente por causa del Evangelio:

(A) «Ya estáis saciados (v. 1Co 4:8), ya estáis ricos, sin nosotros reináis, esto es, no necesitáis de nosotros para navegar viento en popa; nos habéis dejado muy atrás.» Nótese la gradación: de la suficiencia a la opulencia, y de la opulencia a la realeza; da así a entender el grado al que había llegado la hinchazón de los corintios. Y añade (v. 1Co 4:8): «¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros!» Como si dijese: «¡Ojalá fuese verdad que la consumación del reino de Cristo hubiese llegado ya hasta vosotros, pues entonces también nosotros compartiríamos con vosotros esa gloria!»

(B) La fraseología del versículo 1Co 4:9 está calcada de los espectáculos de los gladiadores, derrotados en la arena del circo y condenados así a una muerte segura. El apóstol continúa con el pensamiento del versículo anterior: «Tan lejos estamos de reinar que me da la impresión de que a nosotros los apóstoles nos ha asignado Dios un conspicuo lugar al final de la procesión, como a los condenados a morir en la arena del circo. Hemos venido a ser un espectáculo (gr. théatron, de donde viene teatro ) para todo el mundo, lo mismo para los ángeles que para los hombres» (NVI). El versículo se entiende mejor al saber, como se sabe, que ni siquiera los vencedores en dichos juegos del circo escapaban de la muerte, pues eran reservados para un combate posterior en el que se veían obligados a luchar desnudos; por eso, se les llamaba postremi (gr. eskhátous), pues ocupaban las últimas filas, y estaban así doblemente expuestos a las miradas de los espectadores. El sentido general del versículo es que los apóstoles estaban continuamente expuestos a tales peligros, que tanto los ángeles como los hombres (es decir, todos los seres personales, excepto Dios, del Universo) los contemplaban llenos de asombro.

(C) El versículo 1Co 4:10 presenta un triple contraste entre la situación (real) de los apóstoles y la situación (imaginaria; de ahí, la ironía de Pablo) de los corintios: «Nosotros somos insensatos (gr. moroí) por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados (gr. átimoi, sin estima). Según la sabiduría del mundo (que se había filtrado también en la iglesia de Corinto), los apóstoles eran necios, débiles, indignos de estima; ésa era la realidad. En cambio, los fieles de Corinto, en su hinchazón, se sentían prudentes, fuertes y gloriosos (gr. éndoxoi); ésa era una vana ilusión; su miopía les impedía ver la carnalidad que les restaba prudencia, fuerza y honor. ¡Cómo necesitaban la lección del v. 1Co 4:6, lo mismo que la de Rom 12:3!

(D) En los versículos 1Co 4:11-13, describe con mayor detalle las privaciones, fatigas y aflicciones de los predicadores del Evangelio, especialmente las que él sufría. No se refiere a cosas de un pasado remoto, sino que dice: «Hasta el momento presente (en el tiempo en que escribía esto), padecemos hambre, pasamos sed, andamos mal vestidos (lit. desnudos), somos abofeteados (lit. heridos con el puño, el mismo verbo de Mat 26:67) y no tenemos morada fija (lit. andamos de un lado para otro)» (v. 1Co 4:11). ¡Pobres circunstancias, de cierto, eran las de los primeros predicadores del Evangelio: sin casa ni hogar, destituidos de alimento y abrigo! Así seguían el ejemplo del que no tuvo donde reclinar la cabeza (Luc 9:58). Pero, ¡oh glorioso amor! ¡Oh bendita dedicación a la obra del Señor, que les hizo pasar gozosos a través de tales miserias y dificultades! ¡Todo lo dieron por bien perdido, con tal de ganar a Cristo y ganar almas para Cristo!

Las fatigas y los malos tratos que menciona en los versículos 1Co 4:11 y 1Co 4:12 (comp. con 1Pe 2:23), llegan a su colmo cuando añade en el versículo 1Co 4:13: «Hasta el presente, hemos venido a ser la basura del mundo, los desperdicios de la humanidad» (NVI). El vocablo que usa para «basura» no es el mismo de Flp 3:8 (al final del versículo), sino perikathármata, que indica la suciedad que se retira al limpiar toda la superficie de un objeto; el vocablo para «desperdicios» es perípsema y, a la acción de lavar del primer vocablo, añade la de frotar y rascar, para completar la limpieza. Ambos vocablos tenían, para los griegos, un sentido de «purificación expiatoria», tanto que los atenienses llamaban perípsema a la persona que arrojaban al mar, como si estuviese cargada con todos los pecados de la ciudad. No es que Pablo se considerase a sí mismo y a los demás apóstoles como víctima propiciatoria por todos los hombres, sino que emplea dichos términos para poner de relieve el mal trato y el desprecio que sufrían, no por parte de los habitantes de una ciudad, sino del mundo entero, considerado en su condición de humanidad no regenerada.

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