1 Corintios 9:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Pablo no aspiraba a las cosas corruptibles de este mundo, porque tenía los ojos puestos en una corona imperecedera (v. 2Ti 4:8). A eso estaban encaminados los ejercicios con los que compara tres de las pruebas atléticas que se llevaban a cabo en los juegos llamados «ístmicos» los que se celebraban cada dos años cerca de Corinto y tenían casi tanta importancia como los olímpicos.

1. El primer juego mencionado (v. 1Co 9:24) es el de las carreras. La vida cristiana es comparada a una carrera (Heb 12:1, Heb 12:2) y a una lucha (2Ti 4:8). Pero hay dos diferencias muy notables en cuanto al premio que los corredores y luchadores griegos recibían y el que reciben los creyentes que se ejercitan en la piedad (v. 1Ti 4:8): (A) En los juegos de Grecia, uno solo se llevaba el premio; pero en la carrera espiritual, todos los que corren bien, pueden obtenerlo. (B) Los atletas griegos se sometían a la más severa disciplina, a fin de estar en condiciones de competir con éxito, pero lo que recibían (v. 1Co 9:25) era una corona corruptible. En los juegos ístmicos, ni siquiera era una corona de laurel, sino de ramas de pino. En cambio, la corona del cristiano es una corona incorruptible (v. 1Pe 1:4). Pablo corría derechamente a la meta (v. 1Co 9:26).

2. El segundo juego es el boxeo (v. 1Co 9:26), en el que los golpes dados al aire sólo ofrecen ventaja al adversario. Pablo no derrochaba sus energías espirituales en sacudir al aire, como muchos creyentes carnales que desperdician el tiempo y las energías en niñerías y frivolidades (aun no siendo pecaminosas). Él atacaba bien al enemigo, pues conocía bien sus artes (2Co 2:11).

3. En el versículo 1Co 9:27, si se lee, con unos pocos MSS, hupöpiazo (con la primera o breve), significa «derribar a tierra», con lo que tendríamos un tercer juego: la lucha atlética, y así el verbo agonízomai del versículo 1Co 9:25 tendría aquí su sentido específico de «lucha». Pero la mayoría inmensa (casi unanimidad) de los MSS leen en el versículo 1Co 9:27 hupöpiazo (con o larga) que significa «golpear debajo del ojo». Sigue, pues, con la imagen del boxeo, pero ahora el adversario es su propio cuerpo. Es un símil y no se puede tomar a la letra. Pablo no quiere decir que golpease físicamente su cuerpo, sino que lo sometía a severo control de los instintos y, sobre todo, de los sentidos (comp. con Job 31:1). La expresión «lo conduzco a esclavitud» (lit.) da idea del rigor con que el apóstol sometía su cuerpo por la gracia de Dios y el poder del Espíritu, que en él no calan en vano (1Co 15:10).

4. Finalmente (v. 1Co 9:27) expone el peligro al que conduce la negligencia en dominar las inclinaciones de la carne: «no sea que habiendo proclamado a otros, yo mismo venga a ser descalificado». Al continuar con el símil de los juegos ístmicos, se presenta a sí mismo como «proclamador de los juegos». El verbo que usa para esto (gr. kerúxas) es el mismo que se usa en el Nuevo Testamento para la predicación del Evangelio, pues es una grandiosa proclamación, a los cuatro vientos, de la Buena Noticia, y ésa es la labor a que había sido llamado (1Co 1:17) por encima de cualquier otra. Al tomar también él (v. 1Co 9:23) parte en el «juego», triste cosa sería que, después de proclamar vencedores a otros, él mismo fuese descalificado de la competición.

Por cierto, esta última frase ha sido usada como si significase la condenación eterna. Esta interpretación se debe, en gran parte, a la traducción de la Vulgata, que vertió por réprobus, réprobo, condenado al Infierno, el adókimos del original, que significa «alguien que no ha pasado la prueba». La Versión Autorizada Inglesa (también la RV) cometió el mismo error al traducirlo por castaway, por lo que los sucesores de M. Henry lo interpretaron de predicadores inconversos, pero, ¿cómo podía entonces Pablo aplicárselo a sí mismo, cuando se sabía salvo? No se trata de salvación o condenación eternas, sino de la pérdida del premio, de la recompensa prometida al que corre bien, etc. Incluso los modernos exegetas católicos hablan aquí con mucha cautela. Dice J. Leal: «Descalificado: es término tomado del deporte. El que vence es calificado; el que no vence es descalificado».

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