1 Juan 4:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Por tercera vez (v. 1Jn 2:7-11 y 1Jn 3:11-18) vuelve ahora Juan al test del amor; esta vez, para llegar a su misma fuente en estos versículos; más tarde (vv. 1Jn 4:11-21), va a exponer las consecuencias que, para la comunión fraternal, se deducen de la tercera definición que, en los escritos de Juan, hallamos de Dios: «Dios es amor» (vv. 1Jn 4:8, 1Jn 4:16). Sin embargo, tanto la definición aludida, como la descripción que Juan hace de la manifestación del amor de Dios, sirven de motivos para el amor fraternal. Por eso: 1) Comienza con la exhortación al amor mutuo (v. 1Jn 4:7); 2) Pone como primer motivo el amor de Dios como constitutivo eterno y esencia de su propia naturaleza (vv. 1Jn 4:7, 1Jn 4:8); 3) Y después, según su manifestación histórica en la donación de Su Hijo Unigénito al mundo (vv. 1Jn 4:9, 1Jn 4:10).

1. Como observa J. Stott, la exhortación a amarnos unos a otros aparece tres veces en este capítulo; aquí (v. 1Jn 4:7), como exhortación propiamente dicha; en el versículo 1Jn 4:11, como un deber que hemos de cumplir; y en el versículo 1Jn 4:12, como una hipótesis cuya realización pone de manifiesto que nuestra comunión con Dios es genuina. El versículo 1Jn 4:7 es introducido, como el 1 y el 11, con el vocablo afectuoso amados (gr. agapetoí); y continúa: «amémonos mutuamente» (NVI). Esta exhortación no es nueva, pues ya la había expresado implícitamente dos veces: (A) Como señal de haber pasado de las tinieblas a la luz (1Jn 2:7-11); (B) Como señal de haber pasado de la muerte a la vida (1Jn 3:11-18). Pero ahora lo hace en virtud de lo que Dios es en Sí (vv. 1Jn 4:7, 1Jn 4:8) y de la donación que nos ha hecho de Su Hijo (vv. 1Jn 4:9, 1Jn 4:10).

2. El primer motivo, pues, es que el amor es una de las tres características primordiales de la naturaleza divina (las otras dos se hallan en Jua 4:24 y 1Jn 1:5). Veamos cómo lo expresa Juan en los versículos 1Jn 4:7, 1Jn 4:8: «… El verdadero amor procede de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quienquiera que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor» (NVI).

(A) Dice primero que el amor (gr. agápe), el amor genuino, tiene su origen en Dios (gr. ek toú Theoú estín). Juan había expuesto ya la calidad excelsa, celestial, de este amor, y lo había hecho con gozosa admiración (1Jn 3:1). Allí dijo (1Jn 3:1) que nuestra filiación divina es fruto del sublime amor que Dios nos tuvo. Por eso añade aquí que «todo el que ama (gr. pas ho agapón, en participio de presente, como una actitud constante) con amor genuino, generoso, altruista, ha nacido de Dios, es decir, manifiesta con esa actitud (comp. con 1Jn 2:29) de qué Padre ha heredado esa sublime virtud del amor, y conoce a Dios de una manera experimental, íntima y práctica, pues se refleja al exterior» (comp. con 1Jn 2:3-5; 1Jn 3:6).

(B) Como es costumbre de Juan, vuelve a expresar lo mismo, pero en forma negativa: «Quienquiera que no ama no conoce (lit. no conoció) a Dios» (v. 1Jn 4:8). La consecuencia es lógica, pues si el amor verdadero comporta la comunión íntima con Dios, la falta de dicho amor comporta también la carencia de dicha comunión. No puede pasarse por alto la diferencia de tiempo que, en el original, se observa en cada uno de los dos casos. Del que ama dice Juan que conoce (gr. guinóskei, en presente de indicativo) a Dios; un conocimiento que comenzó con el nuevo nacimiento y perdura con la permanente participación de la naturaleza divina. En cambio, del que no ama dice que no conoció (gr. ouk égno, en aoristo) a Dios, esto es, esa experiencia íntima de la comunión con Dios no se ha dado jamás en él.

(C) Y, como fondo esencial de esta primera motivación, Juan propone la definición de Dios como amor: «pues Dios es amor» (lit. en el v. 1Jn 4:8). Esta definición es tan asombrosa, que hizo decir al gran Agustín de Hipona, en su comentario a esta epístola: «¿Qué más se pudo decir, hermanos? Si, en alabanza del amor, nada se dijese a través de todas las páginas de esta epístola, si nada absolutamente se dijese en las demás páginas de las Escrituras, y sólo oyésemos esta palabra de la boca del Espíritu de Dios, que Dios es Amor , ya no deberíamos buscar ninguna cosa más». Y el gran orador francés Bossuet, al parodiar la pretenciosa afirmación pagana de que el dios Eros (Cupido, para los latinos) es la personificación del amor, dice: «Sólo los cristianos podemos afirmar que el Amor es un Dios». Dejando aparte la inexactitud teológica de Bossuet, sacrificada deliberadamente en aras de su vuelo retórico, notemos que nuestro Dios no es Eros, el amor sensual, egoísta, de los paganos, sino Agápe, el amor generoso, altruista, desconocido en este mundo antes de que Dios lo revelase, revelando así lo más íntimo de Su propia naturaleza.

3. El segundo motivo se basa en la donación que Dios nos hizo de su propio Hijo Unigénito, a fin de concedernos la vida eterna por medio de Su muerte temporal (vv. 1Jn 4:9, 1Jn 4:10): «Así es como mostró Dios su amor entre nosotros: Envió a su único Hijo (o a su Hijo Unigénito) al mundo para que viviésemos por medio de Él. Esto sí que es amor: no el que nosotros hayamos amado (es decir, primeramente comp. con el v. 1Jn 4:19 ) a Dios, sino el que Él nos amó y envió a su Hijo como sacrificio propiciatorio (lit. propiciación; el mismo vocablo de 1Jn 2:2) por nuestros pecados» (NVI).

(A) Al decir «En esto se manifestó (gr. ephaneróthe, el tan conocido aoristo v. 1Jn 1:2, dos veces; 1Jn 3:2, 1Jn 3:5, 1Jn 3:8 ) el amor de Dios entre nosotros» (lit.), el autor sagrado no quiere decir que el amor de Dios no se hubiese manifestado antes al exterior, ya que, al ser el Amor mismo una característica de la naturaleza divina, no una más de las actividades de Dios, «toda su actividad es una actividad amante. Si crea, crea por amor; si gobierna, gobierna con amor, si juzga, juzga con amor. Todo cuanto hace es la expresión de su naturaleza, que es amar» (Dodd). Lo que Juan quiere dar a entender aquí es que el envío de su único Hijo al mundo fue la suprema manifestación de Su amor (v. Jua 3:16).

(B) Añade Juan que Dios «envió a su único Hijo (gr. monoguenés, única vez que tal vocablo sale en las Epístolas de Juan, aunque ocurre 4 veces en su Evangelio Jua 1:14, Jua 1:18; Jua 3:16, Jua 3:18 ) al mundo para que vivamos por medio de Él (de su Hijo)». En el versículo 1Jn 4:14, dice que «el Padre ha enviado al Hijo como Salvador del mundo». Al comparar estas frases con Luc 19:10, por un lado, y con Jua 3:16, por otro, vemos que la venida del Hijo de Dios a este mundo tuvo por objeto el darnos la vida eterna (v. también 1Jn 1:2; 1Jn 4:12; 1Jn 5:20, así como Jua 3:36; Jua 5:24; Jua 6:40, Jua 6:47; Jua 10:10, Jua 10:28) a cuantos pongamos su fe en Él. Al ser Jesucristo el Hijo único de Dios, su donación tiene también carácter de unicidad. Dice J. Stott: «No se puede concebir un mayor don de Dios, porque no era posible un don mayor. Este fue el don inefable de Dios (2Co 9:15)».

(C) Pero, como observa el mismo Stott: «La preeminente manifestación de amor no fue la encarnación, sino la redención». Por eso, añade Juan (v. 1Jn 4:10) que la grandeza del amor de Dios se echó de ver («en esto está el amor» lit. ) no sólo en que Dios envió Su Hijo al mundo, sino en que lo envió «(como) propiciación por (gr. perí, la misma preposición de 1Jn 2:2) nuestros pecados».

(D) La grandeza de ese amor de Dios, al enviar a su único Hijo al mundo, se manifiesta todavía con mayor esplendor si tenemos en cuenta por quiénes murió Cristo: por miserables pecadores, enemigos de Dios, que ni le amábamos ni le buscábamos (Rom 5:7, Rom 5:8; Rom 10:20; Efe 2:1; Efe 3:14). Dios se adelantó a amarnos y, a pesar de nuestra miserable condición (y precisamente por eso Luc 19:10 ), envió a Su Hijo a rescatarnos de ella, «no porque fuésemos en modo alguno dignos de amor, sino porque Él es amor» (Stott). O, como escribe E. Kevan, «el hombre no era digno de ser salvo, pero era digno de Dios salvar al hombre». Con toda reverencia podemos decir que el Dios que todo lo puede no pudo hacer más. Si hubiese podido hacer más y no hubiese querido, habría podido tener amor, pero habría dejado de ser el Amor, un átomo de reserva es suficiente para poner límite a la infinitud del amor.

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