1 Pedro 1:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estos versículos constituyen una de las más bellas porciones de la Palabra de Dios, pues nos describen admirablemente las riquezas de la herencia que Dios nuestro Padre tiene preparada para los que le aman.

1. Pedro comienza con una vibrante doxología (v. 1Pe 1:3): «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Es la misma fórmula que usa Pablo en 2Co 1:3; Efe 1:3.

2. Prosigue Pedro diciendo (v. 1Pe 1:3): «Por su gran misericordia (gr. éleos, vocablo bien conocido), Él nos ha otorgado el nacer de nuevo (lit. nos reengendró) a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos». Donde vemos que:

(A) La salvación no se debe a ningún mérito ni esfuerzo por parte nuestra, sino únicamente a la gran misericordia de Dios (comp. con Gál 6:16; Tit 3:5), quien se apiadó de nosotros en su pura buena voluntad.

(B) «El cual … nos reengendró» (gr. anaguennésas, en participio de aoristo). La expresión es equivalente a la palinguenesía («nacimiento de nuevo») de Tit 3:5 (comp. con Jua 1:13; Jua 3:3, Jua 3:5 nacer de arriba , Rom 6:4-5; Efe 2:1, Efe 2:5; Efe 4:22-24; 1Jn 3:9). Dice R. Franco: «Significa el proceso por el cual el hombre es elevado a una vida nueva más alta que la que le pertenece por su naturaleza». El mismo Pedro la describe (2Pe 1:4) como un «compartir la naturaleza divina», aunque en esta última expresión va implicada ya la conducta del creyente.

(C) Tras de la causa eficiente principal, Pedro expresa la causa final, esto es, el objetivo de este nuevo nacimiento: «para una esperanza viva». Esto quiere decir que no entramos de inmediato a disfrutar de la herencia prometida, «porque en esperanza fuimos salvos» (Rom 8:24, comp. con 2Ts 2:16). Llama «viva» a esta esperanza, porque no es una ilusión muerta mustia por el desengaño, sino segura, que no engaña ni avergüenza, sino que sostiene y dirige a la vida eterna (v. Rom 5:5; Tit 1:2; Tit 3:7).

(D) Menciona a continuación la causa eficiente instrumental, al decir (v. 1Pe 1:3, al final): «mediante la resurrección de Jesucristo de entre (gr. ek) los muertos». En efecto, a esta resurrección del Señor atribuye el apóstol Pablo nuestra justificación (Rom 4:25), nuestra vida nueva con Cristo (Rom 6:3-10) y nuestra resurrección gloriosa (1Co 15:20.).

3. Describe a continuación las características de la herencia que esperamos (v. 1Pe 1:4). Cuatro son dichas características: (A) «No puede acabarse» (gr. áphtharton, incorruptible). (B) «No puede mancharse o echarse a perder» (gr. amíanton, el mismo vocablo de Heb 7:26; Heb 13:4; Stg 1:27). (C) «No puede menguarse ni debilitarse» (gr. amáranton, inmarcesible; no se marchita). (D) «Reservada» (gr. tetereménen). El verbo griego está en participio de pretérito, para dar a entender que Dios la ha provisto para nosotros (comp. con Jua 14:2) y la guarda celosamente (ése es el sentido del verbo teréo, que indica una conservación positiva, no una mera custodia que impide la sustracción o el daño) para nosotros, no en la tierra, sino en el cielo (comp. con Mat 6:19-21). Todos sabemos lo que significa, por ejemplo, un billete de tren o de avión «con reserva»: Aquel asiento no puede ser ocupado por ninguna otra persona, sino por nosotros. Aun así, el billete puede perderse o ser robado (v. de nuevo, Mat 6:19-21), pero nuestra «reserva» en los cielos no se puede perder ni echar a perder: está segura en las manos de Dios.

4. En el versículo 1Pe 1:5, Pedro añade nuevas seguridades. En afecto, alguien podría decir: «La herencia es riquísima y no se puede echar a perder, pero, ¿podré perderme yo mismo?» A esto responde Pedro: «¡No! Vosotros mismos estáis siendo guardados por el poder de Dios», a cuyo poder nada ni nadie puede resistir ni oponerse para frustrar Sus designios. El verbo que ahora usa Pedro no es téreo, sino phrouréo, y está en participio de presente (acción continua) medio-pasivo. Dicho verbo es de talante militar y se usa para describir la seguridad de una persona que está encerrada en una fortaleza. En nuestro caso, no indica la condición de un prisionero, sino de alguien a quien se tiene a buen recaudo para que nadie le inquiete o lo secuestre. «Mediante la fe» es una expresión que guarda estrecha conexión con el verbo que acabamos de estudiar, pues es la fe, según el mismo autor sagrado (1Pe 5:9), la que nos permite vencer las asechanzas del diablo.

5. De este modo, podemos estar seguros, viene a decir Pedro, de que hemos de alcanzar «la salvación (v. 1Pe 1:5) que está a punto de ser revelada en la última sazón» (lit.). Como cuando la mesa está ya puesta (es el mismo vocablo que sale en Mat 22:4; Mar 14:15; Luc 14:17), así también nuestra herencia está preparada, lista y a punto (gr. etoímen) para disfrutar de ella. Sólo falta que se levante el mantel que la cubre, que se retire el velo (gr. apokaluphthénai, de la misma raíz que «apocalipsis»), y así la fe se convertirá en visión. Será el cumplimiento escatológico (gr. en kairó escháto) de algo que Dios tenía cuidadosamente preparado y a punto (comp. con Luc 2:30, Luc 2:31). Dice A. Stibbs: «Este énfasis escatológico significa que, por muy genuina que sea la salvación ya comenzada en la experiencia del que cree en Cristo (v. Luc 19:9), y por grande que sea la experiencia diaria de su discipulado terrenal (v. 2Co 6:2), su pleno carácter asombroso será únicamente descubierto en el venidero día que será su corona».

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