1 Reyes 13:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Reyes 13:1 | Comentario Bíblico Online

I. Es enviado a Jeroboam un mensajero, el cual le comunica el desagrado de Dios por su idolatría (v. 1Re 13:1). El ejército de Judá, que tramaba la ruina de Jeroboam, recibió una contraorden de no pelear contra él (1Re 12:24), pero le es enviado un profeta de Judá para hacerle volver de su mal camino, un envío muy oportuno, por cuanto Jeroboam estaba dedicando su altar, a fin de que su corazón no se endureciese, pues Dios no se deleita en la muerte de los pecadores, sino que desea que se vuelvan y vivan.

II. El mensaje dado en nombre de Dios no es susurrado a oídos del rey, sino gritado en público, con lo que da a entender la bravura y el celo del profeta. No va dirigido literalmente contra el rey ni contra el pueblo, sino contra el altar (v. 1Re 13:2), pero con esta amenaza se cernía la amenaza de Dios sobre el fundador y los adoradores del altar pues podían fundadamente concluir: «Si Dios amenaza a este altar inerte, ¿cómo escaparemos nosotros?» Lo que se dice del altar es que, más adelante, saldrá de la casa de David un rey, por nombre Josías, que profanará este altar y sacrificará sobre él a los sacerdotes idólatras y quemará sobre él huesos humanos. Esta predicción se hizo unos 356 años antes de que se cumpliera; a pesar de eso, se hizo como si el acontecimiento estuviese al alcance de la mano, pues para Dios mil años son como un día.

III. Para confirmar la verdad de esta predicción, el profeta da una señal: «El altar se quebrará, y la ceniza que sobre él está se derramará» (v. 1Re 13:3), lo cual aconteció inmediatamente (v. 1Re 13:5). Esto era: 1. Una prueba de que el profeta era enviado por Dios, quien confirmó la palabra por medio de las señales que la acompañaban (Mar 16:20). 2. Una indicación clara del desagrado de Dios contra estos sacrificios idolátricos. 3. Una reprensión al pueblo, cuyo corazón era más duro que estas piedras, pues no se quebrantaba bajo la palabra de Dios. 4. Un anticipo de lo que había de ocurrir cuando se cumpliese la profecía por manos de Josías: el quebrantamiento de ahora era señal de la total ruina posterior.

IV. Cuando Jeroboam extendió la mano para ordenar el prendimiento del profeta, se le secó (v. 1Re 13:4). Su incapacidad para enderezar la mano que había extendido fue un espectáculo para todos los presentes, a fin de que viesen y temiesen. Cuando Dios, en sus justos juicios, endurece el corazón de los pecadores, de forma que la mano que han extendido al pecar no se puede enderezar a tiempo con el arrepentimiento, hace algo parecido a lo sucedido aquí, pero de consecuencias mucho más terribles.

V. La curación instantánea de la mano seca (v. 1Re 13:6). La palabra de Dios que debería haber tocado la conciencia de Jeroboam no le humilló, pero la que le tocó en la carne y el hueso abatió su espíritu soberbio. Ahora no pide socorro a sus becerros de oro, sino al poder y al favor de Dios. Tampoco echa mano de sacrificios o incienso, sino de la intercesión del profeta, a quien había mandado prender. Pero obsérvese que no pidió al profeta que orase para que se le perdonara el pecado, sino para que le fuese restaurada la mano (v. 1Re 13:6). El profeta oró por él, y Dios añadió un nuevo honor al profeta, escuchó su oración y retiró, por medio de un nuevo milagro, el juicio que había llevado a cabo por medio del otro milagro, a fin de que, movido por la bondad de Dios, Jeroboam pueda ser conducido al arrepentimiento, de forma que, si no fue quebrantado por el castigo, sea derretido por medio de la misericordia. Parece que ambas cosas le afectaron ahora, pero pronto se esfumaron estas impresiones.

VI. El profeta rehusó aceptar la invitación de Jeroboam. 1. Dios prohibió a su mensajero comer y beber en Betel (v. 1Re 13:9), para mostrar su detestación de la execrable idolatría y apostasía de los del lugar. 2. Jeroboam quedó tan impresionado con la curación de su mano que quiso expresar su gratitud al profeta recompensándole por su oración (v. 1Re 13:7). 3. El profeta, aunque estaba hambriento y cansado, y quizás era pobre, rehusó, en obediencia al mandato de Dios, tanto el refrigerio como la recompensa que el rey le ofrecía.

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