1 Reyes 13:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Reyes 13:23 | Comentario Bíblico Online

I. La muerte del engañado y desobediente profeta. El viejo profeta que le había engañado le proveyó de un asno para que se volviese a su casa, pero le topó un león en el camino y le mató (vv. 1Re 13:23, 1Re 13:24). ¿Pensaba acaso que la casa del viejo profeta era más segura para comer que las demás casas de Betel, cuando Dios le había prohibido comer en cualquiera de ellas? Eso era tenerse por más sabio que Dios. No hay nada que provoque a Dios tanto como la desobediencia a una orden expresa suya. Dios detesta especialmente los pecados de su pueblo y nadie debe sentirse protegido en su desobediencia por la santidad de su profesión, la dignidad de su ministerio, su cercanía a las cosas de Dios o por los buenos servicios que le haya prestado en el pasado.

II. La maravillosa preservación de su cadáver, la cual fue una señal de la misericordia de Dios, recordada en medio de la ira. El león que le había dado muerte de un zarpazo o por estrangulamiento, no lo devoró ni hizo ningún daño al asno (vv. 1Re 13:24, 1Re 13:25, 1Re 13:28). Más aún, no tocó al profeta viejo cuando vino a llevarse el cadáver.

III. El cuidado que se tomó el viejo profeta en sepultar al varón de Dios. Muy de lamentar era verdaderamente el caso de que un profeta tan bueno y tan fiel, y tan valiente por la causa de Dios, muriese por una sola ofensa como un criminal, mientras que un profeta viejo y mentiroso vive cómodamente, y un príncipe idólatra vive en pompa y poder. Esto nos da a entender que no hemos de juzgar a los hombres por sus sufrimientos, ni los pecados por los castigos presentes (o por la ausencia de castigos). En algunos, la carne es destruida para que el espíritu sea salvo (1Pe 4:6).

IV. El encargo que el viejo profeta dio a sus hijos con respecto a su propio sepelio, de que lo enterrasen en el mismo sepulcro en que había sido enterrado el varón de Dios (v. 1Re 13:31): «poned mis huesos junto a los suyos». Aunque era un profeta mentiroso, deseaba morir la muerte de un profeta verdadero. Como si dijese: «No me sepultéis junto a los pecadores de Betel, sino con el varón de Dios». De este modo honra al fallecido profeta, como a un hombre cuya palabra no cayó al suelo, aun cuando él mismo cayó. Estaba predicho que serían quemados huesos de hombres (v. 1Re 13:2) sobre el altar de Jeroboam. Al estar sepultado junto al varón de Dios, sus huesos fueron presentados de la calcinación (2Re 23:18). Allí se levantó un pequeño monumento (2Re 23:17) para perpetuar la memoria del varón de Dios que había profetizado lo que Josías había de hacer.

V. Jeroboam se obstina en su idolatría (v. 1Re 13:33): «Con todo esto, no se apartó Jeroboam de su mal camino». Hubo alguna mano que se atrevió a levantar el altar que Dios había quebrado, y Jeroboam volvió a ofrecer allí sacrificios. Muchos medios se habían puesto en práctica para hacer que se volviese de su mal camino, pero ni amenazas ni señales, ni castigos ni misericordias, hicieron en él ningún efecto; tan extrañamente adherido se hallaba él a sus becerros.

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