1 Samuel 14:36 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Jactancia de Saúl en contra de los filisteos. Propuso perseguirlos durante toda la noche hasta no dejar de ellos ninguno (v. 1Sa 14:36). En esto mostró mucho celo, pero poca discreción, ya que su ejército, fatigado como estaba, difícilmente podía pasar una noche sin dormir, así como difícilmente había pasado un día sin comer. Solamente el sacerdote creyó conveniente seguir adelante con las devociones que habían sido interrumpidas de súbito con anterioridad (v. 1Sa 14:19), y consultar a Dios: Acerquémonos aquí a Dios. Los príncipes y los magnates necesitan tener junto a sí personas que les hagan a la memoria llevar a Dios consigo adondequiera que vayan. Cuando el sacerdote lo propuso, Saúl no pudo (al menos, por vergüenza) rechazar la propuesta, sino que consultó a Dios (v. 1Sa 14:37).

II. Su necedad en entablar proceso a su hijo Jonatán; pues, mientras llevaba a cabo el proceso, escaparon los filisteos.

1. Al mostrar Dios su desagrado, Saúl se puso a investigar el anatema y juró por Jehová que salva a Israel que, quienquiera fuese el Acán que había atraído sobre el campamento esta desgracia, comiendo del fruto prohibido, de cierto había de morir, aunque se tratase de su propio hijo Jonatán (v. 1Sa 14:39).

2. Las suertes descubrieron que Jonatán era el ofensor. Al principio, propuso que él y Jonatán estuviesen en un lado, y el pueblo en otro, quizá porque confiaba en la inocencia de Jonatán en este asunto tanto como en la suya propia. Pero, al fin, la suerte señaló a Jonatán (v. 1Sa 14:42); aquí el designio de la Providencia respaldó el derecho de la autoridad legalmente constituida; y se reservó, por otro camino, el medio de preservar la vida de quien no había hecho nada digno de muerte.

3. Jonatán confiesa sinceramente el hecho; y Saúl, con airada maldición, decreta contra él la sentencia. Jonatán no niega el hecho, pero piensa que es demasiado fuerte que tenga que morir por eso (v. 1Sa 14:43). Bien pudo haber apelado a su ignorancia de la orden de su padre, pero se sometió con mente noble y corazón generoso, como si dijese: «Que se haga la voluntad de Dios y la de mi padre». Se muestra tan bravo para someterse en unas ocasiones como para pelear en otras. Pero Saúl no se ablanda ni por la filial sumisión de Jonatán ni por lo duro de la sentencia, sino que, con otra imprecación, pronuncia sentencia de muerte contra Jonatán: «Así me haga Dios y aun me añada, si no ejecutó la sentencia contra ti, que sin duda morirás, Jonatán» (v. 1Sa 14:44).

(A) Que Saúl pronunció esta sentencia con demasiada precipitación, sin consultar el oráculo. Jonatán tenía muy buenas razones que alegar en su favor, pues lo que había hecho no era algo intrínsecamente malo; además, ignoraba la prohibición; de forma que no podía ser acusado de rebelión ni desobediencia.

(B) Que la pronunció llevado de un furor insano. Si Jonatán hubiese sido reo de muerte, la manera apropiada de pronunciar una sentencia por parte de un juez, y mucho más por parte de un padre, era hacerlo con delicadeza y compasión. Cuando la justicia es administrada con enojo y amargura, resulta envilecida.

(C) La reforzó con una imprecación sobre sí mismo si dejaba de ejecutar la sentencia; y esta imprecación recayó sobre su misma cabeza. Jonatán escapó de la muerte, pero Dios le hizo a Saúl y le añadió, pues cayó él mismo bajo el anatema y fue rechazado por Dios. Que nadie se atreva, en ninguna ocasión, a lanzar imprecaciones como ésta, no sea que Dios diga Amén a ellas y disponga que sus propias lenguas les hagan caer (Sal 64:8). Con todo, tenemos motivos para pensar que las entrañas de Saúl se conmovían a favor de Jonatán; así que, en realidad, se castigó a sí mismo, y con toda justicia, mientras actuaba con tanta severidad contra su hijo. Por medio de todos estos accidentes molestos, parece como si Dios le aplicase correctivos por su anterior presunción en ofrecer sacrificio sin Samuel.

4. El pueblo rescató a Jonatán de las manos de su padre (v. 1Sa 14:45). Hasta ahora se habían mostrado respetuosos y obedientes con Saúl, y se habían sometido a él en todo lo que parecía ser cosa buena (vv. 1Sa 14:36, 1Sa 14:40). Pero, al estar Jonatán en peligro, la palabra de Saúl ya no es para ellos ley, sino que se oponen con la mayor energía a la ejecución de la sentencia: «¿Ha de morir Jonatán, el instrumento de salvación de su país? ¿Va a ser sacrificada a las rígidas exigencias de un insensato decreto y de un honor puntilloso una vida que tan bravamente se ha expuesto por el bien público, y a la que debemos nuestra vida y el triunfo conseguido? ¡No! ¡De ningún modo consentiremos que sea tratado de esa manera aquel a quien Dios se ha complacido en honrar!» Es una bendición ver a los israelitas inflamados de ese celo por la protección de quienes han sido usados por Dios como instrumentos de salvación: «Vive Jehová que no ha de caer, no sólo su cabeza, sino ni siquiera un cabello de su cabeza en tierra». No le rescatan por la fuerza, sino por la razón y la resolución. Añade Flavio Josefo que oraron a Dios para que le indultase del anatema. Apelaron a su favor diciendo: «Ha actuado hoy con Dios» (lit.); es decir: «Él ha defendido la causa de Dios, y Dios ha bendecido el ánimo que Jonatán ha mostrado, por tanto, su vida es demasiado preciosa como para destruirla por una minucia».

5. La persecución del enemigo es detenida con este incidente (v. 1Sa 14:46): Saúl dejó de seguir a los filisteos; así, se perdió la oportunidad de conseguir una completa victoria.

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