1 Samuel 9:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 1 Samuel 9:3 | Comentario Bíblico Online

I. Un hombre grande que surge de pequeños comienzos. No parece ser que Saúl hubiese ocupado ningún cargo de importancia hasta que fue elegido rey de Israel.

II. También vemos un gran acontecimiento que surge de pequeñas circunstancias. No puede ser más insignificante el comienzo de esta historia. Si seguimos las huellas de Saúl hasta el trono, le vemos primeramente ocupado en algo tan bajo, que nadie podría pensar que de eso pudiera salir una promoción a tan alto cargo como el de rey.

1. Su padre le envía, con uno de los criados, a buscar unas asnas que se habían perdido. Saúl y su criado anduvieron por largo tiempo en busca de las asnas, pero en vano, no las pudieron hallar. No halló lo que buscaba, pero se encontró con lo que jamás pudo soñar: un trono.

2. Al no poder hallar las asnas, decidió regresar a su padre (v. 1Sa 9:5), ya que consideró la preocupación que su padre tendría ahora por él, más que por las asnas.

3. Pero el criado le propuso que, puesto que estaban ahora cerca de Ramá, fuesen a consultar a Samuel sobre el importante asunto de las asnas (v. 1Sa 9:6): Hay en esta ciudad un varón de Dios, que es hombre insigne. Era, en efecto, un honor para Samuel, como varón de Dios, que «todo lo que dice, acontece sin falta». Acuerdan, pues consultarle: «Quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino». La mayoría de la gente prefiere que les adivinen la suerte, más bien que el deber; cómo hacerse rico, más bien que cómo ser salvo. Si el oficio de los ministros de Dios fuese instruir a los hombres a recobrar unas asnas perdidas, o cosa por el estilo, de seguro que les consultarían mucho más de lo que les consultan en su propio oficio de instruirles en la recuperación de las almas perdidas.

Saúl consideraba qué presente podían llevar al varón de Dios. No podían ofrecerle panes y tortas (1Re 14:3), porque se les había acabado el pan, pero el criado observó que llevaba en el bolsillo una moneda de cuarto de siclo y se la podían dar al vidente. «Dices bien», le respondió Saúl, «anda, vamos» (v. 1Sa 9:10). Fueron a Samuel como a un adivino, más bien que a un profeta y pensaron así que era bastante darle un cuarto de siclo. A la mayoría de la gente le gusta una religión barata; sobre todo, cuando consiguen que alguna otra persona les pague los gastos. El historiador hace aquí un paréntesis para explicarnos que, en la antigüedad, llamaban videntes a los profetas (v. 1Sa 9:9). No quiere decir que no se usase antes el nombre de profeta (hebreo, nabí), con el que se expresa primordialmente el hecho de recibir mensajes de Dios y proclamarlos en su nombre (Abraham, Moisés y otros son llamados ya «profetas» Gén 20:7; Núm 12:6; Deu 18:15, Deu 18:18 ), pero el vocablo hebreo roeh = vidente, se aplica especialmente a Samuel (1Sa 9:9, 1Sa 9:11, 1Sa 9:18, 1Sa 9:19; 1Cr 9:22; 1Cr 26:28; 1Cr 29:29). También se usó después, para «vidente», el hebreo jozeh, que implica el matiz de «tener visiones», más bien que conocer lo oculto o el futuro.

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