1 Tesalonicenses 4:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llegamos ahora a la porción más conocida de la epístola, por ser la más usada en mensajes para funerales. En estos versículos, el apóstol Pablo responde a una pregunta que, al parecer, se habían hecho algunos después que el apóstol se marchó de Tesalónica. La pregunta era la siguiente: Si un creyente muere antes del regreso del Señor Jesucristo, ¿pierde entonces la esperanza de salir al encuentro del Señor cuando éste vuelva? Pablo les asegura que quienes se hayan dormido en el Señor no tendrán que esperar a que pase del todo el presente orden de cosas para participar de las bendiciones futuras, sino que entrarán a participar, al mismo nivel y en el mismo tiempo que los que vivan todavía en esta tierra cuando el Señor venga, de las bendiciones del reino mesiánico, «para estar siempre con el Señor».

1. Comienza primero por lo que constituye su preocupación desde el punto de vista pastoral (v. 1Ts 4:13): «Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza» (Biblia de Jerusalén). Vemos aquí que:

(A) Se trata de algo que los tesalonicenses no conocían o no conocían bien, pues el apóstol dice que, sobre ese punto, no quiere que estén en la ignorancia (comp. con Rom 11:25). Ahora bien, la doctrina de la resurrección de los muertos formaba parte importante del mensaje que Pablo predicaba, y lo que dice a continuación el apóstol (v. 1Ts 4:14) es una confirmación de ello. Su duda, como hemos dicho, afectaba a un detalle, no al hecho mismo de la resurrección.

(B) Al ser, empero, un detalle que causaba tristeza a ciertos hermanos, el apóstol quiere disiparla lo antes posible: «para que no os entristezcáis». Les hace ver:

(a) Que los creyentes que parten de esta vida más bien que morir, se quedan dormidos (participio de presente). El verbo griego es koimáo, de donde procede el vocablo koimetérion, dormitorio, que es el nombre dado por los primitivos cristianos a los sepulcros. Ha pasado al castellano con el nombre de cementerio (y a otras lenguas, en vocablos similares). E. A. Núñez cita la siguiente frase: «Morir, para los que mueren en Jesucristo, es dormirse entre los hombres y despertar entre los ángeles». Para darse cuenta del optimismo con que Pablo contemplaba la muerte basta con leer Rom 8:38; 1Co 15:55-58; 2Co 5:1-8; Flp 1:21, Flp 1:23.

(b) Que, con esta esperanza, no deben entristecerse como los demás, que no tienen esperanza. La esperanza del cristiano no se limita a esta vida, sino que traspasa los límites de la tumba hasta alcanzar la plena posesión de la vida eterna (v. 1Co 15:18, 1Co 15:19). Dirigiéndose a los fieles de Éfeso (Efe 2:12), Pablo les hace a la memoria que cuando vivían en el paganismo, lejos de gozar de los privilegios del pueblo escogido por Dios, estaban sin esperanza y sin Dios en el mundo. En efecto, el que no cree en Dios no puede creer en la vida de ultratumba, sino que todo se le acaba con la muerte; para el que no cree en Dios, los seres queridos dan el último adiós al morir, mientras que los que se duermen en el Señor no tienen por qué decir «adiós», sino «hasta luego».

(c) Nótese también que el apóstol no prohíbe a los cristianos el entristecerse. Agustín de Hipona lloró amargamente cuando se murió Mónica, su madre. Lo que dice es que no debemos entristecernos como los que no tienen esperanza. El mismo Señor Jesús lloró lágrimas silenciosas junto a la tumba de su amigo Lázaro (Jua 11:35), a pesar de que estaba a punto de resucitarlo. El cristiano no tiene por qué ser estoico. San Pablo se refiere precisamente a la malvada generación de los últimos días como gente sin afecto natural (2Ti 3:3). El afecto, más que natural, que el creyente debe a sus seres más allegados: esposo, esposa, padre, madre, hijos, ha de apenar al que se queda en este mundo, después de decir adiós al ser querido, aunque éste se marche «con billete de vuelta», pero su tristeza no puede ser la misma que la de quien ve partir a sus más íntimos allegados en un viaje del que no se vuelve jamás.

2. A continuación, el apóstol expresa claramente el motivo por el que los cristianos no deben entristecerse, acerca de los que se han dormido, como los demás, que no tienen esperanza (v. 1Ts 4:14): «Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Él (Jesús) a los que se durmieron por medio de Jesús» (lit.). Vemos aquí:

(A) Que la creencia en la resurrección de los muertos se basa en la fe del creyente en la muerte y resurrección de Jesucristo. Este es precisamente el núcleo del Evangelio (v. 1Co 15:1-3). Aunque el Señor Jesús mató a la muerte muriendo (v. por ej. Heb 2:14, Heb 2:15), Pablo no dice que Jesús se durmió, sino que murió, no sólo para dar a entender que el Señor gustó la muerte con todos los sinsabores que comporta una muerte en cruz, sino también porque por medio de esa muerte, con la que fue vencida la muerte, la muerte de los cristianos se ha convertido en un sueño. Ése es el sentido probable que L. Morris da a la difícil frase «los que se durmieron por medio de Jesús».

(B) Que el mismo Dios que resucitó de entre los muertos a Jesús, traerá con Él (Jesús) a los que se durmieron por medio de Jesús. Pablo usa para «traer» el verbo griego ago (el mismo de Rom 8:14) que, más bien, significa «guiar» o «conducir», como un pastor a sus ovejas; por lo que, «parece incluir mucho más que la resurrección de los creyentes y referirse también a la exaltación de ellos en el regreso del Señor» (Núñez).

3. Después de esta especie de prenotandos, el apóstol da en detalle la respuesta a la cuestión que está tratando en esta sección. Y lo hace (v. 1Ts 4:15) «por palabra del Señor». Es poco probable que, en este lugar, Pablo se refiera a palabras de Jesús que no figuran en los Evangelios (como es el caso de Hch 20:35), sino más bien a una especial revelación que recibió por medio del Señor. En esta revelación le fue comunicado a Pablo el orden en que se habían de realizar los acontecimientos que tienen que ver con la Segunda Venida del Señor, y que el apóstol describe del modo siguiente:

(A) «… que nosotros los que vivamos, los que hayamos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron» (v. 1Ts 4:15). La enseñanza que aquí comunica Pablo a sus aprensivos lectores (y lo hace con la autoridad que le da el ser «palabra del Señor») es que los cristianos que todavía vivan cuando el Señor venga no irán a recibir al Señor antes de que resuciten los que durmieron en el Señor, sino que tendrán que esperar a que «los muertos en Cristo resuciten primero» (v. 1Ts 4:16). La opinión que sostiene que Pablo daba por seguro que él sería uno de los que estarían todavía vivos cuando el Señor venga no tiene ningún fundamento. Lo que Pablo quiere decir aquí es que «los que para entonces vivan, los que hayan quedado sin morir» (los verbos están en participio de presente) esperarán a que resuciten los creyentes difuntos para ir juntos al encuentro del Señor. Dice Leal acerca de esos participios de presente: «Tenemos aquí la enallage personae de los gramáticos, figura en virtud de la cual el escritor se identifica con sus lectores de todos los tiempos». Sin embargo, Pablo compartía el sentir de toda la Iglesia primitiva de que el regreso del Señor era inminente. Así lo había querido el propio Señor (v. Hch 1:6-8), a fin de que los creyentes de cada época se mantengan en activa y diligente expectación de su Venida.

(B) El apóstol continúa diciendo (v. 1Ts 4:16): «Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero». Vemos, pues:

(a) Que el Señor, es decir, Jesucristo, descenderá del cielo, donde se halla sentado a la diestra del Padre (Heb 1:3; Heb 10:12) desde el día de su ascensión (Hch 1:11).

(b) Que descenderá con voz de mando (gr. en keléusmati) que aquí viene a tener el sentido del grito con que un jefe militar pone en movimiento a todo un ejército.

(c) Que descenderá con voz de arcángel. Aunque el griego no lleva artículo, es muy probable que el apóstol se refiera al arcángel Miguel que es el único a quien la Escritura (Jud 1:9) da ese título.

(d) Que descenderá con trompeta de Dios, lo cual es una referencia inequívoca a 1Co 15:52. Lo de que es «trompeta de Dios» es una figura frecuente en las Escrituras para indicar algo extraordinario.

(e) Que los muertos en Cristo resucitarán primero. Al decir, «en Cristo», el apóstol especifica que tal resurrección es propia de «los que han sido bautizados por el Espíritu Santo en el Cuerpo de Cristo (1Co 12:13)», según hace notar E. A. Núñez, quien, después de citar al Dr. J. F. Walvoord a favor de esta opinión, añade: «Tampoco puede pasarse por alto que el Antiguo Testamento coloca la resurrección de Israel después de la gran tribulación (Dan 12:1-3)».

(C) Continúa diciendo el apóstol (v. 1Ts 4:17): «Luego nosotros los que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para salir al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor». Ya hemos comentado las dos primeras frases de este versículo. Resta por hacer notar que aquí tenemos expresamente profetizado el arrebatamiento de los creyentes, tanto de los que hayan muerto y resuciten entonces, como de los que vivan y sean transformados (v. 1Co 15:51, 1Co 15:52). Dice que el encuentro se realizará en el aire no en la tierra, con lo cual se distingue claramente de su regreso a la tierra según se halla anunciado en Zac 14:4.; Mat 24:29, Mat 24:30; Apo 19:11-16. Nótese también que las afirmaciones de Pablo son de carácter general, es decir, todos los creyentes en Cristo, muertos o vivos, tendrán parte en dicho arrebatamiento. Bastaría el hecho de la unidad de la Iglesia, la Esposa de Cristo, para probar tal aserto. El Cuerpo de Cristo no puede entrar mutilado en el cielo. Más aún, la teoría del arrebatamiento parcial pone en peligro la doctrina sobre la justificación por la fe sola. Para más detalles, véase el excelente comentario del Dr. Núñez a este versículo, así como lo que digo en mi libro Escatología 11, páginas 150 152.

4. El apóstol termina este capítulo con la siguiente exhortación (v. 1Ts 4:18): «Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras». Dice Leal: «Con este verso volvemos al principio de la perícopa. Allí se habla de no entristecerse; aquí, de consolarse. El fundamento de este consuelo mutuo es totalmente sobrenatural, y propio de la fe y de la esperanza cristianas». Como ha dicho Pablo en el versículo 1Ts 4:13, los creyentes en Cristo no tenemos motivos para entristecernos como los demás que no tienen esperanza. Al otro lado de la tumba, nos espera el Señor.

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