1 Timoteo 1:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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J. Collantes compendia esta sección del modo siguiente: «San Pablo comienza por recomendar a su discípulo la resistencia denodada contra las falsas doctrinas de los herejes (1Ti 1:3, 1Ti 1:4). Las especulaciones que no tienen por objeto la caridad verdadera conducen al extravío (1Ti 1:5-7). La misma Ley hay que mirarla en esa perspectiva evangélica (1Ti 1:8-11)».

1. Como en otros lugares (v. el reciente de 2Ts 2:3.), nos encontramos aquí con uno de los frecuentes anacolutos (períodos en que falta la conclusión) del apóstol (v. 1Ti 1:3): «Como te rogué (o, encargué; gr. parekálesa) …». El encargo, equivalente a una orden, era que Timoteo se quedase en Éfeso. Se lo había dado cuando estaba a punto de encaminarse (Pablo) a Macedonia. El objetivo del encargo era (vv. 1Ti 1:3, 1Ti 1:4) «que mandase (verbo de tono militar) a algunos no enseñar diferentes doctrinas, ni prestar atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que (llevar adelante) la administración de Dios, la que (está centrada) en la fe» (lit.). La frase final de nuestra Reina-Valera («así te encargo ahora») no figura en el original, y fue añadida para corregir el anacoluto. Analicemos esta porción.

(A) El verbo que corresponde al «te quedases» (v. 1Ti 1:3) indica aquí algo más que una permanencia; añade el concepto de «permanecer resistiendo (prós) al adversario» (J. Collantes). Así lo exigía la situación en Éfeso. El verbo insinúa que Timoteo se resistía a quedarse.

(B) Pablo se limita a decir «algunos», sin mencionar los nombres (excepto en el v. 1Ti 1:20) de quienes sembraban la confusión en la comunidad cristiana.

(C) La actividad de tales individuos se describe aquí de dos modos: (a) Promovían una enseñanza diferente (gr. heterodidaskaléin) de la del verdadero y único Evangelio (comp. con Gál 1:6-9); (b) prestaban atención, se dedicaban en demasía (gr. prosékhein), a fábulas (gr. múthois, de donde viene el castellano «mito») y genealogías interminables. No son dos cosas distintas, sino los «cuentos de viejas» a que hace referencia en 1Ti 4:7 (v. también 2Ti 4:4 y Tit 1:14; en este último lugar las llama explícitamente «fábulas judaicas»). El apóstol se refiere a las piruetas exegéticas, de «ciencia-ficción», a que los rabinos de todos los tiempos se han entregado para hallar las más extrañas interpretaciones de mínimos detalles de pasajes de la Biblia, con la consecuencia lamentable de perder el núcleo de la Palabra de Dios a fuerza de dar importancia a las ficciones de la fantasía. Tales mitos, que suplantan a la Palabra de Dios (comp. con Mat 15:6) se hallan especialmente en el famoso Libro de los Jubileos, en la Haggadah y en la Cábala, libros característicos de esta mentalidad judía.

(D) El rabino Pablo que, sin duda, sabía bastante de estas cosas, asegura que tales «fábulas y genealogías interminables» acarrean disputas (gr. ekzetéseis, cavilaciones de importuno investigador) más bien que una instrucción en la fe, provechosa para la salvación.

(E) Algunos pocos MSS leen oikodomén, edificación (de donde ha pasado a nuestra Reina-Valera) en lugar del mucho mejor atestiguado oikonomían, administración (v. 1Ti 1:4). En 1Co 4:1, Pablo pide a cada ser humano que considere a él y a los demás predicadores del Evangelio como a «administradores (gr. oikonómous) de los misterios de Dios». Estos misterios son los que exigen, de parte del oyente, el ejercicio activo de la fe. Comenta J. Collantes: «La oikonomía es la manera de llevar una casa. Dios tiene en los hombres su familia y su casa y, por tanto, lleva una economía general de la historia en orden a la salvación del género humano (Efe 1:10; Efe 3:9) y una providencia especial para que los individuos alcancen la salvación (1Co 9:17; Efe 3:2; Col 1:25). Ese camino para la salvación no es otro que la fe (1Co 1:21.). Todo paso que se dé fuera de la fe es paso inútil, pues está fuera de camino».

2. Pablo explica ahora (v. 1Ti 1:5) que el objetivo de este mandamiento (de nuevo, el mismo término militar del v. 1Ti 1:3) es que, en lugar de dedicar el tiempo a las inútiles especulaciones, mitos sin base real, que ha mencionado anteriormente (v. 1Ti 1:4), cumplan por medio del amor todo lo que tiene que ver con la vida práctica, la realidad de cada día. Nótense las condiciones que, según Pablo, requiere el amor para ser legítimo y servir así para cumplir la Ley (v. Mar 12:30, Mar 12:31; Rom 13:8; Gál 5:6, Gál 5:14):

(A) Ha de nacer de un corazón limpio, regenerado por la gracia de Dios y el poder de su Espíritu en la recepción del mensaje de salvación. Mientras el corazón está sucio y negro, entenebrecido, la mente no puede ver claro (v. Rom 1:21, Rom 1:22). En 2Ti 2:22 hallamos de nuevo el corazón limpio como requisito de una genuina invocación de Dios.

(B) De un corazón limpio surge una conciencia buena, que juzga imparcialmente las acciones propias y ajenas y, por tanto, permite que el sujeto quede convicto de pecado y, al percatarse de su lamentable situación, se sienta ansioso de recibir la oferta de salvación que se le brinda en la predicación del Evangelio.

(C) Esta oferta de la salvación se recibe eficazmente cuando a ello incita una fe no fingida (lit. sin hipocresía). Solamente cuando la fe es sincera, es auténtica la entrega al Señor, a sus enseñanzas y a sus preceptos. Dice Collantes: «La fe sincera acepta plenamente el contenido de la doctrina y lo pone en práctica sin reservas».

(D) Esta tríada de virtudes cristianas se echaba totalmente en falta en los individuos que, con el pronombre indefinido «algunos» (v. 1Ti 1:6, comp. con el v. 1Ti 1:3), viene mencionando el apóstol, pues dice (vv. 1Ti 1:6 y 1Ti 1:7): «de las cuales cosas desviándose algunos, han venido a caer en una vana palabrería, queriendo ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman categóricamente». Vemos aquí que estos falsos «doctores de la ley»:

(a) Se han desviado (el verbo significa literalmente «errar el blanco») de las tres virtudes mencionadas que son como las raíces del amor cristiano.

(b) El segundo verbo (exetrápesan), en aoristo de indicativo, es una consecuencia del primer verbo (astokhésantes), que está en aoristo también, pero en participio (lógicamente, no cronológicamente, anterior; es un caso parecido al de los dos aoristos de Efe 1:13). Este segundo verbo significa literalmente «descarriarse o extraviarse». Una vez que dichos individuos «erraron el blanco» al carecer de corazón limpio, buena conciencia y fe sincera, perdieron el objetivo principal que era el amor genuino y dieron en vana palabrería (gr. mataiologuían); ése es el título que Pablo otorga a todas las futilidades en que los seudodoctores se hallan enfrascados.

(c) Deseaban (v. 1Ti 1:7) ser doctores de la ley, no entendiendo, dice Pablo, ni lo que hablan (el tema que llevan entre manos) ni lo que afirman categóricamente (lit. ni sobre qué cosas aseveran enfáticamente). Con fina ironía el apóstol describe un caso que, por su frecuencia, conocemos suficientemente: Individuos que se hacen pasar por «expertos en la materia», que dogmatizan sobre cosas que pertenecen lo mismo al terreno científico que al religioso, sin haberse documentado a fondo y apoyándose en bases que no merecen crédito alguno. ¿Qué objeto buscan con todo esto? Certeramente sentencia Hendriksen, cuando dice: «¡Porque quieren brillar!» Pero querer brillar sin luces resulta vano y es exponerse al ridículo.

3. La mención de la ley conduce ahora (v. 1Ti 1:8) a Pablo a declarar que «la ley es buena (comp. con Rom 7:12, Rom 7:16), si uno la usa legítimamente». Como si dijese: «Todos sabemos que el uso de la ley es bueno, que el estudio de la ley es provechoso, con tal de que se haga buen uso de ella». Con esto, parece como si el apóstol quisiera imprimir bien en la mente de Timoteo que esos individuos que se extravían del verdadero objetivo no hacen mal por querer ser doctores de la ley, sino por entretenerse en futilidades y en interpretaciones alegóricas de la ley que son meramente producto de su fantasía. A continuación, el apóstol va a explicar en qué sentido es buena la ley, en el presente contexto. Es de notar que, al comienzo de su exposición (v. 1Ti 1:9), pasa del plural sabemos (v. 1Ti 1:8) al sabedor (lit., es masculino singular del participio del mismo verbo), con lo que no apunta precisamente a sí mismo, sino a cada uno en particular de los que saben, o deben saber, esto. ¿Qué es esto que para todo conocedor de la ley es obvio?

(A) «Que la ley no fue puesta para el justo» (v. 1Ti 1:9). De aquí parece ser que sacó Juan de la Cruz, en el gráfico que precede a la Subida al Monte Carmelo, la frase siguiente: «Ya por aquí no hay camino / Que para el justo no hay ley». Sin embargo, el apóstol no intenta decir aquí que la ley mosaica no obliga al creyente cristiano (aunque esto sea verdad; v. Rom 10:4; 1Co 9:20, 1Co 9:21), sino que la ley, al haber sido puesta para frenar las transgresiones (v. Gál 3:19), no tiene nada en contra del justo (comp. con Gál 5:23, al final), quien no transgrede, sino contra los transgresores e insumisos, etc.

(B) El apóstol enumera aquí catorce clases de transgresores de la ley, de los que ocho van en cuatro pares, y los seis restantes van sueltos. Como en Gál 5:19-21, Pablo no piensa con ellos agotar la lista, sino que añade al final (v. 1Ti 1:10): «y si algo diferente se opone a la sana enseñanza» (lit.), e indica con esto cualquier otro pecado que no esté en la lista. «Sana» es, en griego, un vocablo del que procede «higiene».

(a) Al comentar por los transgresores que van emparejados, vemos: En el primer par, a los sin ley (gr. anómois), es decir, a los que hacen caso omiso de la ley de Dios (suele traducirse por «inicuos»), y a los insumisos o insubordinados, que no aceptan disciplina alguna; en el segundo par, van los impíos, que no tienen piedad o temor de Dios, y los pecadores, apelativo genérico que designa a los que han errado el objetivo de su existencia, entre los que se cuenta (v. 1Ti 1:15, con el mismo vocablo) a sí mismo el apóstol, aunque hace referencia a su vida anterior a la conversión. En el tercer par menciona a los irreligiosos (gr. anosíois, lo contrario de los hósioi, santos, en el sentido de devotos) y los profanos, que tratan con desprecio las cosas sagradas (de ahí la aplicación del vocablo a Esaú en Heb 12:16, por haber menospreciado la primogenitura). Y en el cuarto par, menciona a los parricidas y marricidas, en los que, según la ley (v. Éxo 21:15) se incluyen, bajo pena de muerte, no sólo los que matan al padre o a la madre, sino también quienes los golpean.

(b) Vienen después, sueltos, otros seis géneros de transgresores: los homicidas, que quitan voluntariamente la vida a un semejante, los fornicarios (v. 1Ti 1:10), donde se incluyen todos los que tienen relaciones sexuales ilegítimas con personas del sexo opuesto, los sodomitas (lit. que se acuestan con varones), los secuestradores, donde el vocablo griego designa primordialmente a los traficantes de esclavos, los mentirosos, los que dicen o ejecutan falsedad, y los perjuros. Van seguidos, como ya hemos dicho, de una especie de etcétera.

4. Tras de mencionar la sana enseñanza (v. 1Ti 1:10, al final), el apóstol añade (v. 1Ti 1:11): «conforme al Evangelio de la gloria del Dios bendito, que me fue confiado» (lit.). El Evangelio enseña la sana doctrina de vivir una vida santa, que es la higiene del alma, frente a las doctrinas erróneas y las prácticas viciosas, que perjudican a la persona y le arruinan la vida espiritual. «Evangelio de la gloria» equivale a «Evangelio glorioso». El vocablo para «bendito» no es el acostumbrado euloguetós, que corresponde al hebreo barukh, sino makários, que es el que aparece al frente de cada una de las bienaventuranzas de Mat 5:3., y corresponde al hebreo ashrey (v. el comentario a Sal 1:1). Pablo era siempre consciente de que le había sido encomendada la proclamación del Evangelio (v. 1Co 9:16, 1Co 9:16; Gál 2:7; 1Ts 2:4).

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