2 Corintios 3:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de 2 Corintios 3:12 | Comentario Bíblico Online

1. «Teniendo, pues, tal clase de esperanza, dice ahora Pablo, usamos de mucha franqueza» (v. 2Co 3:12). El vocablo griego parrhesía, que suele verterse aquí por «franqueza», tiene el sentido de «valentía o denuedo para dirigir la palabra». Esta santa osadía tiene como principal motivo la gloria imperecedera del Evangelio que el apóstol había sido llamado a proclamar, conforme a lo que ha dicho en los versículos 2Co 3:7-11.

2. En cambio, Moisés no podía tener tal osadía, no se atrevía a caminar a cara descubierta (comp. con el v. 2Co 3:18), sino que (v. 2Co 3:13) ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que era pasajero. Nótese bien que Pablo no dice que Moisés se pusiera el velo para que no se viese su rostro resplandeciente, sino precisamente para que no se viese la desaparición de tal resplandor, por cuanto era pasajero, como la gloria de la Ley que de Dios había recibido.

3. Pero los pensamientos de los israelitas se embotaron (gr. eporóthe, se endurecieron) por no comprender que la dispensación de la Ley era pasajera, transitoria, como el resplandor del rostro de Moisés. Pensaban que el Pacto Viejo (comp. Heb 8:6-13) tenía carácter permanente, por lo que se negaban a reconocer en Cristo al Mediador del Nuevo Pacto que daba al traste con una dispensación fenecida. Por consiguiente, mientras un judío no se percata del carácter transitorio de la Ley y se vuelve a Cristo, y acepta así el Evangelio, el velo que cubría el rostro de Moisés se convierte para él como en una especie de tupido velo sobre el corazón, que le impide reconocer en Jesús al Mesías (vv. 2Co 3:14, 2Co 3:15).

4. Ese velo se quita del corazón de un judío (v. 2Co 3:16) cuando se convierte al Señor, es decir, cuando se vuelve hacia Jesucristo. Como muy bien hace notar Tasker, «el lenguaje del apóstol está coloreado por el relato del Éxodo, especialmente por Éxo 34:35. Siempre que Moisés entraba a la presencia de Jehová, se quitaba el velo … Y así, siempre que Moisés se ponía de cara a Jehová, podía también sacarse la conclusión de que había vuelto la espalda a la Ley que había estado promulgando». De la misma manera, el israelita que se convierte a Cristo es como si se despojara del velo que le cubría el corazón, para tener un encuentro personal con el Señor.

5. El apóstol explica a continuación la razón por la que, al volverse una persona a Cristo, se le quita el velo de sobre el corazón (vv. 2Co 3:17, 2Co 3:18): «Mas el Señor (Cristo) es el espíritu; y donde está el espíritu del Señor, (hay) libertad. Y todos nosotros, contemplando a cara descubierta la gloria del Señor, vamos siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, tal como por medio del Señor (que es) espíritu» (lit.). Estos dos versículos necesitan un análisis detallado:

(A) Para entender el sentido del difícil versículo 2Co 3:17, es menester tener en cuenta que, en todo el capítulo, el apóstol no pierde de vista el contraste entre la Ley y el Evangelio, con sus respectivas funciones: la letra que mata y el espíritu que vivifica (v. 2Co 3:6). Un nuevo elemento ha venido a añadirse a ese doble contraste: el velo cubierto y el velo descubierto; la remoción del velo es lo que da capacidad, franqueza y libertad para ver la gloria del Señor.

(B) El espíritu vivificante (comp. con 1Co 15:45) es el que efectúa esta doble transformación: (a) La instantánea de la remoción del velo en el momento de la conversión (v. 2Co 3:16) y (b) la progresiva de la santificación (v. 2Co 3:18. Nótese el presente de la voz pasiva del verbo «vamos siendo transformados»). Cristo estaba lleno del Espíritu ya en su vida mortal (Jua 3:34), pero sólo después de consumar la obra de la redención, pudo hacernos partícipes de su espíritu. Es entonces cuando la plenitud del Espíritu Santo en Él, que equivale a la plenitud de la Deidad (Col 2:9) habitante en Él, puede desbordarse hasta todos los que son miembros de su Cuerpo que es la Iglesia. Sólo a partir de su resurrección es Cristo «espíritu vivificante».

(C) Por el versículo 2Co 3:18 vemos que el proceso de la santificación es, en realidad, un proceso de contemplación del Señor (comp. con Col 3:1-3 y, sobre todo con Heb 12:2). Aunque el verbo griego katoptrizómenoi puede significar «reflejando como un espejo» y es cierto que el creyente espiritual no puede menos de reflejar de algún modo, aunque siempre imperfecto en esta vida, la imagen del Señor, el sentido del texto es aquí, con la mayor probabilidad, «contemplando como en un espejo», ya que el resultado directo, según el contexto, no es el testimonio, sino la transformación personal. Llegará un día en que nuestra semejanza con Cristo será perfecta (v. 1Jn 3:3).

(D) Adrede dejamos para el final el análisis del versículo 2Co 3:17, pues es una consecuencia de lo que venimos diciendo. Todos los autores evangélicos que conozco coinciden en dar (al menos, como más probable) a dicho versículo la interpretación siguiente: Cristo y el Espíritu Santo tienen una misma naturaleza divina, aunque son dos personas distintas. Y lo comparan con Jua 10:30. Cómo se puede cometer tal disparate, es cosa que no llego a entender, puesto que Jesús no dijo: «Yo soy el Padre», lo cual sería falso al confundir las personas, sino: «Yo y el Padre somos un (mismo ser)» donde no hay tal confusión de personas. «El Señor es el espíritu» (lit.) no admite otra interpretación que la que hemos dado, y que en el fondo coincide con la de P. Gutiérrez. La segunda parte del versículo se confirma con textos como Jua 3:8; Jua 8:32.; Gál 5:1, Gál 5:13.

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