2 Pedro 3:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Al llegar a este punto, el autor sagrado dice que, no obstante el deseo de Dios de dar tiempo al tiempo, a fin de que haya más oportunidades de arrepentimiento (¡grave responsabilidad para predicadores, lo mismo que para oyentes!), el día del Señor llegará por fin cuando menos se espere. Dicen los versículos 2Pe 3:10-13 en la NVI: «Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces desaparecerán los cielos con fragoroso estruendo; los elementos serán destruidos por el fuego; y la tierra, con todo lo que en ella se contiene, quedará desolada. Puesto que todo ha de ser destruido de esta manera, ¿qué clase de gente deberíais ser vosotros? Deberíais vivir una vida santa y piadosa, aguardando con expectación el día de Dios y acelerando su advenimiento. Ese día traerá consigo la destrucción de los cielos por medio del fuego, y los elementos se derretirán con el calor. Pero, conforme a su promesa, nosotros esperamos unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde tenga su morada la rectitud».

1. Antes de entrar en el análisis de esta porción, conviene advertir, para ahorrarle confusiones al lector, que Pedro mezcla en uno solo los distintos planos escatológicos. Como es corriente en la profecía, los acontecimientos aparecen superpuestos, con lo que resulta difícil distinguir entre el día de Jesucristo (v. por ej. Flp 1:6), el día del Señor, que corresponde al que en el Antiguo Testamento se llama día de Jehová (v. en el v. 2Pe 3:10, comp. con Apo 1:10 v. el comentario a este lugar ), y el día de Dios, que es el de la eternidad (Apo 21:1).

2. «El día del Señor» (v. 2Pe 3:10) es, pues, según lo que acabamos de decir equivalente al día de Jehová, tan repetidamente mencionado en los profetas, como puede verse en una buena Concordancia («día de Jehová», en las que hasta la fecha tenemos en castellano). En el Nuevo Testamento aparece, como aquí, bajo el nombre de día del Señor, ya que, en los LXX, el nombre sagrado de Jehová aparece como ho Kúrios, debido ya a un falso concepto de reverencia (v. Hch 2:20; 1Co 1:8; 1Ts 5:2; 2Ts 2:2 y Apo 1:10, además de aquí). Dice Ryrie, en nota al ya citado lugar de 1Ts 5:2: «El día del Señor. Un extenso período de tiempo, que comienza con la tribulación (la Gran Tribulación. El paréntesis es mío) e incluye los acontecimientos de la Segunda Venida de Cristo y el reino milenario en la tierra. Comenzará cuando no se le espere (como ladrón en la noche)». La misma frase de 1Ts 5:2 es repetida por Pedro aquí, pero sin lo de «en la noche», que carece de todo apoyo en los MSS y es casi increíble que tal glosa (tomada de 1Ts 5:2) entrase en el Texto Recibido del Nuevo Testamento, de donde lo tomaron Reina y Valera. La idea y la admonición estuvieron ya en los labios de Jesús, como puede verse en Mat 24:43-44; Luc 12:39-40, a cuyo comentario remitimos al lector.

3. El resto del versículo 2Pe 3:10 está dedicado a describir la gran conflagración que llega ya a incluirse en el día de Dios (comp. con el v. 2Pe 3:12), aunque este último comienza propiamente el día del Juicio Final y se perpetuará por toda la eternidad (v. Apo 21:1). Los detalles de esta conflagración final son expuestos por Pedro de la manera siguiente:

(A) «Entonces desaparecerán (lit. pasarán) los cielos con fragoroso estruendo» (comp. con Mat 24:35; Mar 13:31; Apo 21:1). La metáfora se ve ya, aumentada con otras la del vestido que se muda y la del pergamino que se enrolla , en Sal 102:26 y en Isa 34:4; de este último lugar la toma Juan en Apo 6:14. Aquí se añade que los cielos pasarán, se desleirán o desintegrarán (lit. se soltarán o desatarán) con fragoroso estruendo, esto es, probablemente, «como el ruido del crepitar de las llamas» (Ecumenio, citado por R. Franco). No se puede menos de pensar en el fragor producido por la fisión (y la subsiguiente fusión) de la bomba atómica. ¿Será ésta la «rúbrica» que Dios pondrá a una futura guerra nuclear? No me parece probable, pues ya no quedarán malvados después de la batalla de Gog y Magog, tras de la que leemos en Apo 20:9: «y de parte de Dios (Él es el que pondrá fin al mundo, no los hombres) descendió fuego del cielo y los consumió» (comp. con Apo 21:1).

(B) «Los elementos serán destruidos por el fuego» (v. 2Pe 3:10). Discuten los autores si los elementos (gr. stoikheía, vocablo ya visto en otros lugares Gál 4:3, Gál 4:9; Col 2:8, Col 2:20; Heb 5:12 , aunque con distinto significado) son los componentes (cuatro) del mundo o los astros. En el versículo 2Pe 3:12 se dice de estos mismos elementos que se fundirán (gr. téketai) y la opinión más probable sostiene que se refiere a los astros. ¿A qué astros? Con toda probabilidad, a los que componen nuestro sistema planetario. Como digo en mi libro Escatología 11, página 311: «La destrucción del primer cielo y de la primera tierra, a la que se refiere Pedro (2Pe 3:10-13), y que es, en realidad, una profunda transformación mediante el fuego, no tiene por qué afectar a todo el Universo, sino sólo a este planeta que habitamos, al cielo atmosférico y, con toda probabilidad, a nuestro sistema planetario e, incluso, a la constelación en la que dicho sistema se mueve». Como se puede ver por esta cita, mi opinión personal, contra la de gran número de autores, es que los primeros cielo y tierra no serán aniquilados, reducidos a la nada, sino totalmente transformados por la drástica purificación que el fuego de la conflagración llevará a cabo. Siendo «fuego de Dios», no dejará residuos de contaminación atmosférica.

(C) La última frase del versículo 2Pe 3:10 no es fácil de traducir, ya que los MSS más importantes dicen heurethésetai, será hallada. Para obviar la dificultad, parece que algún copista intercaló un oukh (no). En otros códices, dicho verbo es sustituido por katakaésontai (serán quemadas del todo), de donde lo tomaron nuestras versiones, conforme al Texto llamado «Recibido». Como puede verse en la NVI castellana, cuya traducción aparece al comienzo de esta sección, hemos adoptado la lectura mejor atestiguada («será hallada»), aunque matizada libremente para dar mejor el sentido: «la tierra, con todo lo que en ella se contiene, QUEDARÁ DESOLADA». La edición inglesa de dicha versión dice: the earth and everything in it will be laid bare, esto es, «la tierra, y todo (lo que hay) en ella, QUEDARÁ AL DESNUDO», es decir, AL DESCUBIERTO. La idea parece ser que volverá al caos de donde salió en la primera creación (Gén 1:2).

4. A la vista de este descomunal cataclismo, Pedro hace ver a sus lectores (v. 2Pe 3:11) que la caducidad de este mundo es un nuevo motivo para levantar los ojos hacia las cosas eternas y, por tanto, para vivir santamente: «Puesto que todo ha de ser destruido de esta manera, ¿qué clase de gente (gr. potapoús. Lit. ¿De qué calidad y de qué país? es el mismo vocablo de 1Jn 3:1 ) deberíais ser vosotros? Deberíais vivir una vida santa y piadosa …», apartada de todo lo profano y dedicada a Dios. El original dice textualmente: «existir (gr. hupárkhein, el mismo verbo de Flp 2:6 … existiendo en forma de Dios ) en conductas (maneras de comportarse) santas y piadosas». Dice R. Franco: «El plural del original indica las acciones concretas en las que se tiene que traducir esa piedad».

5. Del versículo 2Pe 3:12, sólo nos queda analizar las dos primeras frases: «… aguardando con expectación el día de Dios y acelerando su advenimiento» (NVI). Comoquiera que el primer verbo «aguardando con expectación» (gr. prosdokóntas, en participio de presente continuo) podría dar la impresión de una espera meramente pasiva, el autor sagrado añade otro verbo de sentido eminentemente activo: «acelerando» o «apresurando» (gr. speúdontas, también en participio de presente) su advenimiento (el del día de Dios). ¿Significa esto que nosotros podemos adelantar el día que Dios tiene prefijado? Si lo tomamos en sentido absoluto, no. Pero hemos de tener en cuenta que tanto las acciones (v. 1Sa 15:35, por ej.) como las oraciones (v. Éxo 32:14) de los hombres son incorporadas por Dios, en su presciencia eterna, a sus planes eternos, para su cumplimiento en el tiempo. Con una vida santa podemos adelantar la Segunda Venida, de la misma manera que son, en realidad, las vidas impenitentes las que la retrasan (v. 2Pe 3:9).

6. En contraste con la caducidad del mundo, puesta de relieve, una vez más, en la segunda parte del versículo 2Pe 3:12, el versículo 2Pe 3:13 se abre de forma consoladora con ese «pero» que da un nuevo giro a la secuencia que el autor sagrado desarrolla ante nuestros ojos. El original no tiene la adversativa fuerte allá, sino la suave de, pero el contraste es el mismo: «Pero, conforme a su promesa, nosotros esperamos unos nuevos cielos y una nueva tierra, donde tenga su morada la rectitud» (NVI).

(A) Dice R. Franco: «La destrucción del mundo presente, en el sentido limitado que hemos explicado en los versículos 2Pe 3:7 y 2Pe 3:10, es únicamente el elemento negativo del día del Señor». Efectivamente, hay un elemento, no sólo positivo, sino de carácter eterno, en los nuevos cielos y en la nueva tierra que esperamos. Esta esperanza no avergüenza porque está fundada en la promesa (gr. epánguelma, en sentido concreto, objetivo, como lo da a entender el sufijo ma), que no puede fracasar, de Dios («SU promesa»). Esta promesa se halla ya en Isa 65:17; Isa 66:22, y convendrá que el lector lea el comentario a dichos lugares, a fin de aclarar ideas. «Nosotros, pues viene a decir Pedro , no somos como los burladores sarcásticos que se mofan de la promesa de la Venida del Señor (v. 2Pe 3:4), sino que creemos firmemente esa promesa, como también creemos la promesa de que, después de dicha Venida, habrá unos nuevos cielos y una nueva tierra.

(B) También el Nuevo Testamento nos ofrece otros textos que nos confirman en lo que ya le había sido revelado a Isaías en los lugares citados. Así, el Señor Jesús, en Mat 19:28, habla de un «nuevo nacimiento (gr. palinguenesía) de todas las cosas». También Pablo habla, en Rom 8:21, de la esperanza que tenemos de que la creación misma «será libertada de la servidumbre del deterioro e introducida en la gloriosa libertad de los hijos de Dios». Esto podría darnos a entender que Pedro, en el versículo 2Pe 3:13, se refiere, no sólo a los lugares citados de Isaías, sino también a la misma predicación del Señor Jesucristo y de los apóstoles acerca de los acontecimientos de los últimos días y de la condición eterna del nuevo mundo que ha de sustituir al actual.

(C) El autor sagrado pone de relieve que, en estos nuevos cielos y en esta nueva tierra, ha de tener su morada la rectitud (lit. la justicia. Gr. dikaiosúne). Al citar Isa 32:16-18, R. Franco hace ver que Pedro (vv. 2Pe 3:13, 2Pe 3:14) hace lo mismo que Isaías, quien «asocia la justicia con la paz». Volveremos sobre esta consideración en el comentario al versículo 14. En el nuevo mundo, no tendrán cabida los malvados, por lo cual el reino eterno será un reino de justicia y de paz.

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