2 Pedro 3:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, Pedro responde directamente a la pregunta sarcástica de los falsos maestros: «¿Dónde está esa venida que prometió Él?» (v. 2Pe 3:4. NVI). Las razones que tiene Dios para demorar el cumplimiento de dicha promesa están expuestas en los versículos 2Pe 3:8 y 2Pe 3:9, que dicen así en la NVI: «Pero hay algo especial que no debéis olvidar, queridos amigos; y es que para el Señor, un día es como mil años, y mil años son como un día. El Señor no se retrasa en cumplir su promesa, según conciben algunos la tardanza. Él es paciente con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos lleguen a arrepentirse».

1. Con el afectuoso apelativo agapetoí (amados), que es la segunda de las cuatro veces en que se dirige así Pedro a sus queridos lectores en sólo este capítulo, va a responder el autor sagrado al sarcasmo de los burladores que así se mofaban del Señor y de su Palabra. Pedro no les responde a ellos directamente (no lo merecen), sino a los creyentes sinceros, a fin de que no se dejen engañar con las sinrazones de los falsos maestros. A estos fieles genuinos es a los que dice: «Mas no se os oculte esto uno» (lit.), es decir, singular, «especial» (NVI).

2. La primera razón (v. 2Pe 3:8), más general, es la siguiente: «Dios está por encima del tiempo». Dice R. Franco: «La respuesta es en primer lugar la relatividad de nuestro concepto del tiempo: liberar la esperanza en la venida, de una concepción cronológica cerrada que ponga una medida humana y limitada a la promesa divina». Pedro se apoya en una frase del Sal 90:4, que dice así en los LXX: «Mil años (son) a tus ojos como el día que pasó y como vela en la noche». Solamente Dios conoce los tiempos y sazones en que han de ocurrir los acontecimientos del porvenir (Hch 1:7) y haremos bien en dejarlos en sus manos, lo mismo que nuestros tiempos personales (Sal 31:15). Poner fechas determinadas a la Segunda Venida de Cristo y al fin del mundo ha resultado siempre un gran fracaso.

3. Pero la segunda razón (v. 2Pe 3:9), no sólo es más concreta, sino tambien más consoladora, pues no se apoya en la infinita trascendencia de Su conocimiento, sino en la infinita inmanencia de Su misericordia amorosa: Dios no se retrasa, no, en el cumplimiento de Sus promesas, sino que da tiempo al tiempo y es longánime (gr. makrothuméi; mejor que «paciente») con los suyos. La lectura humás (vosotros) está muchísimo mejor atestiguada en los MSS que hemás (nosotros). Lo de algunos consideran (como) tardanza (lit.) es una alusión, más bien que a los falsos maestros, a los fieles mismos, a quienes, además de la mucha o poca impresión que pudiese causarles el sarcasmo de los farsantes, les resultaba extraña tal demora. Dice R. Franco: «Algunos: pueden ser los herejes, designados de una manera despectiva; pero más probablemente, pues aquí ya se dirige a los fieles, se trata de algunos fieles que se han dejado impresionar por los argumentos de los herejes. Estos herejes no creían que se tratara de un retraso, sino simplemente negaban la segunda venida».

4. La segunda parte del versículo 2Pe 3:9 dice textualmente: «No queriendo (Dios) que algunos perezcan (gr. apolésthai, el mismo verbo del v. 2Pe 3:6 y de Jua 3:16), sino que todos hallen cabida en el arrepentimiento» (lit.). Esta segunda parte del versículo 2Pe 3:9 le resulta al Dr. Lloyd-Jones «una afirmación teológicamente difícil», lo cual no es de extrañar en alguien que (con todas sus excelentes cualidades y sus muchos dones fielmente ejercitados) tenía ya su opinión prejuzgada a favor de la redención limitada. «Lo que Pedro dice, añade Lloyd-Jones, es que Dios no desea que nadie perezca, sino que todos lleguen al arrepentimiento. Dios no se deleita en la muerte de los impíos; por eso, dice Pedro, demora Su acción». El «doctor» (como siempre se le llamaba con respeto y con afecto) cita aquí implícitamente de Eze 33:11: «Tan cierto como que yo vivo, declara el Señor Jehová, que no me deleito en la muerte de los malvados, sino más bien en que se vuelvan de sus caminos y vivan» (NVI. V. también Eze 18:23). Nótese que Dios, no sólo no se deleita en la muerte de los impíos, sino que se deleita en que se arrepientan y vivan (lo que admite aquí el doctor). Es cierto que, en 2Pe 3:9, esto está expresado en forma de deseo (lo mismo que en 1Ti 2:4, donde Pablo usa thélei, algo más fuerte que el boulómenos de Pedro), pero un deseo de Dios que no se traduzca en ninguna comunicación de gracia por su parte no es más gue un sarcasmo (v. el comentario a Hch 17:30). Estamos, pues, en esto de acuerdo con R. Franco: «El texto es un testimonio claro de la voluntad salvífica universal de Dios». Por supuesto, esta voluntad salvífica de Dios no es absoluta (¡se salvarían todos!), sino que está condicionada por la respuesta de fe que el hombre debe aportar: El que cree, se salva; el que no cree, se condena (v. Jua 3:16-21).

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