2 Samuel 12:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Parece ser que pasó bastante tiempo desde que David cometió el adulterio con Betsabé antes de llegar a ser convicto de pecado y arrepentirse de él, puesto que, cuando Natán fue enviado a él, ya había nacido el niño (v. 2Sa 12:14). ¿Qué habremos de pensar del estado de David durante todo ese tiempo? Podemos suponer que, al quedar interrumpida su comunión con Dios, quedaron suspendidos sus consuelos espirituales y la sinceridad de sus ejercicios de devoción. Sabemos que durante todo ese tiempo no compuso ningún salmo, su arpa quedó desafinada y su alma era como un árbol en invierno, cuando la vida no se manifiesta y solamente aparece en la sanidad de las raíces.

I. El mensajero que Dios le envió. Le envió un profeta Natán, su fiel amigo y confidente para que le instruyese y aconsejase (v. 2Sa 12:1). Aun cuando Dios permite que los suyos caigan en pecado, no permite que queden tranquilos en él. Nos envía algo o alguien que nos despierte del marasmo y nos busca antes de que nosotros le busquemos; si así no fuese, estaríamos perdidos. Natán era el mismo profeta por medio del cual le había notificado Dios sus intenciones con respecto a él y a su casa (2Sa 7:4.); ahora, de la misma mano, le envía este mensaje de enojo.

II. El mensaje que Natán le comunicó.

1. Introdujo el caso mediante una parábola, que a David le pareció consistir en una queja que le presentaban con respecto a uno de sus súbditos que había perjudicado a un prójimo necesitado.

(A) Natán presentó a David el caso de un ricachón que había cometido una villanía contra un honesto y pobre vecino suyo, quien no podía llevarlo a los tribunales por miedo a represalias. El rico tenía numerosas ovejas y vacas (v. 2Sa 12:2), pero el pobre no tenía más que una sola corderita (v. 2Sa 12:3), carecía, a no dudar, de recursos para comprar otras, además, la corderita era para él y para sus hijos un animalito mimado, hasta el punto de que la tenía como a una hija. El ricachón, en una ocasión en que tuvo que dar una comida a un amigo, en lugar de tomar de su rebaño, variado y copioso, arrebató al pobre con violencia la única cordera que éste poseía, para hacer uso de ella en la comida (v. 2Sa 12:4), ya fuese por codicia, por escatimar el hacer uso de su propio rebaño o, más bien, por capricho, por parecerle que aquella corderita tenía que ser tan tierna y delicada al paladar como lo era al afecto del pobre y de sus hijos.

(B) Así mostró Natán a David la gravedad del pecado que había cometido al abusar de Betsabé. Tenía muchas esposas y concubinas; quizás, a cierta distancia, como el rico que guardaba su rebaño en los campos y corrales. El matrimonio es un remedio contra la fornicación; pero el casarse con muchas mujeres no lo es, pues, una vez que se ha transgredido la ley de la unidad, rara vez encuentra barreras la concupiscencia sin freno. Obsérvese que esta mala disposición es comparada, en la parábola, a un caminante (v. 2Sa 12:4), porque así se comporta a los principios, pero, con el tiempo, se convierte en un huésped y, finalmente, llega a hacerse el amo de la casa.

(C) Con esta parábola condujo a David al punto de que pronunciase sentencia contra sí mismo, porque, al pensar David que se trataba de un caso real, y al no dudar de que era verdad al oírlo de labios del mismo Natán, pronunció inmediatamente juicio contra el ofensor y confirmó la sentencia por medio de un juramento (vv. 2Sa 12:5, 2Sa 12:6): (a) Por cometer tal injusticia al llevarse la cordera, debía restituir el cuádruplo (v. 2Sa 12:6), conforme a la Ley (Éxo 22:1, Luc 19:8). (b) Por su tiranía y crueldad en abusar del pobre, debía sufrir la pena de muerte.

2. De la forma más breve y directa, aplicó la parábola a David: «Tú eres ese hombre» (v. 2Sa 12:7). Como si dijese: «Tú has hecho algo parecido, y aun mucho peor, a tu prójimo. ¿Merecería morir el que tomó la única cordera de su vecino, y no lo merecerás tú que tomaste la única esposa de tu prójimo?» Ahora habla Natán directamente de parte de Dios, no como un intercesor a favor de un pobre hombre, sino como embajador del gran Dios, con quien no hay acepción de personas.

(A) Dios, por medio de Natán, le trae a la memoria a David las grandes cosas que ha hecho, y ha resuelto hacer, por él, al ungirle por rey y al preservarle su vida para que llegase al trono (v. 2Sa 12:7). Le había dado la casa de Judá y la de Israel. Las riquezas del reino estaban a su disposición y todo el pueblo estaba presto a obedecerle.

(B) Le acusa de haber menospreciado la autoridad de Dios con los pecados que ha cometido (v. 2Sa 12:9): «¿Por qué, pues, tuviste en poco la palabra de Jehová?» (a) Dos veces se menciona el asesinato de Urías: «A Urías heteo heriste a espada … lo mataste con la espada de los hijos de Amón, de esos incircuncisos que son enemigos de Dios y de Israel». (b) El casamiento con Betsabé es mencionado también dos veces, porque él pensó que no había ningún mal en ello: «Y tomaste por mujer a su mujer» (v. 2Sa 12:9); «Y tomaste la mujer de Urías heteo para que fuese tu mujer» (v. 2Sa 12:10). Casarse con ella después de haber abusado de ella y a cuyo marido había matado, era una afrenta contra el carácter sagrado del matrimonio, desecrándolo villanamente, en lugar de paliar su abuso.

(C) Le amenaza con severos juicios contra su familia a causa de este pecado (v. 2Sa 12:10): «Por lo cual ahora no se apartará jamás de tu casa la espada, ni en tus días ni posteriormente». En efecto, el hijo segundo de David, Queilab o Daniel, debió de morir muy joven y no sabemos que muriera de muerte violenta, pero los otros tres primeros hijos, Amnón, Absalón y Adonías, murieron trágicamente, esto aparte de las muchas tragedias sufridas por su posteridad. ¿Pueden acaso convivir la misericordia y la espada? Sí, es posible que quienes sufren grandes y largas tribulaciones no por eso sean excluidos de la gracia del pacto. La razón para estas amenazas es (v. 2Sa 12:10): «por cuanto me menospreciaste». En particular se le amenaza: (a) Con que sus hijos le causarán pesadumbre (v. 2Sa 12:11): «Yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa». Con que sus esposas le servirán de vergüenza, pues alguien abusará de ellas a plena luz (vv. 2Sa 12:11, 2Sa 12:12, comp. con 2Sa 16:22).

3. Entonces David confiesa arrepentido su pecado (v. 2Sa 12:13): «Pequé contra Jehová». De ello nos da testimonio inmortal el Sal 51:1-19, que David compuso a raíz de esto. También Saúl había confesado su pecado, pero no estaba sinceramente arrepentido, pues únicamente deseaba conservar su reputación ante el pueblo (1Sa 15:24-30), pero el arrepentimiento de David fue sincero. Nótese que, tanto ahora como más expresamente en el salmo, David confiesa haber pecado contra Jehová, porque su pecado contra Urías y contra Betsabé eran primordialmente violaciones de la ley de Dios.

4. Después de esta confesión, Natán le declara que Dios ha perdonado su pecado, pero no sin predecirle también las funestas consecuencias del mismo. Al percibir Natán que David había dicho sinceramente: «He pecado»:

(A) Le asegura, de parte de Dios que su pecado ha sido perdonado (v. 2Sa 12:13): «También Jehová perdona tu pecado y lo retira de su ira justiciera; no morirás». No quiere decir que no haya de morir un día, sino que no ha de morir precisamente a causa de este pecado; en especial, no había de sufrir la muerte eterna, por cuanto su pecado había sido perdonado. Con esto le aseguraba que aun cuando la espada no se apartaría jamás de su casa (v. 2Sa 12:10), a él no le cortaría, sino que bajaría en paz al sepulcro y que, aunque había de ser castigado dolorosamente en vida, no sería condenado con el mundo (1Co 11:32).

(B) Pero, por otro lado, pronuncia sentencia de muerte sobre el niño que le había nacido de Betsabé (v. 2Sa 12:14). ¡Misterios de la soberanía de Dios! El padre, tan enormemente culpable, queda con vida, mientras el niño inocente va a morir. (a) David, con su pecado, había deshonrado a Dios: «Por cuanto con este asunto diste ocasión de blasfemar a los enemigos de Jehová» (v. 2Sa 12:14). Así dice nota del traductor el texto hebreo actual, al que siguen todas las versiones. Pero éste es uno de los 18 textos (en la lista oficial, pues hay otros más) enmendados por los Soferim (los escribas antiguos). El texto primitivo decía: «Por cuanto con este asunto blasfemaste de Jehová». Por respeto al gran David, un escriba interpoló en el texto lo de «los enemigos». En todo caso, uno de los grandes males de los pecados de los creyentes, o de los que profesan la religión cristiana, es que dan a los enemigos de Dios y de la religión oportunidades para endurecerse y blasfemar (Rom 2:24). (b) Por consiguiente, Dios va a vindicar su honor y mostrar su desagrado contra David por este pecado al hacer que todos vean que, aunque ama a David, odia el pecado de David; y resuelve llevar a cabo esta vindicación mediante la muerte del niño.

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