2 Samuel 23:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. El catálogo que el historiador sagrado nos ha dejado registrado aquí de los «valientes» de David, tiene por objeto poner de relieve: 1. El honor de David, quien los tenía bien entrenados en las artes de la guerra y les había dado ejemplo de bravura con su conducta. 2. El honor de los mismos valientes quienes habían intervenido eficazmente en la accesión de David al trono, en su protección personal y en el éxito de sus hazañas militares. 3. La emulación generosa que la lectura de esta porción puede suscitar en las generaciones posteriores. 4. Lo mucho que la religión verdadera contribuye a infundir bravura en el corazón de los hombres. Con sus Salmos y sus ofrendas para el servicio del santuario David promovió grandemente la piedad entre los magnates de la nación (1Cr 29:6), y cuando se hicieron famosos por su piedad, se hicieron también famosos por su valentía.

II. Estos hombres valientes se dividen en tres clases:

1. Los tres primeros, que habían llevado a cabo las mayores hazañas y por eso, habían ganado la más alta reputación, son Adino (v. 2Sa 23:8), Eleazar (vv. 2Sa 23:9, 2Sa 23:10) y Samá (vv. 2Sa 23:11, 2Sa 23:12). Se detallan aquí las hazañas de este bravo triunvirato. Se señalaron en las guerras de Israel con sus enemigos, especialmente con los filisteos. (A) Adino mató a 800 en una sola ocasión. (B) Eleazar desafió a los filisteos así como los filisteos habían desafiado antes, por medio de Goliat, a los de Israel, pero lo hizo con mayor bravura y mejor éxito que los filisteos, porque cuando los hombres de Israel se habían acobardado y se habían alejado, no sólo se mantuvo en su puesto, sino que se levantó e hirió a los filisteos en quienes puso Dios un terror igual al que la bravura de este valiente les había inspirado. Se le cansó la mano hasta quedarse pegada a la espada; es decir, se le crispó la mano, al ser incapaz de flexión. Así es como nosotros deberíamos conservar, en el servicio de Dios, nuestra resolución de ánimo a pesar de la debilidad y fatiga del cuerpo, «cansados, pero todavía persiguiendo» (Jue 8:4); crispada la mano, pero sin soltar la espada. (C) Samá se encontró con una banda de forajidos, también filisteos, y los derrotó completamente (vv. 2Sa 23:11, 2Sa 23:12). Pero obsérvese en este episodio, como en el anterior, la frase: «Y Jehová dio una gran victoria». También es de observar (nota del traductor) la nueva información, y aun corrección, que nos suministra el lugar paralelo de 1Cr 11:10., donde vemos cierta variación en nombres, cifras, lugares, tiempo y actitudes. La frase misma «los que le ayudaron … para hacerle rey» (1Cr 11:10) nos hace sospechar que podría bien tratarse de la batalla que se nos refiere en 1Sa 17:1-58.

2. Los tres siguientes se distinguieron en bravura y rango de los otros treinta que siguen después, pero no llegaron al nivel de los tres primeros (v. 2Sa 23:23). De este segundo triunvirato sólo se nombra a Abisay y Benayá, a quienes ya conocemos por referencias anteriores.

(A) Se narra una valiente hazaña de estos tres juntos. Asistían a David cuando éste se encontraba en apuros en la cueva de Adulam (v. 2Sa 23:13), con él sufrieron las penalidades y por eso fueron después preferidos por él. Cuando David y sus hombres, que tan bravamente habían actuado contra los filisteos, se vieron obligados a refugiarse en cuevas y fortalezas por la persecución de Saúl, los filisteos establecieron una guarnición en Belén (v. 2Sa 23:14).

(a) Con qué vehemencia expresó David su anhelo de beber del agua del pozo de Belén. Era el tiempo de la siega y hacía mucho calor; tenía sed y el agua andaba escasa; por eso dijo: «¡Quién me diera de beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!» (v. 2Sa 23:15). Con aquella agua había refrescado sus fauces muchas veces en su juventud. Lo mismo habría podido calmarle la sed cualquier otra agua, pero el agua del pozo de Belén tenía para él un gusto especial.

(b) Con qué bravura se aventuraron estos tres hombres (Abisay, Benayá y otro que no se nombra) a cruzar por en medio del campamento de los filisteos, metiéndose en la boca del lobo para tomar agua del pozo de Belén sin que David lo supiera (v. 2Sa 23:16). Sin duda, se quedaron atónitos los filisteos si llegaron a verles, y el mismo asombro, además de la protección de Dios, les dejó parados sin hacer ningún daño a los bravos intrusos. ¡Cuánto estimaban a su príncipe y con qué placer se atrevían a correr los mayores riesgos y vencer las mayores dificultades por servirle! ¿Y no estaremos nosotros dispuestos a servir a nuestro Señor Jesucristo y obedecer toda insinuación de su voluntad que nos sea declarada mediante su Palabra, su Espíritu y su Providencia? ¡Cuán poco temieron ellos a los filisteos! ¿Y temeremos nosotros al «qué dirán» los hombres?

(c) Con qué abnegación se abstuvo David de beber del agua de Belén: «No quiso beberla» (vv. 2Sa 23:16, 2Sa 23:17) sino que «La derramó para Jehová» (v. 2Sa 23:16) como una ofrenda de libación, porque para él equivalía a la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida (v. 2Sa 23:17), y la sangre no se podía tomar, porque «en la sangre está la vida» (Lev 17:10-14; 1Sa 14:33), y estos hombres habían expuesto su vida por traer el agua. De esta manera mortificaba David su insensato deseo y daba a Dios la gloria y el honor debidos.

(B) Se narran otras bravas acciones de dos de estos tres en otras ocasiones. Abisay mató con su lanza, en una sola batalla, a 300 hombres (vv. 2Sa 23:18, 2Sa 23:19). Benayá, por su parte llevó a cabo varias hazañas: (a) Mató a los dos hijos de Ariel de Moab (v. 2Sa 23:20. Así ha de leerse la frase, al suplir el vocablo «hijos» que falta, por elipsis, en el hebreo). (b) También mató a un león en un foso. También David había hecho lo mismo (1Sa 17:34), pero quizá la hazaña de Benayá revestía especial dificultad porque se enfrentó con el león en un foso y estaba nevando. No se nos dice si lo hizo en propia defensa como Sansón, o para que no hiciese daño a nadie. (c) En otra ocasión cuyas circunstancias no se declaran, mató a un egipcio en combate desigual, pues el egipcio era hombre de gran estatura e iba armado de una lanza, mientras que Benayá sólo llevaba un palo, y aun así le atacó con el palo, le quitó la lanza de las manos y le mató con su propia lanza (v. 2Sa 23:21). Por estas y otras bravas acciones David le nombró jefe de su guardia personal (v. 2Sa 23:23).

3. Inferiores a estos dos grupos de tres, pero todavía dignos de especial mención, fueron los treinta y uno siguientes (vv. 2Sa 23:24-39). El total de treinta y siete (v. 2Sa 23:39) se obtiene añadiendo a los 2Sa 23:31 de la lista los tres de los vv. 2Sa 23:8-12, Abisay y Benayá (vv. 2Sa 23:18-23) y Joab, que era el comandante en jefe del ejército de David. Se les cita por sus nombres y sus lugares de origen, que sirven así de apellidos, como ocurre con muchos de los apellidos que hoy tenemos. De todos los puntos del país, los más valientes eran escogidos para asistir al rey. Lo mismo había hecho Saúl (1Sa 14:52). Algunos de los nombrados en esta lista se hallan después como capitanes de las divisiones que David dispuso para cada uno de los doce meses del año (1Cr 27:1-34). Son de notar en la lista algunos aspectos notables: (A) Comienza por Asael y termina con Urías; al menos estos dos habían muerto y ambos tenían algo especial: Asael era hermano de Joab y Abisay y, por tanto, sobrino de David. Murió por su propia necedad. Urías fue un valiente y hombre de honor, y murió por la criminal pasión de David. (B) Jamieson, Fausset y Brown suponen que estos nombres constituyen «una legión de honor, compuesta del número fijo de treinta, y cuando quedaban vacantes, se llenaban con nuevos nombramientos», por lo que es probable que, al hacerse esta lista, los muertos fuesen ya «siete». (C) ¿Por qué no se nombra a Joab? ¿Fue, quizá, porque su nombre se había hecho odioso, tras lo que leemos en 1Re 2:5-6, 1Re 2:28-34?

También Cristo, el Hijo de David, tiene sus «valientes» quienes como los de David, han recibido la benéfica influencia dei ejemplo de Cristo, luchan bravamente contra los enemigos espirituales de su reino y, con la fuerza que Él les da, son más que vencedores (Rom 8:37). Los apóstoles fueron los inmediatos asistentes de Cristo y sufrieron grandemente por Él, como les había anunciado, por el testimonio que dieron de la resurrección del Señor y por la proclamación de su Evangelio. Por eso son citados con todo honor en el Nuevo Testamento, especialmente en Apo 21:14. En general, todos los buenos soldados de Cristo tienen sus nombres preservados con mayor garantía que los de la presente lista, pues los nombres de éstos están escritos en la tierra, pero los nombres de los creyentes están escritos en los cielos.

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