2 Samuel 6:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Uzá es herido de muerte por tocar el Arca durante el traslado a la ciudad de David; fue una trágica experiencia que empañó el gozo de la solemnidad, impidió el avance de la marcha y, de momento ocasionó la dispersión de esta gran asamblea, congregada para asistir con gozo a la fiesta y despedida a sus casas con terror.

I. La culpa de Uzá parece pequeña a primera vista. Él y su hermano Ayó, hijos (o, más probablemente, nietos v. 1Sa 7:1 ) de Abinadab, en cuya casa había estado alojada el Arca por largo tiempo (unos 70 años), acostumbrados a tenerla a su cargo, guiaban la carreta en que el Arca era transportada, siendo éste, quizás, el último servicio que habían de prestarle, puesto que habrían de ser encargados de ello otros levitas cuando el Arca llegase a la ciudad de David. Ayó iba delante (v. 2Sa 6:4), a fin de abrir paso y, si era preciso, guiar los bueyes. Uzá iba detrás, muy cerca del Arca. Sucedió que los bueyes dieron una sacudida. Discrepan los autores sobre el significado del verbo hebreo shamat: unos traducen «tropezaron»; otros, «resbalaron»; otros, «cocearon» contra la aguijada, quizá, con que Uzá les aguijaba; otros, en fin, «se atascaron». Por un accidente de una u otra forma, el Arca estuvo en peligro de ser sacudida de la carreta. Entonces fue cuando Uzá le echó mano para sostenerla. Él era levita, pero sólo los sacerdotes podían tocar el Arca. La ley estaba clarísima en este punto (Núm 4:15) concerniente a los coatitas; habían de transportar todos los utensilios del santuario, pero no podían tocar las cosas santas, pues morirían.

II. El castigo que sufrió por tal ofensa parece muy grande a primera vista (v. 2Sa 6:7): «cayó allí muerto junto al Arca de Dios»; ni siquiera el propiciatorio le salvó de la muerte. ¿Por qué se portó Dios tan severamente con él? 1. Tocar el Arca, como hemos visto, estaba vedado expresamente a los levitas, bajo pena de muerte. 2. Dios vio en el corazón de Uzá una cierta presunción e irreverencia. Quizá quiso mostrar delante de toda la asamblea cuán bien podía manejar el Arca, al haber estado por largo tiempo a su servicio. 3. David reconoció después que Uzá había sido castigado por un pecado del que todos eran culpables, esto es, por haber transportado el Arca sobre una carreta. Pero aun en esto tenía Uzá mayor culpa, pues de él y de su hermano parece ser que partió la iniciativa de transportarla de aquella manera. 4. Dios quería inculcar con ello en los israelitas una mayor veneración de las cosas santas y convencerles de que no era el Arca menos digna de respeto por haberse hallado hasta entonces en circunstancias humildes; así aprenderían a regocijarse con temor y a tratar las cosas santas con reverencia y temor santo.

III. David se resintió tremendamente de esta desgracia y no podemos decir que sus sentimientos fuesen del todo apropiados como deberían haber sido.

1. Se disgustó mucho (v. 2Sa 6:8): «Se encendió la ira de David» (lit.). Es el mismo vocablo hebreo que se emplea para expresar la ira de Dios (v. 2Sa 6:7). Porque Dios estaba airado, David también se airó y se puso de mal humor. Es cierto que la muerte de Uzá eclipsó algún tanto la gloria de la solemnidad, pero el deber de David era someterse a la sabiduría y a la justicia de Dios en el episodio, en lugar de desagradarle lo que Dios hizo. Cuando estamos bajo la ira de Dios, hemos de soportarla con mansedumbre.

2. Le entró miedo (v. 2Sa 6:9). Parece ser que le sorprendió lo sucedido, pues dijo: «¿Cómo ha de venir a mí el Arca de Jehová?» Como si Dios fuese tan extremadamente escrupuloso en cuanto a su Arca que mejor era mantenerse a distancia de ella. La reacción apropiada habría sido: «Que venga a mí el Arca, y yo aprenderé de este episodio a tratarla con mayor reverencia». Así que no quiso traer para sí el Arca de Jehová (v. 2Sa 6:10) mientras no estuviese en mejor disposición de ánimo.

3. Se preocupó de perpetuar la memoria de este golpe y puso al lugar un nuevo nombre: Peres-Uzá (v. 2Sa 6:8), que significa «quebrantamiento de Uzá». Anteriormente, después de derrotar a los filisteos, llamó al lugar «Baal-perasím», esto es, «Señor de los quebrantamientos». Pero ahora era el quebrantamiento de uno de sus amigos. El memorial serviría de aviso a la posteridad para evitar toda precipitación e irreverencia en el trato de las cosas santas.

4. Alojó el Arca en buena casa, la casa del levita Obed-edom que caía cerca del lugar en que había acaecido el desastre, y allí: (A) Fue bien acogida y atendida, y permaneció por tres meses (vv. 2Sa 6:10, 2Sa 6:11). Obed-edom conocía la matanza que el Arca había llevado a cabo entre los filisteos y los betsemitas. Había visto caer a Uzá por tocarla y se dio cuenta de que el propio David tenía miedo de seguir adelante con ella; sin embargo, le abrió de par en par las puertas de su casa sin temor alguno; sabía que era «olor de muerte para muerte» (2Co 2:16) únicamente para quienes la tratasen sin respeto. (B) Obtuvo por ello gran bendición: «Y bendijo Jehová a Obed-edom y a toda su casa». La misma mano que había castigado la orgullosa presunción de Uzá, recompensó la humilde osadía de Obed-edom e hizo que el Arca fuera para él «olor de vida para vida». El Arca de Dios es huésped con cuya acogida nadie pierde. Buena cosa es vivir en una familia que presta al Arca buena acogida, pues todo será bendición allí.

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