2 Samuel 7:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La solemne alocución que dirigió David a Dios en respuesta al benévolo mensaje que Dios le había enviado.

I. El lugar al que se retiró: «Entró el rey David»; esto es, entró en el tabernáculo donde estaba el Arca, que era la señal de la presencia de Dios; se puso frente al Arca.

II. La postura que adoptó: «Se sentó (lit.) delante de Jehová». La Biblia nos presenta tres posturas de oración: 1. De pie, que es la postura sacerdotal, de mediación. 2. De rodillas, que es postura de sumisión y súplica, como hacía el Apóstol Pablo (Rom 14:11; Efe 3:14). 3. Postrado, rostro en tierra, como vemos en el propio Señor Jesucristo (Mat 26:39). La postura de David aquí es postura más bien de adoración (v. Éxo 17:12; 1Sa 4:13; 1Re 19:4). Dice el comentario de Jamieson, Fausset y Brown sobre este lugar: «En cuanto a la actitud particular, David se sentó, más probablemente, sobre sus talones. Esta era la postura de los antiguos egipcios ante sus santuarios; en el Oriente, ésta es la postura que indica más profundo respeto ante los superiores. Personas de la más alta dignidad se sientan así en presencia de reyes, y es la única actitud asumida por los modernos mahometanos en sus lugares y ritos de devoción». Otros autores piensan (entre ellos, el propio M. Henry) que se sentó primeramente para meditar, antes de levantarse para orar.

III. La alocución (u oración) misma, que rebosa piadosos afectos hacia Dios.

1. Habla muy humildemente de sí mismo y de sus méritos personales. Comienza como quien se ha quedado atónito al oír lo que le ha dicho Dios: «¿Quién soy yo, y qué es mi casa?» (v. 2Sa 7:18). Tenía baja opinión: (A) De sus méritos personales: «¿Quién soy yo?»; sin embargo, era un hombre de cualidades excepcionales, extraordinariamente dotado en cuerpo y alma. Pero, cuando se aproxima a Dios, piensa de sí como de alguien indigno de que Dios se fije en él. (B) De los méritos de su familia: «¿Qué es mi casa?» Sin embargo, su familia era de la tribu de Judá, la tribu del cetro. Vimos una reacción similar en Gedeón (Jue 6:15). De aquí hemos de aprender a considerar todos nuestros éxitos como concesiones gratuitas de Dios.

2. Habla muy altamente de los favores de Dios hacia él: (A) En lo que ha hecho por él: «… ¿para que tú me hayas traído hasta aquí?»; es decir, hasta esta posición de tan gran dignidad y poder. (B) En lo que ha prometido hacer por él. Muchas cosas había hecho ya Dios por él; pero, como si todo ello no fuera nada le promete hacer por él mucho más (v. 2Sa 7:19). Debemos reconocer, como lo hace aquí David: (a) Que esto supera toda expectación: «¿Y (es) ésta la ley del hombre, Señor Jehová?» (lit.). Esto puede interpretarse de dos maneras: Primera: «¿Puede el hombre esperar que Dios se porte así con él? ¿Es ésta la manera ordinaria que tienes de tratar con los hombres?» Ha sido puesto tan cerca de Dios, comprado a tan alto precio, ha entrado en pacto y comunión con Dios. ¿Es imaginable todo esto? Segunda: «¿Es así como proceden los hombres, unos con otros?» ¡No! El proceder de Dios está infinitamente por encima del proceder de los hombres (Isa 55:8-9). Al ser infinitamente alto, Dios condesciende hasta lo más bajo. Al ser él el ofendido, nos suplica que nos reconciliemos con él, pues él está en principio, por la obra de la Cruz, reconciliado con nosotros (2Co 5:19-20). Donde abundan nuestros pecados, sobreabunda su perdón y su gracia (Rom 5:20) y, así, los puntos más negros de nuestra vida se convierten en constelaciones de perdón. (b) Que más allá de esto no cabe esperar más (v. 2Sa 7:20): «¿Y qué más puede añadir David hablando contigo?» Como si dijese: «¿Qué más puedo pedir, y qué más puedo desear?» «Pues tú conoces a tu siervo, Señor Jehová. Tú sabes lo que puede hacerme feliz, y lo que me has prometido es más que suficiente para ello.» Así también la promesa de Cristo incluye todos los bienes. ¿Qué más podemos pedir para nosotros en nuestras plegarias que lo que nos ha dicho en sus promesas?

3. Todo lo atribuye a la libre y soberana gracia de Dios (v. 2Sa 7:21), tanto las grandes cosas que ha hecho por él como las grandes cosas que ha prometido hacer por él y por su familia.

4. Adora la grandeza y la gloria de Dios (v. 2Sa 7:22): «Tú te has engrandecido, Jehová Dios; por cuanto no hay como tú». La condescendencia de Dios para con él y el honor que Dios le había otorgado no habían abatido su veneración pavorosa de la majestad divina; pues cuanto más cerca está alguien de Dios, tanto más le deslumbra el resplandor de su gloria, y cuanto más preciosos somos a sus ojos, tanto más grande debería ser Él a los nuestros.

5. Expresa una gran estima hacia el Israel de Dios (vv. 2Sa 7:23, 2Sa 7:24). Así como no había ninguno entre los dioses que pudiese compararse a Jehová, así tampoco había ninguna entre las naciones comparable a Israel, si tenemos en cuenta:

(A) Las obras que Dios había llevado a cabo por ellos, desde el momento en que los rescató de la esclavitud de Egipto hasta el presente. La redención de Israel, conforme se describe aquí, era tipo de nuestra redención mediante la obra de Cristo en que: (a) Ellos fueron rescatados de las naciones y de sus dioses, nosotros somos rescatados de toda iniquidad y de toda conformidad con el presente mundo (Rom 12:1, 1Jn 2:17). Cristo vino a salvar a su pueblo de sus pecados. (b) Israel fue rescatado para ser un pueblo de la exclusiva propiedad de Dios, santo y purificado, para obtener Él un alto nombre y hacer por ellos grandes cosas. Lo mismo ocurre con nosotros (1Pe 2:9).

(B) El pacto que había hecho con ellos (v. 2Sa 7:24). Este pacto era: (a) Mutuo. Ellos habían de ser el pueblo de Jehová, y Jehová había de ser el Dios de ellos. Todos los intereses de Israel habían de estar centrados en Dios; y todas las perfecciones divinas habían de actuar a favor de Israel. (b) Inmutable: «Porque tú estableciste …». Es algo fijado en los designios divinos. El mismo Dios que asegura el pacto, asegura también, de su parte, el cumplimiento del pacto.

6. David concluye con humildes peticiones a Dios.

(A) Fundamenta sus peticiones en el mensaje mismo que ha recibido de Dios (v. 2Sa 7:27): «Porque tú, Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho esta revelación a tu siervo». Como si dijese: «Tú has tenido a bien hacerme estas grandes promesas; de lo contrario, yo no habría hallado en mi corazón unas peticiones como éstas», demasiado grandes para que yo las haga, pero no demasiado grandes para que tú las concedas.

(B) Su fe y su esperanza alzan el vuelo hasta comprometer a la fidelidad de Dios en el cumplimiento de la promesa (v. 2Sa 7:25): «Ahora, pues, Jehová Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado … y haz conforme a lo que has dicho». Sea tu promesa firme, como es mi petición osada.

(C) Así afincada la raíz de su fe, brotan de sus labios importantes plegarias: (a) Pide que se cumpla la promesa que acaba de hacerle (v. 2Sa 7:25), como si dijese: «No deseo más ni espero menos». Así es como también nosotros hemos de convertir en oraciones las promesas de Dios, y así se tornarán feliz cumplimiento, puesto que en Dios el decir y el hacer no son dos cosas diferentes, como suele ocurrir con los hombres, sino que su Palabra es, por sí misma, eficaz (Heb 4:12): «Que sea engrandecido tu nombre para siempre». (b) Éste debería ser el centro y compendio de todas nuestras oraciones, como el Alfa y Omega de nuestras plegarias. Como el mismo Señor Jesucristo nos enseñó, debemos comenzar por «Santificado sea tu nombre» y terminar por «y la gloria por todos los siglos. Amén» (Mat 6:9, Mat 6:13). (c) Pide por su casa, a la que la promesa hacía especial referencia; primero, que sea bendecida (v. 2Sa 7:29): «Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo»; segundo, que dicha bendición sea permanente (v. 2Sa 7:26): «Y que la casa de tu siervo David sea firme delante de ti». Y de nuevo (v. 2Sa 7:29): «Para que permanezca perpetuamente delante de ti». Esto tiene pleno cumplimiento en la perfección y total firmeza eterna del reino de Cristo. Cuando fue prometido a María (Luc 1:33) que el reino del Mesías no tendrá fin, quedó abundantemente respondida esta petición del hijo de Isaí a favor de su descendencia.

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