2 Timoteo 1:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. La inscripción de la epístola. «Pablo, apóstol de Cristo Jesús» es la misma expresión que hemos visto en 1Ti 1:1, pero ahora añade: «por voluntad de Dios (como en 1Co 1:1; 2Co 1:1; Efe 1:1; Col 1:1), según la promesa de la vida que es en Cristo Jesús» (v. 2Ti 1:1). La frase «que es (hay o está) en Cristo Jesús» nos recuerda que la vida cristiana está centrada en Cristo (v. Gál 2:20), porque en el Hijo está la vida (Jua 1:4; Jua 3:36; Jua 5:26; 1Jn 5:11, 1Jn 5:12); y de Cristo, que es la Cabeza, es suministrada a los miembros de su Cuerpo (Efe 4:15, Efe 4:16). Lo de «según la promesa de la vida» va conectado con apóstol de Cristo Jesús, no con lo de la voluntad de Dios, aunque esto último entra también en la designación de Pablo como apóstol. Hendriksen explica atinadamente: «Ese apostolado por la voluntad de Dios estaba en armonía con (o de acuerdo con ) la promesa de la vida , es decir, fue el resultado de tal promesa, en el sentido de que, si no hubiese existido tal promesa, no habría podido existir un apóstol designado por Dios para proclamar la promesa».

2. El destinatario (v. 2Ti 1:2): «A Timoteo, amado hijo». En 1Ti 1:2, le había llamado «genuino hijo en la fe». Se palpan ya, desde el comienzo de la epístola, una solemnidad especial y una evidente ternura, propias de un padre cuya vida está a punto de derramarse en sacrificio de libación por la causa del Evangelio. La bendición que sigue (v. 2Ti 1:2) está al pie de la letra en 1Ti 1:2, donde puede verse el comentario.

3. Como en muchas otras ocasiones (la estadística nos da mayoría; V. Rom 1:8; 1Co 1:4; Flp 1:3; Col 1:3; 1Ts 1:2; 2Ts 1:3; Flm 1:4), Pablo expresa su gratitud a Dios al comienzo de la epístola. En esta ocasión, con una ternura que conmueve. Dicen así los versículos 2Ti 1:3-5 en la NVI: «Doy gracias a Dios, a quien sirvo, a imitación de mis antepasados, con conciencia limpia, siempre que en mis oraciones hago memoria de ti incesantemente, noche y día. Al recordar tus lágrimas, deseo vivamente verte, para quedar lleno de gozo. A menudo evoco el recuerdo de tu fe sincera, fe que arraigó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y ahora también en ti, como estoy persuadido de que así es». Analicemos estos versículos:

(A) El griego, en el «doy gracias», lleva una fórmula especial (Khárin ékho), que podría traducirse mejor por: «estoy en una continua acción de gracias».

(B) Es curiosa la mención de sus antepasados, al decir: «a Dios, a quien sirvo, a imitación de mis antepasados, con conciencia limpia». En 1Ti 1:5, el mismo adjetivo de aquí (kathará) se aplica a «corazón», mientras que «conciencia» va acompañado de «buena» (gr. agathés, buena moralmente). La mención de sus antepasados (ya difuntos) está designada a establecer un paralelo con los antepasados de Timoteo, su madre y su abuela (todavía vivas). Los antepasados de Pablo (y él antes de convertirse) sirvieron a Dios con una conciencia limpia, irreprochable (comp. con lo que dice en Hch 24:14, Hch 24:15), de la misma manera que la abuela y la madre de Timoteo (y el mismo Timoteo) sirven a Dios en la fe de Jesucristo. Como certeramente observa Hendriksen: «Pablo pone de relieve que él no ha introducido una nueva religión. Lo que ahora cree es esencialmente lo que creyeron también Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Isaías y todos los piadosos antepasados». Comenta J. Collantes: «Al convertirse, no ha cambiado de Dios ni de aquella fundamental actitud generosa que caracterizaba su espíritu».

(C) Este paralelo de sí mismo con sus antepasados, por una parte, y de Timoteo, con los suyos, por otra, brota espontáneamente en la mente del apóstol «siempre que en sus oraciones hace memoria de él incesantemente, noche y día» (comp. con 1Ti 5:5). «Pablo viene a decir que siempre que piensa en Timoteo, lo contempla como a quien igualmente sirve al verdadero Dios con pura conciencia» (Hendriksen).

(D) En la medida en que el recuerdo de Timoteo se le hace más vivo en la mente del apóstol orante, se le aumenta la constante nostalgia (gr. epipothón, en participio de presente), esto es, el vivo deseo de verle (v. 2Ti 1:4). Hay un motivo interior, profundo, en el avivamiento de esa nostalgia del apóstol: «al recordar tus lágrimas», dice. Si lo de «las incesantes oraciones, noche y día» nos recuerda lo que el propio Pablo dice en Hch 20:31, lo de las lágrimas de Timoteo nos conduce de la mano a la escena que describe Lucas en Hch 20:37. Aquella última despedida debió de resultar tremendamente amarga para el fiel discípulo e hijo en la fe.

(E) Pero por eso precisamente Pablo desea vivamente volver a ver a su amado Timoteo ¡para llenarse de gozo! ¿Tan cerca de las lágrimas el gozo? Sí, porque el reencuentro es siempre tanto más gozoso cuanto más amarga ha sido la despedida. Dice J. Collantes: «Cargado de cadenas, próximo a la muerte, abandonado de todos (2Ti 4:10-12), desea ver a Timoteo para secar sus lágrimas, y con esto solo se llenará de alegría. No es su propia pena la que le entristece; es el desconsuelo de su discípulo el que le impide que su gozo sea completo».

(F) Si no conociésemos a Pablo, el que con tanto anhelo tenía puestos los ojos en la meta futura (v. por ej., Flp 3:10.), diríamos que, próximo ya a la muerte, sólo vive de recuerdos (v. 2Ti 1:5): «A menudo evoco el recuerdo de tu fe sincera (lit. no hipócrita) …». Pablo es testigo de la sinceridad con que el joven Timoteo había recibido el Evangelio y había profesado su fe en el Señor. El griego dice literalmente: «Al recibir el recordatorio», por lo que algunos autores opinan que Pablo había recibido recientemente noticias de Timoteo. Guthrie hace notar que, en cuatro versículos (2Ti 1:3-6), hallamos cuatro diferentes expresiones que denotan recuerdo.

(G) El apóstol dice que esta fe, actitud propia del sincero creyente cristiano, habitó primero en Loida, la abuela de Timoteo, y en su madre Eunice, y Pablo estaba seguro de que también habitaba en el propio Timoteo. Estas frases requieren un análisis especial:

(a) La metáfora de habitar, residir como en propia casa, es favorita de Pablo. Así habla del habitar de Dios (2Co 6:16), del Espíritu (Rom 8:11 y en el v. Rom 7:14 del capítulo que venimos estudiando), de la Palabra (Col 3:16) y aun del pecado mismo (Rom 7:17), en el creyente. En todos estos casos, se trata de una residencia dinámica, activa; más propia de un obrero que de un simple huésped.

(b) El apóstol menciona la buena conciencia (v. 2Ti 1:3), así como el temor reverente a Dios (v. Hch 10:2; Hch 16:14, por ej.), en judíos observantes, no convertidos todavía al cristianismo, pero sólo atribuye la fe o el epíteto de creyente al que se ha convertido a Cristo (v. Hch 16:31, Hch 16:34). La fe, pues, que había habitado en la abuela y en la madre de Timoteo era la fe cristiana. Seguramente que también ellas habían sido convertidas mediante el ministerio del apóstol.

(c) La fe que había habitado en la abuela de Timoteo y en su madre eran propias respectivamente de ellas. Timoteo hubo de creer también personalmente para ser salvo. En otras palabras: la fe no se hereda ni se comunica. Nadie puede creer por otro, ni dar la fe a otro, como no puede alimentarse por otro ni dar la salvación a otro. Así que Erdman, citado por Collantes, se equivoca de medio a medio cuando dice: «Pablo nos enseña que la fe puede ser comunicada». Es cierto que los padres, maestros, predicadores, etc., pueden instruir en las verdades de la fe cristiana; es cierto que una familia cristiana es una atmósfera propicia para que brote la planta de la fe, pero la fe personal de entrega al Salvador es algo exclusivamente personal, algo que sucede íntimamente en un acontecimiento vital entre la propia persona y Dios.

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