2 Timoteo 2:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos, y tras de la ya conocida frase: «Palabra fiel es ésta», Pablo cobra nuevos ánimos, al considerar, como lo ha hecho otras veces, que si Cristo vive en nosotros, con Él sufrimos, con Él morimos, con Él y en Él vivimos, con Él hemos de reinar. La construcción misma de estos versículos nos convence de que forman parte de un himno, en el que se exaltan estas bendiciones del creyente. Dice Collantes: «La estrofa se compone de cuatro estiquios ligados entre sí por la anáfora (gr. ei), y el paralelismo sinónimo o antitético. El último verso tiene una conclusión que rompe la simetría, y que muy bien pudiera haberla añadido san Pablo». Veamos cómo aparece la estrofa, al traducir literalmente del original:

«Fiel (es) la palabra porque,

Si morimos (aoristo) con (Él), también viviremos con (Él);

Si soportamos (presente), también reinaremos con (Él);

Si (le) negáremos (futuro), también Él nos negará;

Si somos infieles (presente), Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.»

1. La interpretación de estos versículos depende del sentido que se le dé al aoristo morimos con (gr. sunapethánomen) del versículo 2Ti 2:11. Hay quienes ven ahí una alusión al martirio (Bernardo de Claraval y, entre los modernos, Bouma), interpretación que Hendriksen tiene como posible, aunque no le satisface del todo. En efecto, no puede satisfacer puesto que el verbo está en aoristo, y apunta a un hecho pasado y de una vez por todas. Así que la alternativa queda entre las dos siguientes interpretaciones:

(A) La mayoría de los autores, tanto evangélicos como, en especial, catolicorromanos, opinan que Pablo se refiere aquí a la muerte simbólica que el creyente muestra en la ceremonia del bautismo. Esta opinión explica bien el aoristo morimos, pero no cuadra con el contexto anterior ni con el posterior, donde es evidente el concepto de padecimiento literal, real, no simbólico.

(B) W. Hendriksen, al seguir a Calvino, Ellicott y Van Andel, sostiene que Pablo se refiere, no a un martirio real ya sufrido, sino «a una plena resignación a soportarlo, con todas las aflicciones que puedan precederlo». Cita a favor de esto lugares como 1Co 15:30, 1Co 15:31 y 2Co 4:10, y muestra además que el contexto presente es muy distinto del de Rom 6:3. Estoy completamente de acuerdo con Hendriksen, y me permito añadir una prueba más: La fraseología del versículo 2Ti 2:12 («Si (le) negáremos, también Él nos negará») no puede menos de recordarnos Mat 10:32, Mat 10:33; Luc 12:9, donde el contexto implica la persecución y la conducción de un creyente ante los tribunales, no la profesión de fe hecha en el bautismo, ¡donde no se niega a Cristo!

2. Pasamos, pues, a la interpretación de estos versículos, basados en lo que acabamos de sostener. Vayamos por partes:

(A) «Si morimos con Él (Cristo), también viviremos con Él» (v 2Ti 2:11). Como hemos visto, el verbo morimos con está en aoristo. La decisión de sufrirlo todo por Cristo y con Cristo se tomó en el pasado. Sin duda que Pablo tenía presente aquí lo que dice en Gál 2:20 («Con Cristo estoy juntamente crucificado»), por lo que también era consciente, no sólo de vivir con Cristo, sino de que Cristo era el que vivía en él. Lo de aplicar esto únicamente a la vida de ultratumba no tiene sentido, pues el futuro escatológico se limitará a manifestar, a sacar a la luz pública, la vida que ya estaba escondida con Cristo en Dios (Col 3:3, Col 3:4). Nótese, de paso, que Pablo no dice «resucitaremos», sino «viviremos», lo cual es una confirmación de que no se trata del bautismo.

(B) «Si soportamos (v. 2Ti 2:12), también reinaremos con Él». Que esto se refiere al final de los tiempos, no cabe duda (v. Apo 20:4, Apo 20:6), aun cuando es cierto que los creyentes son ya, por derecho, un regio sacerdocio (1Pe 2:9; Apo 5:10). Dice W. Hendriksen: «Reinar con Cristo significa experimentar en la propia vida la restauración del oficio de profeta, sacerdote y rey. Como profeta, su mente estaba iluminada para conocer a Dios. Como sacerdote, su corazón se deleitaba en Dios. Como rey, su voluntad estaba en armonía con la voluntad de Dios. Este triple oficio, perdido por la caída, es restaurado por la gracia de Dios. La respuesta gozosa de la voluntad del creyente a la voluntad de Cristo, esa respuesta que es verdadera libertad, es el elemento básico en este reinar con Cristo».

(C) «Si le negamos, también Él nos negará». El verbo negar está en futuro de indicativo en el original, lo cual significa que se trata de una condicional que tiene fundamento en la realidad. No es una mera posibilidad; es algo que se da todos los días. Como Simón Pedro en el atrio del sumo sacerdote, también nosotros negamos al Señor más de una vez. Por fortuna, lo mismo que a Pedro, nos queda aún abierta la puerta del arrepentimiento y de la confesión, con la gracia de Dios que no se niega, a priori, a nadie. En todo caso, no se trata de una apostasía total de la fe cristiana, sino de un pecado de cobardía del que un día habremos de avergonzarnos (v. 1Jn 2:28).

(D) «Si somos infieles (presente continuativo), Él permanece fiel» (v. 2Ti 2:13). ¡Qué contraste! Los dos verbos están en presente: Frente a la continua infidelidad del creyente está la continua fidelidad del Señor. Aquí está la gran seguridad del cristiano: Hay una real posibilidad de que el cristiano continúe siendo infiel, lo que equivale a estar negando constantemente a Cristo, pero no hay posibilidad de que el Señor pueda quebrantar su fidelidad. ¿Por qué? Muy sencillo (v. 2Ti 2:13): «Porque el Señor no puede negarse a Sí mismo». El verbo negar significa decir que no. En el hombre, el decir y el hacer son dos cosas distintas (v. Mat 21:28-30); por eso, el hombre puede negarse a sí mismo ¡y ser fiel al Señor, en lugar de seguir siendo infiel! Pero en Dios (y, por tanto, en Cristo), el hacer no puede ser distinto del decir porque es la propia Verdad personificada (Jua 14:6). Así que negarse a Sí mismo equivaldría a destruirse a Sí mismo. ¡Pero el YO SOY no puede dejar de ser! La conclusión gloriosa para el cristiano es: Si Dios me salvó, no se puede volver atrás (comp. con 2Co 1:20-22).

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