2 Timoteo 2:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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De la metáfora de la milicia pasa el apóstol a la de la lucha atlética y a la de la labranza, antes de estimular a Timoteo con el ejemplo del Señor Jesucristo.

1. «Y asimismo el que compite como atleta no recibe la corona de vencedor si no se atiene a las reglas de la competición» (NVI). A eso se refirió ya en 1Co 9:25. Aquí viene a añadir un nuevo requisito: No basta con dedicarse de corazón al servicio del Evangelio; es preciso también atenerse a las normas. Sin duda, la norma principal que el apóstol tiene en mente es la del dominio propio, como puede adivinarse al comparar este texto con el citado 1Co 9:25. Por supuesto que se incluye la sana doctrina y el sincero deseo de cumplir la voluntad de Dios, pero el espíritu de mansedumbre, de amor, de sumisión a los demás (comp. con Efe 5:21), a favor del orden y de la edificación de la iglesia, son normas que han de observarse si el ministro de Dios (y aun todo creyente) ha de dar fruto en el desempeño de su ministerio. También aquí cabe dar «golpes bajos» que deben ser motivo de descalificación, como lo serían en un combate de boxeo.

2. Pablo pasa después a exponer lo mismo bajo la metáfora del labrador (v. 2Ti 2:6): «El labrador que trabaja de recio debe ser el primero en participar de los frutos» (NVI). A la dedicación del soldado y al orden con que un atleta guarda las normas, añade ahora el apóstol el esfuerzo fatigoso (gr. kopiónta, verbo bien conocido) y constante (el verbo está en participio de presente) del labrador (ver la misma comparación en Jua 15:1.; y especialmente 1Co 3:9). La segunda parte del versículo parece indicar, a primera vista, que el ministro de Dios ha de tener un ojo puesto en los frutos personales de su labor. Es cierto que mirar a la recompensa (sobre todo, cuando la recompensa es espiritual) no tiene nada de malo. Pero aquí la recompensa es la elevación de su propio nivel espiritual y el de otros. Dice Hendriksen: «No sólo será fortalecida su propia fe, alentada su esperanza, ahondado su amor y reavivada la llama de su don, de forma que será dichoso en lo que haga (Stg 1:25), sino que, por añadidura, verá en las vidas de otros (Rom 1:13; Flp 1:22, Flp 1:24) los comienzos de los gloriosos frutos que se mencionan en Gál 5:22, Gál 5:23. Véase también Dan 12:3; Luc 15:10; Stg 5:19, Stg 5:20».

3. Como haciendo un alto, a fin de que Timoteo reflexione y saque las consecuencias de lo que le viene diciendo, dice ahora el apóstol (v. 2Ti 2:7): «Reflexiona en lo que te estoy diciendo, pues ya te dará (el verbo, efectivamente, está en futuro) el Señor una comprensión más profunda de todo esto» (NVI). En otras palabras, todo creyente en general, y especialmente el ministro de Dios, ha de estudiar, reflexionar y orar, sin esperar a que el Espíritu Santo le conduzca a toda la verdad cuando él no se aplica con denuedo, dedicación y esfuerzo a la lectura y ponderación de la Palabra. Después de la regeneración, como después de la creación (Gén 1:2), el Espíritu de Dios ya no obra en el vacío; el siervo de Dios ha de aportar su esfuerzo.

4. Y para animar a Timoteo a correr con ánimo esforzado la carrera que tiene por delante, Pablo le exhorta a poner los ojos en Jesús (comp. con Heb 12:2) «Recuerda a Jesucristo, le dice (v. 2Ti 2:8), resucitado de entre los muertos, del linaje de David» (NVI). Como de costumbre, Pablo pone delante de los ojos el ejemplo de Jesucristo, nuestro Gran Capitán. La alusión al resucitado es un gran estímulo para todo cristiano que combate y, especialmente, para el que padece persecución por la fe (comp. con Apo 1:18; Apo 5:6). A. D. Guthrie le resulta extraña la añadidura de la última frase («del linaje de David»). J. Collantes ve erróneamente en dicha expresión «la alusión a la comunidad de la raza humana». No hay tal cosa. Hendriksen ha visto bien, ya que el contexto (vv. 2Ti 2:11 y 2Ti 2:12) lo aclara, que aquí Pablo une lo del vivir con Cristo con lo de reinar con Cristo. Lo que me resulta extraño es que Hendriksen, entre los numerosos lugares que cita, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, no mencione Hch 13:33, Hch 13:34 que, a mi juicio, sigue la misma línea que aquí; y donde se ve la importancia de la alusión a David, puesto que a él le fueron hechas las promesas del trono Por cierto, lo del reinar con Cristo se refiere al futuro escatológico (comp. con Luc 22:29, Luc 22:30; Apo 20:4, al final). «Al presente, dice el autor de Hebreos (Heb 2:8), no vemos que todo le esté sometido». En efecto, el dios de este mundo (2Co 4:4), gobernador del reino del aire (Efe 2:2) es todavía el Maligno (1Jn 5:19). Lo de «conforme a mi Evangelio» (lit.), con que termina el versículo 2Ti 2:8, ha de conectarse con «resucitado de entre los muertos», puesto que este hecho constituye el núcleo del Evangelio (v. 1Co 15:3, 1Co 15:4).

5. La mención del Evangelio, por cuya causa (por haber proclamado salvación también para los gentiles) Pablo se halla encadenado y condenado a muerte, lleva al apóstol a presentar su propio caso después del de Jesucristo mismo, a fin de animar a Timoteo más y más a sufrir penalidades (o dificultades) como las sufre él mismo, pues el verbo del versículo 2Ti 2:3 es un compuesto del que Pablo se aplica a sí mismo en el versículo 2Ti 2:9. En los versículos 2Ti 2:9 y 2Ti 2:10, va a presentar cuál es la gloria que comporta el sufrir por la causa del Evangelio, así como el fruto que con ello se obtiene. Dicen así dichos versículos en la NVI: «por el que (el Evangelio) estoy sufriendo hasta el punto de estar encadenado como un criminal (gr. kakoúrgos; lit. malhechor) Pero la palabra de Dios no está encadenada Por esto, lo aguanto (gr. hupoméno, soporto) todo por causa de los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación que está en Cristo Jesús con gloria eterna».

(A) Notemos primero que, por causa del Evangelio, Pablo está preso y encadenado como un malhechor público, es decir, como un criminal. El vocablo griego kakoúrgos «es palabra técnica en el vocabulario judicial y engloba a los ladrones, asesinos, sacrílegos» (Collantes). Dicho vocablo ocurre únicamente aquí y en Luc 23:32, Luc 23:39, en todo el Nuevo Testamento. ¿De qué crimen era acusado Pablo ante Nerón? Sin duda, de sedición Basta con recordar tres versículos, en su contexto: Hch 16:20; Hch 17:6 y Hch 24:5. Pero esta acusación era falsa, ya que Pablo, lejos de promover ninguna revuelta, urgía el acatamiento a las autoridades (v. Rom 13:1.; comp. también con 1Pe 2:17-20; 1Pe 4:15, 1Pe 4:16). El verdadero motivo de su arresto y posterior encarcelamiento fue la predicación del Evangelio de salvación a los gentiles (v. Hch 22:21, Hch 22:22). ¿Y qué le importaba a Nerón de esto? ¡Y tantos millones de mártires cristianos habían de morir como enemigos del Estado y hasta de la Iglesia!

(B) Nótese, a continuación, la exclamación triunfal del apóstol: «Pero la Palabra de Dios no está encadenada». Pablo está preso, ¡pero la Palabra de Dios está suelta; ningún ser humano ni diabólico la puede atar ni encadenar! El Evangelio ha de cumplir el objetivo para el que bajó del cielo a la tierra (v. 2Ti 4:17, así como Isa 40:8; Isa 55:11; Flp 1:12-14). W. Hendriksen cita, al llegar a este punto, el famoso himno de Lutero, Ein feste Burg ist unser Gott, bien conocido en la traducción que del mismo hizo nuestro compatriota J. B. Cabrera.

(C) «Por esto, dice Pablo (v. 2Ti 2:11), es decir, porque la Palabra de Dios no está encadenada, todo lo aguanto por causa de los elegidos, para que también ellos alcancen la salvación, etc.» Esta fraseología (especialmente eso de «también ellos») sugiere que Pablo se está refiriendo a los que estaban ya escogidos en Cristo (Efe 1:4) en los designios divinos, pero todavía no habían creído cuando el apóstol escribía esto. La perspectiva de los campos blancos para la siega le consolaba de todos los sufrimientos que padecía. No habían de faltar predicadores del Evangelio que llevasen la Palabra a multitud de seres humanos, todavía inconversos, pero escogidos ya en los designios de Dios para alcanzar la salvación que Cristo nos obtuvo y que poseen todos los que están en Cristo. De esta forma, bien podía sufrir Pablo con gozo las penalidades de esta vida, a la vista de la gloria eterna que muchos habían de compartir con él un día (comp. con 2Co 4:17).

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